Hay una cierta belleza intrínseca, a cómo recordamos el pasado. Los seres humanos tenemos una tendencia natural a dulcificar nuestros recuerdos. Recordamos la infancia como aquel bello tiempo en que teníamos todo el reloj de arena por delante, o el tiempo de la adolescencia, como aquellos momentos en que nos abríamos a explorar y descubrir el mundo, teniendo pocas responsabilidades. Las resacas no eran lo que son hoy en día, y en general todo aquel territorio pasado, no era más que una leve y agradable brisa, que pasó en lo que duran dos pestañeos.
Recordamos con satisfacción ese tiempo de lucha, con aquellas largas noches y días de frustración acumulada, donde nada salía como queríamos. Las batallas perdidas, que todos tenemos, y que en aquellos momentos se vivieron con una lente de pintura carmín, de la sangre que nos dejamos en las mismas, al secarse, van dando paso a tonalidades más suaves, y nos queda el recuerdo de las enseñanzas que nos dejaron aquellos días.
Entre el recuerdo y la verdad, hay una zona desmilitarizada que evita que nos adentremos demasiado para romper ese frágil equilibrio. El presente, es sólo un enterrador a tiempo parcial, cuya principal misión es echar a las vivencias efímeras, de un lado de la valla al otro.
A todo este proceso de dulcificación, lo conocemos como idealización. Idealizar, es un mecanismo de autodefensa, que nos protege y nos ayuda a crecer, eliminando las pieles muertes, y dejando regenerar las nuevas. Sólo los muertos pueden vivir en el pasado, y los ilusos en el futuro. El presente, para bien o para mal, no tiene la costumbre de hacer prisioneros.
Si no creen en lo que les digo, piensen en toda la narrativa y literatura en torno al parto. Ese momento de dar a luz, tan mágico en la literatura y tan idealizado. Momento en que las madres, traen la vida al mundo. Miles y miles de bellos textos y recuerdos, sobre ese momento.
La realidad sin embargo, no se anda con paños calientes. El parto, vivido en primera persona, es sangre, vísceras y desechos. Es sufrimiento y dolor. Quien lo haya vivido, simplemente lo sabe.
¿Qué diferencia, verdad? Es bien cierto que toda la narrativa sobre el mágico alumbramiento no se excede en mostrar estas características tan poco agradables. Estos olores y caras descompuestas. Las preocupaciones, las caras de miedo, las largas horas en algunas ocasiones, y un largo etcétera de pedazos descarnados de realidad, tan molesta como necesaria.
En este momento, ustedes se preguntarán…¿y todo esto a santo de qué? . No se preocupen, pues de momento, creo, no he perdido del todo la cabeza. La respuesta es sencilla. Porqué pasamos media vida viviendo en la otra cara de la moneda, en una Arcadia feliz, del amor y felicidad, en que vemos la realidad que nos imaginamos y queremos ver, en lugar de la que crudamente es.
Esto sucede en casi todas las áreas de la vida. Podría ponerles muchos ejemplos, pero prefiero que ustedes busquen los suyos, y si pueden los compartan. El liderazgo por ejemplo, es un claro campo abonado para la bella narrativa fácil de digerir. “Un líder siempre va delante” , “El líder bla, bla, bla…” . Todo esto , si usted ha liderado personas, sabe que es pura basura. Hay tantos tipos de liderazgo como personalidades, y que liderar, significa ir desplazando el poder de unos a otros en función de “quien es el que más sabe de ese asunto”. Los mejores líderes suelen ir a lo que hay que hacer, y se dejan de florituras y romanticismos. Cuando estás de problemas hasta las ojos, y si no ejecutas bien te cae un problema encima de tres pares de narices, con el reloj marcándote las horas y tu cliente apuntándote con una recortada en la nuca, las bellas lecciones de liderazgo las puedes tirar por el sumidero, y te debes centrar en quien es el que más sabe en ese momento, y por tanto debe decidir el plan, y darle el cetro de mando, para que ejecute su trabajo. La leal infantería, suele ser quien saca del atolladero esas situaciones tan incómodas, pero ellos no tienen la estilográfica, de modo que serán siempre sus jefes, los que se apunten el tanto, creando la bella narrativa de lo bien que pensaron la estrategia para alcanzar el éxito. Así se escriben la mayoría de libros de management. Miles y miles de psicópatas, como Ray Kroc, que pese a haber cimentado su riqueza en un expolio de dudosa ética, es hoy ejemplo para muchos que prefieren no ver a la tipología de individuo que realmente es. Todos estos “fanáticos inteligentes”, que idealizamos, y que yo preferiría no tener cerca en un radio de quinientos kilómetros. Del personaje creado, a la persona real, hay una distancia que se podría cubrir pisando de parte a parte de Estados Unidos, sobre los cadáveres que guardan en los armarios.
Algo parecido pasa con el mundo de la inversión, y esa es la razón por las que les he llevado a dar una pequeña vuelta por el extrarradio de la autovía +D-30 , antes de meternos en harina y viajar al centro de la cuestión.
La idealización, es un proceso tan potente, como destructivo, pues uno acaba pagando un peaje demasiado caro, al desconectar el pensamiento propio e independiente. Uno idealiza formas de invertir, inversores estrella y un largo etcétera de lugares comunes, que le convierten a uno, en miembro de una tribu. En la tribu, en la cámara de eco, se está bien, se está caliente, y reconfortado, pues todo lo que los miembros de la tribu dicen, se aplaude por los compañeros de la tribu.
Sólo hay un principio que no se debe abandonar nunca. Ir en contra de los mandamientos de la tribu. Te perdonarán todo, menos que cuestiones sus creencias. Escribí por Twitter hace ya bastantes meses, cuando tuve algún que otro desencuentro con otra tribu bastante talibán protegiendo a su líder.
Hace algún tiempo, mis amigos de Objetivo 2035, me invitaron a dar una charla sobre cómo veía yo el mundo de la inversión, y recuerdo que yo veía la inversión, como la playa de Omaha el Día D. Donde todos nos acercábamos a la playa, y teníamos la posibilidad de sobrevivir si llegábamos a tomar las posiciones alemanas (Observen como aquí yo mismo utilizo la idealización).
En función del entrenamiento, uno aumenta sus posibilidades de sobrevivir. Si la tarde de antes de desembarcar te has ido a tomar pintas a Oxford Street, y no has cogido un fusil en tu vida, ni has oído el sonido de un mortero a tu lado, lo normal es que seas carne hecha jirones en la playa. Si por el contrario te has adiestrado bien, y ya has vivido más batallas similares, nada te garantiza sobrevivir, pero creo que todos estaremos, más o menos de acuerdo, en que aumentarás aunque sea un poco, tus posibilidades de salir vivo.
Veo con cierta tristeza, como muchos amigos inversores, ven como un activo prácticamente sin riesgo, el invertir en un MSCI World, o un SP500. Parece que está claro, que es evidente que comprando esto, tienes garantizado quedar segundo, sea lo que sea quedar segundo.
Tampoco mejoran mi tristeza, los profetas de la religión pasiva, cuyos cimientos hace años que abandonaron. Enarbolar banderas, siempre fue rentable.
Me apena ver, que “invertir con visión empresarial”, se ha convertido en una categoría en si misma, defendida por gente que realmente no ha sufrido nunca una empresa, ni tomado en sus propias carnes decisiones de asignación de capital alguna.
Me invade la melancolía, cuando una empresa que compone, pasa a verse como una característica, como si de un Gore Tex se tratase, que sólo aplica a unas pocas compañías, que cumplen los criterios de algún Organismo Regulador, que tampoco deja muy claro cuales son los criterios para que una empresa entre o salga de esta particular Certificación.
Me duele ver cómo se le da más peso al “temperamento”, que a tener un criterio propio acerca de las cosas. Como si fuera suficiente tener buen carácter mientras uno permanece invertido en una bomba de relojería envuelta en celofán. A muchos les gustará el temperamento de los músicos del Titanic, pero en esta particular aventura inversora, mejor dejar el romanticismo a un lado, y buscar un bote salvavidas para cuando vengan mal dadas.
El mundo inversor, y más en épocas alcistas, lo admite todo. No hay nada mejor que idealizar algo, para poder anular el sentido crítico. El éter del verde, hará el resto. Ese verde que emborracha e ilumina las subidas. Que hace que los managers, muchos de ellos auténticos sociópatas, se suban al Olimpo de los Líderes, dejando de lado a la leal infantería que los llevó hasta allí. Que potencia a empresas que no tienen nada detrás que las sustente, a crear narrativas que justifiquen ese cambio del sentimiento inversor. Que hace que se pague cualquier precio por empresas que crecen hasta el infinito. Que crea falsas expectativas sobre los índices. Que…
Y las tribus bailan y bailarán alrededor de las hogueras. Bromeando sobre cuando llegará el momento de atacar a la tribu vecina. Algunas borrachas de éxito, otras escuálidas de malos resultados, pero con las arcas llenas y acumulando más y más monedas de oro a costa de un cuento que cada día se traga menos, pero que se sigue vendiendo.
Los chamanes de las tribus seguirán impulsando sus narrativas. Defendiendo a capa y espada que después de ellos, Finisterre y los Krakens. El negoci, es el negoci…
Y tú lo ves todo desde tu lugar en el mundo. Asistes a este particular teatro de operaciones, sabiendo que tu también puedes estar perfectamente equivocado, y que de hecho es muy posible que lo estés, pero que puestos a espichar, mejor hacerlo con las botas puestas y sujetando tu el volante.
No se dejen aconsejar por nadie que les traiga la verdad absoluta. Por supuesto, no me hagan el menor caso, porque mis circunstancias son mías, con mis ingresos, mis intereses y mi vida, que no tienen porque coincidir en absoluto con los suyos. Aprendan, lean, pasen un tiempo en una tribu, y váyanse luego a otra, y cuando terminen en esa, visiten otra. Tomen lo mejor de cada tribu, ríanse juntos y aprenda con ellos. Desafíe a los líderes y encabrónenlos, para llevarlos al límite de sus teorías. Coja lo bueno, deje lo malo. Haga su propia tribu. Destrúyala cuando ya no sirva.
Me sabe mal dejar algunas tribus. Habían buenos amigos. Fuera , hace más frío. Pero hay que salir. +D es una tribu de tribus. Úsenos, y destrúyanos cuando le llegue su momento. Viva su vida no idealizada. Le aseguro, que gracias al recuerdo de las vísceras y la sangre, mi recuerdo de los dos enanos que he tenido la suerte de tener, es más vivo que cualquier ideal. Pero no puedo negar las vísceras y la sangre, pues fueron y son, parte de la historia. Y esa historia, es mi historia.
“Pero hubo también falsos profetas en el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente sectas de perdición, y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos perdición acelerada. Y muchos seguirán sus perdiciones, por los cuales el camino de la verdad será blasfemado; y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas, sobre los cuales la condenación ya de largo tiempo no se tarda, y su perdición no se duerme”
2 Pedro2:1-3 Sagradas Escrituras (1569).
" También guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? De esta manera, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol podrido lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol podrido llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, se corta y se echa en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis."
Mateo 7:15-20Sagradas Escrituras (1569)
“Nada es inmutable, salvo el cambio”