Buenas. Gracias por su post y suerte con su blog. Quisiera dejar mi pequeña y humilde aportación de lo que a mi juicio entiendo por “verdad”, su búsqueda y el relativismo.
¿Qué entendemos con “verdad”? Creo que la gran mayoría podríamos definirla de forma razonable como la relación entre un enunciado y los hechos que describe. Un enunciado es cierto si, y solo si, se corresponde con los hechos. Por “hecho” entendemos “aquello que ocurre o ha ocurrido”, es decir, la realidad de las cosas. ¿Por qué no podemos hablar de verdad futura? Simplemente porque no hay hechos que correspondan y con los que poder verificar un enunciado expuesto.
Por lo tanto, a mi juicio, el dilema filosófico en torno al concepto de “verdad” no es tanto metafísico (pues la gran mayoría entendemos su esencia), como epistemológico (la dificultad para conocer e interpretar los hechos tal como han sido o son). Conocemos la noción de verdad, pero tenemos dificultades en encontrar un criterio que nos permita tener la certeza de saber si un enunciado es verdadero o falso.
Ahora bien, de una supuesta premisa “no existe ningún criterio general de verdad” no puede extraerse la conclusión de que la elección entre dos o varias teorías deba ser arbitraria o equidistante, pues, necesariamente, unas estarán más próximas a los hechos que otras. Es la diferencia entre falibilismo y relativismo.
El falibilismo defiende que todo conocimiento es una sucesión de conjeturas que van siendo probadas y rechazadas, y que nos permite ampliar nuestro conocimiento y acercarnos a la realidad de los hechos. Es un pensamiento crítico que considera que el ser humano es falible y que su conocimiento avanza sobre los pasos de la vía apofática. Se aleja del nihilismo que considera imposible todo acercamiento a la verdad pero a su vez también del absolutismo dogmático de posesión de la verdad. Es la base por ejemplo del método científico.
El relativismo, por su parte, no deja de ser una forma de nihilismo. Niega el concepto metafísico de “verdad”, es decir, la negación de los hechos objetivos y considera por lo tanto que dos partes en desacuerdo, incluso opuestas, pueden estar a igual distancia de los hechos. Deja de existir la propia existencia de la realidad externa, los datos y hechos objetivos. Todo depende del sujeto, el objeto deja de tener propiedades per se. Pero, si no existe un concepto de verdad, que no es otra cosa que el entendimiento de las cosas, y da lo mismo si 2+2 pueden ser 3, 4 o 5 ¿Por qué entonces seguir avanzando hacia el conocimiento? ¿De que otra forma ha evolucionado el ser humano si no es a través de la búsqueda por entender los hechos y objetos que nos rodean y aproximarnos a esa “verdad”? Ese relativismo pesimista pertenece al mundo de la fantasía, y choca frontalmente con la realidad de la evolución del conocimiento humano, basada en la refutación de teorías, y reemplazadas por otras que se aproximan más fielmente a los hechos observables. Plasmado, por ejemplo, en la evolución del conocimiento en el campo de la mecánica celeste, empezando por Copérnico, pasando por Kepler, Newton y acabando por la relatividad general de Einstein, cada teoría nos permite entender con mayor precisión y profundidad los movimientos celestes. Lo cual no hace la teoría de la relatividad general infalible, pero si más cercana a la verdad (a los hechos observables) que la de Copérnico, y por supuesto del geocentrismo de Ptolomeo.
De ese relativismo intelectual, y ahí viene mi crítica, derivan los sofistas, la dialéctica de Hegel, el materialismo de Marx, la retórica… Actualmente nos encontramos en la cumbre del relativismo intelectual, del que derivan el moral y cultural, con la proliferación de movimientos e ideologías posmodernistas, basados en un subjetivismo patológico que niega cualquier cosa parecida a una realidad común. Nos estamos acercando cada vez más a escenarios distópicos Orwellianos, con sus giros lingüísticos análogos a la “neolengua” del Partido o la reescritura de los textos históricos o literarios del pasado para encajarlos en la narrativa presentista. En España tenemos el caso flagrante de la “Ley de (des)memoria histórica” o todos esos movimientos globales de censura al cine o literatura clásica por no cumplir los estándares de lo políticamente correcto de hoy día. El problema no es tanto que ese relativismo se haya podido infiltrar en el terreno de la cultura, sino que se está asomando incluso a campos como la biología.
Para concluir, a mi juicio nos encontramos ante una falacia del falso dilema. Que rechacemos una idea absolutista de la verdad no significa que tengamos que adoptar su contrario, un relativismo intelectual. Existe un “gradiente de certeza” que nos permite poder medir la certeza entre dos o varias teorías y seguir avanzando en la búsqueda de aquella que se acercará más fielmente a los hechos observables.
Un saludo