Ayer me hablaron de una persona que acaba de contratar un curso con este… ¿mentor?
La verdad es que es muy triste, a la par que frustrante, porque no hay nada que se pueda hacer para explicar lo que esto es.
La persona que lo contrató está en una edad muy complicada, donde el sesgo de confirmación y la voluntad de llevar la contraria anulan cualquier otra capacidad mental. Además hasta límites impensables. Llegando a generarse un verdadero conflicto si tan siquiera se intenta debatir sobre el asunto.
La única esperanza que queda es que, a esas edades, 350€ son una fortuna, y se ha tenido que rascar “su bolsillo” quitándoselo de sus ahorros. Ahora, toda la esperanza está puesta en que aprenda la lección.
Aunque también hay mucho temor. Yo lo comparo con cuando te dicen “tú puedes tirar esa pared de un cabezazo”. Y vas y le endiñas con todas tus ganas. Aquí es donde entran los dos posibles resultados:
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Cuando ves sangre, piensas: aquí ha fallado algo. Y recapacitas y asumes el error.
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Cuando ves sangre dices: si a mí me está sangrando la cabeza, es que el tabique está a punto de caer, ¡le voy a endiñar más fuerte!
Esperemos que la opción que acontezca sea la correcta.