El ciclo económico de la tecnología disruptiva

Continuación de mi anterior artículo: La Inversión en tecnología

Uno de los grandes éxitos del capitalismo ha sido el enorme progreso tecnológico que ha propiciado y que es el origen último de la abundancia en la que vivimos.

Resulta, por tanto, de vital importancia para el inversor entender como interacciona la evolución tecnológica con la economía y los mercados financieros.

Para ello nos valdremos de la guía que nos proporciona las teorías de la Dra. Carlota Pérez en su libro “Revoluciones Tecnológicas y Capital Financiera” que han inspirado este escrito.

El primer concepto importante a tener presente es que cuando la evolución tecnológica viene de forma gradual, acumulando pequeñas mejoras poco a poco, estas acaban teniendo un valor económico marginal decreciente.

Por ejemplo, mejorar un motor de combustión para que pase de consumir 16 litros a 8 litros a los 100 km supone mucho más ahorro que pasar de 8 litros a 4 litros a los 100 km. Además, las innovaciones para pasar de 8 litros a 4 litros van a incrementar el coste y la complejidad del motor mucho más que al pasar de 16 litros a 8 litros.

Esto también significa que, con el tiempo, los incentivos para innovar descienden y se llega a un periodo en el que consideramos que la tecnología está madura. La consecuencia es que no hay grandes diferencias entre los diferentes competidores y esto acaba reduciendo los márgenes y los retornos por inversión.

Ante una economía con bajos márgenes y pocos retornos, los inversores buscan alternativas y de pronto, invertir en tecnologías novedosas y disruptivas, puede compensar el riesgo que se asume ante otras alternativas. Se empieza a gestar una revolución tecnológica.

El ejemplo anterior es una simplificación en la que me centro en una tecnología concreta, pero las disrupciones no se circunscriben a una sola tecnología, sino que suelen venir como un conjunto de nuevas tecnologías (químicas, materiales, ingeniería) que se refuerzan una a otra y van acompañadas de nuevas formas de gestión empresarial que se adaptan a esa nueva economía, como por ejemplo, la producción en cadena introducida por Ford.

Al principio la nueva tecnología solo es capaz de aplicarse en nichos muy concretos, pero poco a poco se va generalizando su uso. En ese momento, la mayor rentabilidad que ofrece y las mejores perspectivas de crecimiento atraen cada vez más y más capital. Tanto inversores como emprendedores se suman a la moda.

Cuando ya casi no queda capital para invertir, el mercado financiero tiende a innovar creando nuevos instrumentos que permiten apalancar las inversiones. Al principio las ganancias hacen viables estos apalancamientos, pero poco a poco las valoraciones suben hasta niveles estratosféricos y el desastre se vuelve inevitable. Estalla la burbuja y se crea una crisis financiera.

Durante la crisis financiera quiebran gran parte de las empresas de la “nueva tecnología”, especialmente aquellas sin beneficios, pero perduran las que tienen un modelo de negocio viable, aunque sus valoraciones también van a bajar.

Una vez se llega al punto más bajo de la crisis, empieza el periodo de oro (o de sinergia) de la nueva economía. Durante este periodo, los inversores y las empresas empiezan a dominar la nueva tecnología y a valorarla correctamente por las mejoras a la productividad que ofrece. La economía en su conjunto y, en especial, las empresas tecnológicas crecen de forma extraordinaria.

Este periodo se extiende hasta que la nueva tecnología alcanza todos los sectores productivos y todos los países. En ese momento, el crecimiento se ralentiza y se pasa al periodo de madurez.

Durante el periodo de madurez, ya no hay crecimiento expansivo ni ventajas competitivas de la, ya vieja, tecnología. Los márgenes disminuyen cada vez más y el capital empieza a arriesgar en nuevas tecnologías que empezarán un nuevo ciclo.

Esto es un ciclo que se ha repetido multitud de veces. Desde la invención de la rueda, no hubo una innovación en el transporte terrestre hasta el desarrollo de los canales navegables en el S. XVII. Esta fue superada por la invención del ferrocarril en el S. XIX y luego por el motor de combustión en el S. XX. Y, aunque una nueva invención no hace desaparecer la anterior, sí que la supera en magnitud y valor económico.

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En el próximo artículo hablaré del ciclo actual, cuál es mi visión al respecto y qué perspectivas veo.

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Hola, gracias por compartir.

¿Cómo reconcilia una teoría schumpeteriana-minskyana, por llamarlo de alguna manera, como la de la profesora Pérez con llevar Tesla de número 2 cuando el mercado todavía no parece descontar ese proceso característico de erosión de la posición monopolística vía márgenes e intensidad de capital? Si cree que sí lo está descontando, ¿puede compartir su modelo?

Saludos!

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¿Qué piensa de la capacidad de innovación de Tesla frente al resto de competidores automovilísticos “legacy”?

¿Cómo cree que puede ayudar el negocio en energía solar o almacenamiento en baterías a soportar la posición de Tesla?

¿Qué grado de crecimiento espera Vd. en el mercado de vehículos eléctricos? ¿Cómo de grande se puede hacer aún el pastel?

¿Qué grado de postureo ofrece Tesla y su compromiso con la sostenibilidad para darle una prima adicional?

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No era mi intención hablar de compañías concretas en este escrito, pero ya que hay interés del caso concreto de Tesla, puedo esbozar los principales argumentos de esta inversión.

Primero precisar que Tesla ya no es la 2 posición del fondo. Lo fue cuando bajó de $120, pero cuando recuperó los $200 bajé la exposición. En este momento es un 3,8% del fondo y es la 6 o 7 posiciones del fondo. El precio medio de compra es de $138.15

Las ventajas competitivas que yo veo en Tesla son:

  • Ventaja tecnológica, especialmente en eficiencia energética y software.
  • Red de cargadores rápidos.
  • Apuesta por la conducción autónoma
  • Gestión empresarial ágil, lo que le permite reducir costes.

Creo que tiene una ventaja tecnológica de 5 años respecto a la competencia, que, especialmente en el software, no veo fabricantes con la mentalidad de alcanzarle.

La red de cargadores rápidos es un gran argumento de venta para sus vehículos, no solo por la disponibilidad de cargadores, sino por la simplicidad de uso y la fiabilidad respecto a otras redes.

La conducción autónoma es una opcionalidad. Es decir, tal cual están los coches ahora ya se venden muy bien. Si se consigue la conducción autónoma antes que la competencia, el volumen de negocio que puede suponer es enorme. El punto fuerte de Tesla es que tiene 3.000.000 de coches captando datos en las carreteras, algo fundamental para la Inteligencia Artificial y que nadie más puede hacer ni ahora ni en un futuro próximo.

Las innovaciones en gestión empresarial de Tesla son, quizás, el punto más desconocido por el público y a la vez su mayor “moat”. No hay nada más difícil que cambiar la cultura de una gran empresa. En Tesla, todos los trabajadores tienen acceso a las métricas en tiempo real para que sean conscientes cuando hay problemas y que todos puedan aportar ideas de como mejorar de forma continua. Una descripción de como funcionan internamente se puede entrever en esta entrevista a un ex-empleado de Tesla.

En cuanto a la valoración, en empresas disruptivas siempre es aventurado hacer previsiones de futuro detalladas, mas cuando las incógnitas son tan grandes. Simplemente, vamos a hacer un ejercicio de comparación entre Toyota y Tesla con datos actuales.

Estos son sus números:
TMvsTSLA

El EV de Tesla es 1,41 veces el de Toyota. Para que tuvieran una valoración EV/Net Income igual, Tesla tendría que tener 26,2 B de beneficios, lo que, si mantuviera márgenes, serían unas ventas de 191 B o 2,9 millones de vehículos. Para conseguirlo tiene que crecer al 20% durante unos 4 años aproximadamente.

Es previsible que los márgenes bajen y el crecimiento diminuya, pero también es previsible que sus ventas no se estanquen a 3 millones de vehículos, por lo que, una vez alcanzado a Toyota en beneficios, aún tendría margen de crecimiento. No tengo en cuenta aquí las otras divisiones de Tesla.

Se pueden hacer muchos números aquí, pero los márgenes de error entre las hipótesis optimistas y las pesimistas son tan enormes que difícilmente se justifica entrar en el detalle.

En la actualidad no me parece una valoración disparatada y la opcionalidad de la conducción autónoma y sus innovaciones en gestión empresarial me parecen sus puntos más fuertes que inclinan la balanza rentabilidad/riesgo.

También pesa aquí la ausencia de deuda neta, lo que le quita mucho riesgo, y le da margen para crecer orgánicamente de forma sana.

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He publicado la continuación de este artículo en:
La situación del ciclo tecnológico

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