Al final, es cierto que estamos volviendo una y otra vez a los mismos argumentos, tanto a favor como en contra. Depués de leer todo lo escrito desde ayer he recordado al profesor Pablo Fernández en la charla que dió en Value School cuando presentaron el libro de John Bogle. En un momento de la charla afirma con mucha razón que, aunque algunos pretenden convencernos que el mercado de acciones es distinto y que los humildes mortales no pueden participar en él sino es de la mano de expertos o de un profundo análisis, al final dijo literalemente “es como un mercado de tomates”.
A lo largo de mi vida he comprado varios inmuebles y les aseguro que no soy ni promotor iinmobiliario ni he tenido una empresa de construcción en mi vida. Asimismo he adquirido numerosos vehículos y los he comprado sin ser mecánico ni ingeniero de automoción. Además de todo ello, he comprado innumerables aparatos electrónicos y ni soy ingeniero informático, ni electrónico, ni tengo por lo tanto un conocimiento profundo de las “tripas” de dichos artefactos. No sigo enumerando, no es necesario, pero todos los que me leen hacen exactamente lo mismo todos los días.
A pesar mi falta de conocimiento, la calidad de todo lo que he adquirido ha sido razonablemente satisfactorio en relación a su precio y, en general, la calidad ha ido en aumento y el precio en términos reales ha disminuido de forma evidente. La pregunta surge de forma autómatica, ¿Cómo es posible esa evolución tan positiva si realmente debieramos estar, entre todos, distorsionando el mercado por falta de conocimiento?. La respuesta es bien simple: El capitalismo tiene un mecanismo que es la competencia que hace que los agentes empresarios estén en una búsqueda contínua por la mejora de sus productos y la reducción de sus precios con el objetivo de vender más y obtener mayor lucro. La consecuencia es que personas sin ninguna formación en aquéllo que compran obtienen unos productos de alta calidad a un precio excelente. Donde no existe competencia - como era en los países de socialismo real - el mayor experto en automóviles sólo era capaz de comprar un artefacto obsoleto.
El mercado de acciones es un mercado como los demás, donde existe un nivel de competencia altísimo: millones de ojos están intentando todos los días superar al mercado seleccionado acciones, quieren, en definitiva, tener el mejor producto del mercado. Resulta, sin embargo, que el 95% no lo consigue, así que parece ser que la competencia por superar al mercado deriva en unas asignaciones de precios muy pero que muy eficientes en relación a la calidad de las acciones que se adquieren y no parece que abunden los “tesoros ocultos”. La consecuencia es, como en el resto de los mercados, que aquél inversor que compre todo el mercado obtendrá un producto de alta calidad a un precio razonable.
En cualquiera caso, no hay que inquietarse por el aumento de la indexación porque la competencia hará correctamente siempre su trabajo: Si en algún momento la indexación crece de tal manera que desaparece la competencia por superar al mercado y los precios de los activos pasan a ser absurdos, cualquier gestor activo por mediocre que sea superará al mercado y atraerá capital superando ampliamente el rendimiento de la indexación. Y ello levará a que cada vez más gestores se hagan activos y mas inversores trasladarán su dinero a la gestión activa, hasta que se busque de nuevo el punto de equilibrio.
Al final, como sucede en los vamos comunicantes, el agua siempre alcanza la misma altura en ambos lados…porque entre otra cosas “Lazarillo de Tormes” siempre anda, igual que hace quinientos años, buscando oportunidades para lucrarse allí donde las olfatea, lo cual deriva en una eficiencia pasmosa en el comercio de cualquier cosa…