Llevo meses queriendo escribir sobre la IF. La verdad es que si no lo he hecho antes ha sido porque días antes de que tuviera listo un primer escrito salió este artículo de Cinco Días que tocaba todos los puntos que yo pensaba tratar. Luego, cuando ya había reenfocado el tema salió otro artículo (no recuerdo si de Ben Carlson o de algún otro de los que trabajan con Barry Ritholtz) que me pisó la idea y se me quitaron las ganas de proseguir. Pero veo que en twitter siguen prosperando las cuentas que van sobre esta temática, algunas respetables y otras bastante tramposas en sus planteamientos. Que vaya por la vida de gurú de la IF alguien que se puede permitir no dar un palo al agua porque vive con los padres y puede mantener gracias a eso un nivel bajísimo de gastos (y, sobre todo, que haya gente que le compre la moto), me habla a las claras sobre la poca habilidad que tiene la mayoría de la gente para juzgar a las personas.
Los amigos con los que trato el tema me dicen que es normal que haya tanta gente que sueñe con la idílica IF, por el profundo descontento que sienten en sus trabajos. Ignoro si es por las horribles condiciones laborales o porque, aunque tengan un puesto bien pagado y valorado, en realidad odian lo que hacen en su día a día.
Aquí va una nota autobiográfica al respecto. En uno de mis primeros trabajos, un trabajo con el que soñaba antes de tenerlo, tuve una jefa que era una auténtica perra del infierno. Tenía una personalidad bipolar que alternaba entre una niña en la edad del pavo y un sargento de las SS. Eran frecuentes en ella los ataques de ira y las lágrimas. Lo suyo era el micromanagement y me obligaba a copiarla en todos y cada uno de los mails que enviara. Si por un casual se enteraba de que había hecho alguna gestión o hablado con alguien sin su conocimiento me liaba la de Dios es Cristo. Tampoco era infrecuente que después de una semana de trabajo extenuante me encargase algo el viernes a última hora para tenerlo el lunes a primera, normalmente porque se había comprometido ya de antemano con algún otro jefe en que ese documento estuviera en ese plazo. Tampoco es que diera la cara por mí en las reuniones con la plana mayor y si podía dejarme como un inútil lo hacía. Una absoluta hijadeputa, vamos. En aquella época claro que fantaseaba con jubilarme y pasar mis días en pijama y batín viendo el programa de Ana Rosa al calor de la mesa camilla. Cada vez que sonaba la alarma, parafraseando a Milton, el día me devolvía a mi noche. Anduve todo ese tiempo bastante deprimido y los pocos ratos que tenía libres los pasaba durmiendo a consecuencia del agotamiento físico y mental. Pero en lo último que pensaba era en ponerme a ahorrar y componer a una tasa del nosecuantos por ciento para poder mandar a pastar a la gorda ésa en unos 20 años quizás, no. Me puse a buscar un trabajo mejor y en unos meses estaba fuera de la máquina de picar carne humana donde trabajaba. Me hizo falta echar mano de lo mejor de mí mismo: conocimientos del sector, contactos y capacidad de negociación (incluso dejé de cogerle el teléfono a RRHH de la empresa a la que me iba para ponerles nerviosos y que mejorasen la oferta económica, a pesar de estar deseando irme). Valga esta anécdota para recordar que de la explotación laboral también se sale.
Posteriormente tuve otra época de ahorrar mucho e invertir mucho, cosa que me pude permitir porque tenía un magnífico sueldo y apenas tenía cargas familiares. El principal motivo por el que ahorraba entonces no era porque pudiera (que también) sino porque lo veía todo muy negro, y aplacé unas cuantas decisiones vitales hasta que se aclarase el panorama (y hasta que no me dejaron seguir ya aplazándolas). Recuerdo que al principio me decía a mí mismo: cuando tenga para estar cuatro años sin trabajar paro; luego cuando tuviera para cinco, seis, siete…(o eso creía yo, porque la verdad es que los presupuestos de gastos hay que multiplicarlos por un coeficiente de seguridad elevado para tener una estimación más aproximada a la realidad de cuánto va a aguantar uno sin ingresos). Fuera de esa época asocio el ahorro excesivo a una falta de confianza en la providencia. No en vano, mi libro favorito sobre finanzas personales, “El Hombre más Rico de Babilonia”, fija como objetivo ahorrar la décima parte de lo que uno gana e intentar disfrutar de la vida con el resto, dejando que el tiempo haga su magia, a la vez que uno prospera y se forma para poder ganar cada vez más.
Para centrar el tema, después de este largo preámbulo, los puntos que me hacen ser más crítico con la moda de la IF son:
- Para poder vivir de los ahorros hace falta generar una base de activos considerable. Salvo que uno piense vivir como un monje, y ni siquiera en ese caso. Cosa que veo difícil con los salarios que hay en España (me imagino que la media de salarios de los usuarios de +D será algo más elevada, pero tampoco para tirar cohetes dada la población de la que surge) y las rentabilidades que preveo a futuro para los activos financieros. En el tercer nivel del CFA uno de los ejercicios más frecuentes que nos ponían era el de diseñar un retirement planning para alguien al final de su carrera profesional. En estos casos se utilizaba un modelo de cartera en función del perfil y tolerancia al riesgo de la que ir retirando fondos para complementar las magras pensiones públicas que existen en EEUU. Y la conclusión numérica es que salvo que uno tenga una base de activos muy elevada, existe el riesgo de supervivencia (es decir, que los últimos años te quedes sin pasta), para esperanzas de vida de entre 25 y 30 años después de la jubilación. Imagínense ustedes para alguien más joven y con unos gastos superiores.
- Se focaliza en el ahorro y en la reducción de costes y se perjudica o no se incentiva el desarrollo del principal activo que tiene un trabajador, que es el capital humano. Párense a pensar en el dinero que un trabajador gana a lo largo de su vida profesional, el valor que tiene en el caso de profesionales bien pagados y que puedan prolongar su carrera en el tiempo más allá de los 65. Estamos hablando de millones de euros ¿Por qué despreciar el único activo no confiscable, que son nuestras habilidades?
- Con tanto ahorrar, veo algunos casos ridículos de gente con altos ingresos luchando por ver quién gasta menos en comer (1 euro por comida parece ser el yardstick). Me parecería bien si estuvieran ellos solos, pero someter a la familia de uno (sobre todo a los niños) a esa racanería roza lo delictivo.
- Por todo lo anterior, la IF tiene para mí las mismas connotaciones negativas que tenía la religión para los marxistas. En el sentido de que se trata de la promesa de una (bastante improbable) vida mejor en el futuro, que hace que nos resignemos con la infelicidad presente y no pasemos a la acción (de formarnos, de buscar algo mejor, de atrevernos a soñar con ser felices sin renunciar a los ingresos que podemos generar como profesionales).
Hasta aquí mi reflexión sobre el tema, que me he atrevido a publicar por la insistencia del inefable @jvas, consciente de que puede ser una opinión extremadamente radical en contra, influida por mi temperamento y experiencia personal. Animo a los lectores a expresar su punto de vista discrepante con este escrito, que prometo considerar con la mente bien abierta.