Recuerden que el objetivo de esta serie de posts no es llegar a una conclusión sobre que es el riesgo sino reflexionar precisamente sobre algo en lo que es difícil llegar a una conclusión definitiva o medible del mismo.
Me permitirán que inicie el artículo con un párrafo magnífico de Shiller en uno de sus libros.
La mayoría de los acontecimientos históricos, desde las guerras hasta las revoluciones, no tienen causas sencillas. Cuando estos acontecimientos se radicalizan, suele ser por una confluencia de factores, puesto que ninguno de ellos es de por sí lo bastante intenso como para provocarlos.
Roma no se construyó en un día, ni tampoco fue destruida por un ataque repentino de mala suerte. Más bien debió su caída a una diversidad de factores —unos grandes y otros pequeños, unos remotos y otros inmediatos— que conspiraron juntos. Esta ambigüedad es insatisfactoria para aquellos de nosotros que buscamos certezas científicas, especialmente teniendo en cuenta, para empezar, lo difícil que es identificar y aislar los factores causantes. Pero tal es la naturaleza de la historia, y tal ambigüedad justifica la búsqueda constante de información nueva y mejor para exponer al menos los contornos generales de la causalidad.
Como enfocar el problema del riesgo tiene una componente significativa de cómo uno intenta modelar la realidad. Es decir, que de nuestra forma de intentar acercarnos al conocimiento, se derivaran unas determinadas visiones del riesgo u otras muy distintas.
-Diversidad de factores.
Si creemos que de una serie de factores podemos deducir un único resultado posible, no tendrá ningún sentido, valorar la presencia de riesgos de otros posibles escenarios que son imposibles que se den. Cuando por ejemplo vamos a cruzar una calle, nadie valora el riesgo de que el coche que está a cierta distancia de nosotros pueda acelerar a una velocidad de varios miles de km/hora de repente y arrollarnos.
En cambio si resulta que estamos analizando la misma situación y puede aparecer un coche de improvisto por una calle que antes era de sentido contrario, es evidente que ha aparecido un factor adicional, que no estábamos considerando y con capacidad de cambiar sensiblemente los riesgos a valorar en dicha misma situación.
La historia en general y la economía en particular (que no deja de ser otro tipo de historia), sufren especialmente, a la hora de analizar que ha pasado y/o que puede pasar, esa posible presencia de multitud de factores que convierten las relaciones simples de un resultado histórico, como una recesión o una caída gorda de los mercados, con un factor concreto, normalmente pocas veces, en algo de una debilidad estadística profunda. Realmente cuesta acordarse de que igual hay otros factores que pueden alterar dicha aparente relación, precisamente por tener también gran posible influencia en el resultado final.
Recuerdo una anécdota de un profesor de historia de la física que tuve en la universidad que me comentó que en su primer trabajo precisamente cometió el error de intentar interpretar los pensamientos de un gran filósofo del pasado a la luz de la ciencia actual. Cuando se sabe ya el resultado solemos pecar precisamente de dar gran valor a según que factores, que, si nos vamos precisamente cuando aquello estaba ocurriendo, tenían más bien poco peso en la visión de la situación de los implicados. O a veces hay derivadas que si uno no conoce, no puede plantearse.
Comenta Kindleberger en su libro 1929-1939 El mundo en crisis (depresión), como el problema de las reparaciones de guerra que los alemanes debían pagar era bastante más complicado de resolver que simplemente perdonarlas, precisamente porque algunos de los países que debían recibirlos, tenían un volumen importante de deuda, producto de la guerra, que habían contraído con USA.
Y también que la impresión masiva de billetes por parte del estado alemán fuera una solución desastrosa, no significaba ni mucho menos, que otra forma de actuar del estado alemán, no hubieran terminado con un desastre similar sin una cooperación en la solución por parte de otros estados. Una cooperación inexistente en ese momento histórico.
A medida que uno profundiza en las situaciones de mucho estrés (o de mucha euforia), no pocas veces termina con la sensación de que hay factores que no había considerado y que no sabe hasta que punto podían haber influido en el resultado final.
Tendemos a intentar buscar semblanzas históricas en determinados sucesos, pero de la misma forma que buscamos precisamente que tiene de parecido la situación actual con otra de pasada, deberíamos actuar de forma parecida con las diferencias. Si analizamos dos sucesos pasados que consideramos de entrada bastante parecidos, es muy posible que encontremos factores iguales o casi en ambas, pero no creo que resulte difícil ver también diferencias si se buscan de forma objetiva.
En que medida el segundo tipo de factores pueden condicionar el tipo de resultado final no es fácil de establecer, pero su presencia debería provocar que se manifieste con bastante menos ligereza eso de que tal año va a pasar lo mismo que pasó en otro del pasado.
Es fácil por ejemplo darse cuenta que se tiende a confundir la incidencia de la habilidad del gestor en los resultados de los fondos, especialmente a medida que los plazos se van acortando. El simplemente compararse con un índice ya cambia la perspectiva, y si luego se ajusta algo más dicho índice (o se compara con varios) para reflejar mejor la tipología de activos que lleva el fondo, vuelve a variar. Si luego el fondo (o el gestor) tiene amplio historial pues se puede ver que ha pasado en otras circunstancias posiblemente distintas. Al final el factor habilidad del gestor no puede evitar riesgos que tienen que ver con el tipo de activo donde se invierte, el tipo de estrategia utilizada, el comportamiento relativo de dicha estrategia respecto a otras o la percepción de los inversores de la misma.
El error creo que es claro, pretender que un solo factor explique algo que es combinación de varios.
-La realidad: ¿simple o compleja?
Aunque en situaciones de la vida diaria igual sea más práctico utilizar la navaja de Ockham, que tiende a simplificar el problema para abordarlo, yo me andaría con cuidado con simplificar en exceso un posible problema si lo que queremos es hacer un análisis exhaustivo del mismo. Que luego en el ámbito aplicado uno se rija por todo tipo de heurísticas para simplificar la toma de decisiones, no significa necesariamente que el problema que intenta afrontar sea exactamente el mismo que tiene delante una vez ya simplificado.
Todos sufrimos cierto “platonismo” en cuanto a que tenemos tendencia a creer que la realidad está allí fuera para que nuestra mente pueda conocerla en toda su extensión y profundidad.
Sin embargo, en mi opinión, la evolución de la ciencia ofrece una visión bastante alejada de este punto de partida. Más bien tengo la sensación que nuestra limitada mente intenta captar lo que puede de una realidad que le supera de forma significativa. La sensatez humana queda completamente contra las cuerdas ante la magnitud de las implicaciones de teorías como la relatividad o la mecánica cuántica.
No les voy a obligar a tomar partido en un debate que lleva milenios existiendo sobre la naturaleza del conocimiento humano en general, y de la ciencia en particular. Lo que sí quiero mostrar es que la segunda opción no es tan decepcionante intelectualmente como pudiera parecer de entrada, a la que uno empieza a alejarse de absolutos y ver como estimulante el que con unos medios tan limitados, los humanos estemos donde estamos. Encima ofrece una cantidad “nueva” de conocimiento todavía, difícilmente imaginable con la otra opción.
Es un poco como con la inversión que la tremenda dificultad de llegar a rico no debería hacer que alguien no viera el potencial que ofrece la inversión para otro tipo de objetivos.
-Del conocimiento escéptico
Las consecuencias de la debilidad intrínseca de nuestros conocimientos suponen todo un reto a la hora de analizar riesgos. Habrá toda una batería de riesgos que uno creía poder descartar a la vista de un conocimiento muy sólido de la realidad, que en la práctica resulta que no son tan imposibles.
Ya saben que me gusta mucho decir esa frase sobre que invertir consiste en elegir riesgos más que evitarlos. Dado que precisamente en el momento que evita unos está asumiendo otra tipología de riesgos.
Por ejemplo , el que ve a la volatilidad de corto plazo de la renta variable como un riesgo muy importante que quiere evitar, suele terminar expuesto considerablemente a los riesgos de pretender hacer market timing y/o análisis macro.
Cioran tiene una frase que resume algo así como que si uno no creyera en tener un mínimo de buena suerte, el miedo le paralizaría. O lo pueden ver que, con la suficiente mala suerte, toda buena decisión se puede convertir en un error.
Igual la aleatoriedad nos genera incomodidad. Su tremendo peso en la realidad. Pero no deja de ser un reflejo de nuestra situación en el mundo. No vivimos el tiempo suficiente para interiorizar procesos que duran miles de años ( o millones), ni tenemos el tamaño para aquellos que tienen un tamaño ínfimo o enorme en comparación con nosotros.
O para entender dinámicas que afectan a millones de personas, más allá del recurso fácil de pensar que todas se mueven por la misma opinión o acaso por unas pocas opciones.
-Complejidad y riesgo.
Supone un recurso fácil ante un debate o un análisis sobre riesgos, el recurrir a la conocida coletilla de es un tema complejo. La pregunta tal vez debería ser si luego estamos dispuestos a asumir las implicaciones que tiene en cuanto al riesgo, haberla utilizado. Si el tema es complejo, es casi seguro que estamos ante riesgos que se nos escapen. Por lo tanto deberíamos ser cuidadosos luego con que conclusiones pretendemos sacar del mismo.
Tenemos tendencia a querer acotar los riesgos a un margen conocido y tolerable. Todos nos hemos sentido en algún momento más atraídos de la cuenta por parámetros como caída máxima o máximo nivel de pérdidas asumido.
En realidad la complejidad dificulta enormemente establecer esos parámetros más allá de consideraciones estadísticas. El caso peor no era el peor antes de suceder. La estadística es una herramienta interesante pero con limitaciones claras que hay que recordar. Cuando hubo el caso del tsunami que supuso el grave incidente nuclear de Fukujima, las medidas de protección de tsunamis estaban basadas en cual era el nivel superior al que había llegado un tsunami en los registros históricos que se tenían de la zona. ¿Cuáles creen que eran las razones para que no pudiera llegar a un nivel superior o incluso que ya no hubiera llegado a esos niveles superiores en otras épocas de las que no se tenían registros?
En inversión se tiene tendencia a abusar de consideraciones estadísticas para creer que el riesgo es menor del real. Nadie, o casi nadie, es lo suficientemente iluso para creer que rentabilidades pasadas garantizan las futuras, pero todos obviamos la probabilidad de que haya factores que puedan provocar desajustes muy importantes.
Precisamente las crisis gordas suelen ser momentos donde no funcionan algunas de las consideraciones pasadas y hay que rehacer la influencia de según que factores. Si algo tan primordial como el respeto a la vida humana , suele sufrir de lo lindo en según que crisis, es difícil pensar que son muy sólidos los fundamentos de cualquier otra consideración apriorística de la dinámica de la sociedad.
-Complejidad y objetivos
El tema de la complejidad complica significativamente recomendar objetivos a los demás. Siempre me queda la duda, cuando veo opiniones sobre la necesidad de invertir, hasta que punto uno se puede estar pasando con intentar imponer a los demás objetivos que no necesariamente son los suyos.
Podemos sugerir objetivos alternativos a los que otra persona tiene, podemos mostras las posibilidades que ofrecen otras alternativas, pero al que le va a tocar sobrellevar los riesgos de sus decisiones , va a ser al implicado , no a nosotros.
Ni que un camino sea significativamente mejor que otro, la diversidad de circunstancias, no suelen garantizar el mejor resultado final. Especialmente complicado se vuelve cuando el implicado no tiene la misma convicción o la misma tolerancia a según que circunstancias que nosotros. Recomendarle objetivos en base a nuestra convicción o nuestra tolerancia suele ser una mala fuente de recomendación.
Existe en los libros de inversión, una fina línea entre quedarse en libro de inversión mostrando las opciones que pueden ofrecer determinadas alternativas, a intentar convertirse en un libro de filosofía o un libro político, con el riesgo de caer en intentar imponer a los demás determinadas versiones de la realidad que precisamente la complejidad nos muestra hasta que punto pueden olvidar aspectos importantes.
El “disfraz” de libro de inversión igual no debería hacernos olvidar la otra componente.
Fíjense en mantras como invertir permite aplazar gasto actual para poder consumir más en un futuro. Si su objetivo invirtiendo es simplemente poder gastar más en un futuro, uno no debería de olvidar las posibles circunstancias que pueden hacer que ese objetivo descarrile. Una inflación muy elevada con una inversión demasiado conservadora o una cartera excesivamente pensada para condiciones económicas muy favorables en un entorno muy complicado.
Y luego que hay experiencias que no se disfrutan igual con 20 años que con 40.
Respeto profundamente y comparto significativamente la mentalidad que lleva a intentar llevar al futuro posibilidades presentes. Pero que yo y otros nos sintamos cómodos con ese enfoque no significa ni que sea el único posible ni que sea recomendable para todo el mundo. Ni tampoco que no haya probabilidades que hubiera sido mejor la otra opción.
Alabar el proceso y el camino, y disfrutarlos, no es ningún comodín para sobrellevar mejor una situación que no gusta, es la forma de hacer frente a la posibilidad, mucho más factible de lo que se cree, de que al final la complejidad nos lleve a un resultado final significativamente distinto al que creíamos. Tanto por factores externos como por evolución de la propia forma de ver las cosas.
-Complejidad y relativismo
Hay quien cree que la dificultad de llegar a conclusiones definitivas e inmutables sobre según que cuestiones, es una especie de barra libre para pensar lo que uno quiere y actuar según lo que uno prefiera en relación con ellas.
Desde mi forma de verlo es justo al contrario. La dificultad de llegar a este tipo de conclusiones precisamente lo que significa es que hay que ser tremendamente cuidadoso con la forma de abordarlas no sea que nos lleven a unos riesgos que no estamos dispuestos a asumir o que un conocimiento más profundo de la cuestión, nos hubiera llevado a tomar unas decisiones significativamente distintas.
La ciencia en muchos casos no tiene respuestas precisamente satisfactorias a muchas preguntas que uno se hace o para muchas decisiones que uno tiene que tomar. A veces incluso hay leyes científicas, como el principio de incertidumbre de Heisenberg o la segunda ley de la termodinámica que no dejan de ser una plasmación de las limitaciones de nuestro conocimiento.
Pero esto no significa que cualquier visión sea compatible con los hechos. Estamos ante el caldo de cultivo ideal donde uno corre el riesgo de pasar de un intento de análisis objetivo de los hechos con limitaciones, a una visión excesivamente ideologizada, donde se omiten, ni que sea de forma inconsciente, aquellos riesgos que no cuadran con lo que uno quiere creer.
Se pasa de una situación incierta donde hay riesgos que generan mucha inquietud por su naturaleza compleja, a unos riesgos sencillos que son mucho más fáciles de identificar e intentar combatir o acotar. Sin embargo suele ser simplemente cuestión de tiempo que aparezca de nuevo el peso de la realidad en toda su extensión y vuelvan a aparecer los riesgos que uno había intentado esconder debajo del artilugio mental que había construido.
Negarse a ver los riesgos o negarse a que existan dado que no cuadran con la visión que uno tiene del mundo no nos hace inmunes a ellos. Más bien nos termina exponiendo más de la cuenta a ellos.
Por ejemplo los inversores empeñados en “conservar” su dinero a toda costa, se niegan a aceptar la temporalidad de las posesiones o de su valor. Cuando no existían los estados no era precisamente más fácil conservar uno sus posesiones y aunque puedan existir posesiones con cierta capacidad de conservar su valor, ningún valor divino impide que otros puedan intentar hacerse con ellas. Aprovechándose precisamente de la estructura del estado o simplemente haciendo valer, en otras circunstancias, su mayor poder o sus mayores recursos.
-Modelizar la Complejidad
Llegado a este punto uno podría tener la tentación de concluir que será mejor un modelo muy complicado a uno más sencillo. Yo creo que de ninguna de las dos maneras nos vamos a escapar que la complejidad termine pudiendo poner en cuestión dicho modelo. Asignar pesos a los distintos factores se convierte igualmente en una labor difícil y con notables opciones de que uno termine con la sensación que según que aspectos no los había considerado adecuadamente, por exceso o por defecto.
Y si el modelo es muy complicado, se complica significativamente también el poder hacer un seguimiento del mismo. Nuestra mente da para lo que da, y al final complicar el modelo no vuelve a nuestra mente más capaz de considerar muchos factores a la vez.
En los libros de economía conductual, los que tenemos cierta tendencia a reírnos de las miserias humanas, más como efecto terapéutico que otra cosa, solemos disfrutar como gorrinos en un maizal. Sin embargo aunque uno pueda ver hasta que punto le pueden llevar a errores los sesgos, intentar escapar de ellos suele tener tendencia a hacernos caer en otro tipo de sesgos. Que uno pueda caer en el riesgo de aversión a la pérdida no significa que no pueda caer también en un exceso de temor a la pérdida de coste de oportunidad. Tan dañino puede terminar siendo el primero como el segundo.
Aquí la navaja de Ockham suele tener su valor. En muchas ocasiones complicamos las explicaciones de los fenómenos, no por pensar en la naturaleza compleja de según que tipo de fenómenos, sino por preferir la explicación que más cuadra con nuestra visión de la realidad. Complicarlos es la única manera de conseguir , en esos casos , que siga cuadrando. No obstante la consciencia de la complejidad realmente lo que hace es que uno asuma que nunca va a cuadrar del todo. Que de otras formas se pueda explicar lo mismo nos ofrece marcos de análisis que nuestra visión de la realidad no nos debería hacer descartar de entrada.
Puede uno fijarse en la naturaleza de según que supuestos debates sobre modelos económicos o tesis de inversión. Uno está muy predispuesto a complicar lo que sea necesario los argumentos que apoyen su puesto de vista. Sin embargo cree de lo más grotescos aquellos que complican la posición que cree en el lado opuesto, y también le cuesta un mundo aceptar que los posibles planteamientos a considerar son mucho más que los dos que considera.
Entre que el bitcoin valga millones de dólares o no valga nada existen gran cantidad de escenarios intermedios. Y la historia monetaria ofrece muchos ejemplos de supuestas innovaciones financieras que han terminado de multitud de formas distintas. No sólo de dos.
Aquí la historia, si se tiene la paciencia para mirarla desde distintas ópticas y se busca con cierto espíritu crítico, toda clase de ejemplos, suele ofrecer precisamente una diversidad de posibles resultados que ya han pasado, que a nuestra mente le cuesta bastante más de imaginar de entrada.
-Sobre la componente humana
En el caso de los sucesos donde intervenimos los humanos, se suma un factor extra a la propia complejidad natural. Un factor que suele ser difícil de establecer desde el punto de vista de otras disciplinas más científicas. Y es la naturaleza humana.
Hasta que punto el propio comportamiento humano es capaz de alterar la naturaleza inicial de ciertas cuestiones económicas. Los intentos de modelizar, ante la dificultad de pautar comportamientos humanos que pueden diferir significativamente en la práctica, suelen buscar simplificaciones .Un ejemplo clásico es que los humanos actuamos siempre de forma racional para maximizar nuestro propio beneficio . Como si todos los humanos consideráramos igual lo que supone un beneficio para nosotros o nuestra aplicación de la racionalidad fuera exacta.
Una vez más vuelvo a los ejemplos históricos con uno que no me canso de repetir con unas consecuencias difíciles de establecer y modelizar a la que uno intenta extrapolarlo a cualquier otro ámbito.
En la burbuja inmobiliaria y crediticia que explotó en 2008 había un factor considerablemente distinto sobre los préstamos hipotecarios especialmente en USA respecto a los históricos. Se daban préstamos a personas que, cualquier análisis razonable del riesgo, en las situaciones vividas con anterioridad, habría comportado que no se lo dieran.
Ya ven, uno puede argumentar en favor de la tesis que defiende, cualquier comportamiento histórico previo generalizado, que la garantía que se mantenga, en el caso que haya un factor humano significativo, no es tan fácil de establecer a priori.
El argumento de Hume en cuanto a la debilidad del conocimiento humano, sobre que no tenemos ninguna garantía que las leyes del pasado sigan funcionando en el futuro, que parece racional no hacer mucho caso en ciencias naturales, se convierte en toda una premonición en cuanto uno se mete en las ciencias sociales, precisamente por la naturaleza adaptativa del propio comportamiento humano.
Para terminar, hasta el siguiente artículo de la serie, que quien sabe cuando va a emerger, les recomiendo un par de magníficos artículos de @Cygnus A la deriva entre icebergs y El horizonte de complejidad . Sin duda bastante más capaz que un servidor de convertir las divagaciones en algo más tangible y práctico.