Tras años evitando el sector del tabaco por una serie de principios, he acabado sucumbiendo a los pingües beneficios que puede proporcionar. Así que sin pretender generalizar en ningún caso, expongo algunos pensamientos autocríticos (estoy incluido, pues me he convertido en un inversor inmoral).
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Los inversores somos en ocasiones unos free-rider del sistema. Procuramos imponernos una disciplina de ahorro, evitar el consumo superficial y cultivar una cierta frugalidad y sobriedad. Sin embargo, nos nutrimos de los excedentes generados por un sistema que suele basarse precisamente en lo contrario. Somos capitalistas a la hora de recoger los beneficios, pero tratamos de evitar en la medida de lo posible caer en la filosofía de consumo que favorece su generación.
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Relativizamos la ética y la moral al invertir. Podemos invertir en tabaco o incluso en armamento, alegando que numerosas empresas y sectores pueden ser dañinos a su manera, y que de alguna forma, nadie está libre de pecado, porque todas o casi todas nuestras acciones conllevan un impacto. Coca Cola contiene mucho azúcar o un PH extremo, las hamburguesas contribuyen a la obesidad, el petróleo contamina, y los pañales de nuestros retoños también… Sin embargo, en mi humilde opinión, relativizar es una excusa cómoda para nosotros. Hay empresas cuya actividad es potencialmente mucho más dañina y sus efectos son extremadamente perniciosos de forma deliberada. Una hamburguesa puede contener un elevado número de calorías, pero no está fabricada con la única finalidad de exterminar seres humanos, como un arma. El petróleo contamina, pero lo necesitamos para fabricar plásticos, imprescindibles en nuestra vida hoy en día, y también como materia prima para combustibles. Los cigarrillos sin embargo, además de ser cancerígenos, crean una adicción profunda debido a la nicotina. Acaban con la vida de muchas personas y generan un gran gasto para los sistemas de salud. Simplemente creo que los inversores en ocasiones nos tapamos la nariz o miramos a otro lado, y pensamos en disfrutar del retorno que nos generarán algunas de estas empresas, que pueden ser fantásticos negocios. Porque si no lo hacemos nosotros, otros lo harán.
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Podemos deleitarnos al pensar el bien que haremos cuando alcancemos la libertad financiera, el tiempo que podremos dedicar a nuestra familia y amigos, y hasta si nos dedicaremos al crowfunding y a la filantropía. Sin embargo, ¿No sería ello posible igualmente sin la necesidad de invertir en ciertos negocios?
Saludos y buenas noches desde el club de I.I.A (Inversores Inmorales Anónimos).