Quizás sea irrelevante y lo tome como uno de mis malos chistes, pero es la pura realidad.
Vivo en un barrio de “burgueses con posibles”, ya sabe, en realidad más burgueses que con posibles. Construyeron un inmueble colindante al mío y aproveché para comprar dos plazas de parking, de eso hace unos años. Son dos plantas enormes y más de trescientos vehículos aparcados.
Pues bien, cualquier mejora, hasta la más mínima, origina larguísimas discusiones de las que puede conocerse la vida familiar, económica, profesional e, incluso, sexual, de cada uno de los propietarios. Vista la experiencia, en la última reunión me acompañé de una cama camping para estar más cómodo.
El asunto versaba sobre la necesidad de instalar una nueva puerta del parking, con un motor más adecuado, adecuación de instalaciones y un rebozado general, sin excesos. En resumen, de 150 a 200 euros por plaza según tamaño, en dos pagos para facilitar el desembolso.
Finalizada la reunión le comenté a Paco, mi vecino de plaza, un opositor general a cualquier cosa que signifique una derrama:
-
Paco, no te pongas así, las instalaciones van teniendo años y hay que mantenerlas. Además, vaya cochazo nuevo te has comprado, no te vendrá de 200 euros.
-
Pues mira, precisamente por eso no tengo ni un euro.
No quiero ni imaginarme lo que puede ser discutir por una nueva instalación general eléctrica con cargadores, mínimo 1.000 euros por plaza. Lo digo porque no me veo acompañado con tienda de campaña del Decathlon, colchoneta, saco con esterilla y hornillo de cocina para pasar una noche de discusiones el día que se plantee por un propietario de un coche eléctrico.
A no ser que sea Paco el interesado, naturalmente.