Dirigida por Michelangelo Antonioni “La aventura” fue estrenada en 1960 y presentada al festival de Cannes ese mismo año, en un primer pase del film se generó en el público una tremenda incomprensión llegando al límite de ser abucheada, la película muy adelantada a su tiempo definía la modernidad del cine elevándolo a la categoría de arte, mucho más allá del cine de entretenimiento, político o social como estaba Italia acostumbrada en la época. Se encontraba Antonioni ante una película sin público por varios motivos, entre otros por una ruptura con los acostumbrados métodos aplicados por los guionistas de la época, encajaba muy mal por ejemplo que la supuesta protagonista femenina de la película desapareciera al poco de comenzar y poco a poco se fuera difuminando su recuerdo, así quedaba un público expectante durante toda la proyección en una aparición que no acaba de producirse, también encajaban muy mal los largos planos de actores solitarios sin hablar, en contacto con una naturaleza salvaje, como el viento, la furia de mar o un paisaje tan bello como asolador, encajaban mal las largas escenas mudas de palabra pero excelsas en fotografía y composición, encajaba mal, y bien está decirlo, una genialidad de película pretendidamente vendida como una historia de amor para un público que esperaba eso, una historia de amor con final feliz. Resultado: abucheos risas y aburrimiento en esas largas escenas de incomprensión. Pero alguien había en Cannes en 1960 con una visión un poco más de largo plazo, el primero era Rossellini, con su firma en cabeza y otras cuantas más se propuso así en una carta con la que se desayunó Monica Vitti un segundo pase de la cinta, en la cual contra todo pronóstico triunfó.
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Y nos haremos de nuevo la pregunta de qué puede un inversor ver en esta historia, lo principal que se puede ver es que se supera con creces la calidad cinematográfica, muy por encima de lo cabría esperar por el público en general como por gran parte de los expertos que conformaban el jurado, esta superación hace que sea diferente el resultado final del las expectativas del público y por ello se generó una gran frustración en los espectadores. Tomemos nota de ello, pues es probable que de forma similar esto ocurra en los mercados y a lo largo del tiempo haya proyectos sumidos en la incomprensión, pero no por ello menos interesantes. Miremos los proyectos y las inversiones con nuestros propios ojos, seamos jurados de lo que vemos y dejémonos llevar por el padre del invento, sea lo que sea, y si se nos pide que renunciemos a nuestro pasado, a nuestro conocimiento, a nuestra forma de ver, hagámoslo sin pensarlo y abramos nuestra mente y luego evaluemos con el nuevo conocimiento la experiencia. No nos anticipemos con criterios basados en prejuicios, en lo ya conocido, ya que todo cambia y evoluciona, por ello conviene siempre mirar el horizonte temporal más lejos que los demás, intuir, de lo contrario nos podríamos ver pataleando en una sala la película que sin lugar a dudas puso la primera piedra de la historia del cine moderno.
Y ahora nos preguntaremos por qué en un segundo pase el día siguiente la cinta triunfó: ya había cambiado la predisposición del espectador, ya no se esperaba que apareciera la protagonista femenina perdida como había ocurrido en el primer pase, ya se no esperaba un argumento al uso, ya esta vez sí estaba el público preparado para admirar la belleza del paisaje, la desolación interior de los personajes, el discurso de la tierra con el hombre y del hombre con la tierra puesto en escena por una magnífica composición y fotografía, apenas habían pasado unas horas y esa película había modificado su forma de ver cine para siempre. Si fuera el mercado de valores ya sería tarde para invertir o al menos a buen precio y sólo los que supieron ver el film tal y como era en un primer pase habrían tenido ventaja al apreciar lo que los demás no hicieron, no solamente se habrían aprovechado de su visión personal, sino que también habrían añadido a su provecho la ceguera temporal de los demás.
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