Diálogos value (II)

COMENTARIOS SOBRE “EL INVERSOR INTELIGENTE”-6

La lectura del capítulo 4º, me reafirma la idea de que si hubiera leído hace cuatro años esta obra, estoy totalmente seguro que habría invertido de otra manera y habría llegado a las conclusiones a las que he llegado y que con gran satisfacción estoy comprobando que no estaba muy desencaminado, mucho antes. Es decir, aún sin haber leído esta obra, he llegado a las conclusiones que en un momento dado me han llevado a invertir como estoy invirtiendo y que coinciden con el sistema de inversión en valor. El leer esta obra, me está confirmado que, eso sí, empleando más tiempo, poniendo sobre la mesa la experiencia de vida de seis décadas y bastante sentido común, estoy en camino de convertirme en un “inversor inteligente”. Esto para mi supone una gran satisfacción y me demuestra que como dice Graham, la rentabilidad no depende de la mayor o menor asunción de riesgos, sino de la cantidad de esfuerzo inteligente que el inversor está dispuesto a, y es capaz de, aportar a la tarea de invertir.

Como todo en la vida, hay que marcarse unos objetivos de acuerdo con el tipo de inversor que uno sea, y en esto tenemos que ser tremendamente sinceros con nosotros mismos, si nos hacemos trampas o nos dejamos llevar por las emociones, ya empezamos mal.

¿QUÉ CLASE DE INVERSORES SOMOS?

Según Graham hay dos tipos de “inversores inteligentes”:

-Los que investigan, seleccionan y supervisan continuamente una combinación dinámica de acciones, obligaciones o fondos de inversión. Estaríamos hablando del inversor “activo o emprendedor”. Esta forma de invertir requiere mucho tiempo y enormes cantidades de energía, y es física e intelectualmente exigente.

-Los que crean una cartera permanente que funcione con el piloto automático y que no requiera más esfuerzo (aunque genere muy poca emoción). Estaríamos hablando del inversor “pasivo o defensivo”. Esta forma de invertir requiere poco tiempo o esfuerzo, pero exige una separación casi ascética del atractivo tumulto del mercado, y es emocionalmente exigente.

Los dos métodos son igualmente inteligentes, y se puede tener éxito con los dos, pero únicamente si se conoce así mismo lo suficiente bien para elegir el adecuado, mantenerlo durante el curso de su vida de inversor, y mantener los costes y emociones bajo control.

Concluyendo, el riesgo financiero no sólo se encuentra donde la mayoría de nosotros tratamos de ubicarlo, en la economía o en nuestras inversiones, sino también en nuestro interior.

Según esto, yo ni me considero un inversor “activo” ni “defensivo”, me siento más cómodo como un inversor “inquieto”, con una cartera de fondos donde la renta variable se contempla en función de mi forma de ser, de mi patrimonio y de la importancia que le doy al dinero, ni más ni menos que lo suficiente y necesario para mantener el nivel de vida que quiero tener, que no es nada del otro mundo.

¿Cuánta renta variable? ¿Cuánto más edad se tenga menos renta variable?

En esto Graham nunca menciona la palabra “edad”. Una persona de 80 años, con la vida resuelta y un patrimonio considerable, se puede permitir el “lujo” de tener un gran porcentaje de su patrimonio en renta variable, por el contrario, un joven de 25 años no puede arriesgarse a invertir gran cantidad de su dinero en acciones teniendo por delante un futuro por construir y más en estos tiempos inciertos. De todas maneras, se tenga la edad que se tenga, hay que conservar parte de nuestro patrimonio en dinero en metálico para hace frente a los imprevistos. ¿Cuánto? A gusto del consumidor. Yo soy de los que opina que se debería invertir una cantidad tal que la pérdida total de la cartera no supondría una pérdida sustancial de nuestra calidad de vida y la de los nuestros. Así invierto yo. No se trata de invertir 1 euro, ni tampoco el 100% de nuestro dinero. Hay que sacar la calculadora y hacer cuentas.

Por eso, conforme nos vamos haciendo mayores como personas e inversores, según Graham, la clave de una estrategia acertada de inversión, está en realizar operaciones de reequilibrio de acuerdo con un plan previsible y paciente: sin realizarlo con tanta frecuencia que acabe volviéndonos locos, ni tan infrecuentemente que sus objetivos estén constantemente desbaratados. ¿La fórmula? Cada seis meses, en fechas fáciles de recordar como el 30 de junio y el año nuevo.

COMENTARIOS SOBRE “EL INVERSOR INTELIGENTE”-7

Conforme voy leyendo el libro, me doy cuenta que ya tenía muchos conceptos y planteamientos claros en base a la documentación que he leído y manejado desde hace cuatro años sobre el value investing, y sobre todo por las intervenciones en entrevistas, conferencias, paneles, etc., de los gestores value en los que invierto, así como por las explicaciones que dan en sus cartas mensuales, trimestrales, semestrales y anuales, también por las opiniones, conclusiones y reflexiones de inversores con conocimientos y experiencias en esta forma de invertir que se prodigan en las redes sociales. Es decir, el que se quiera enterar de qué es esto del value investing, puede hacerlo, y si encima lee literatura específica del tema, ni te cuento.

En el capítulo 5º, Graham trata sobre la conveniencia de incorporar acciones ordinarias a la cartera de un inversor “defensivo”. Yo ya he dejado claro que no me considero ni un inversor “activo “ ni “defensivo”, un término medio, “inquieto”, eso por ahora, dentro de diez años ya veremos. Hace cuatro años yo era un inversor en renta fija, además de depositante y ahorrador. He ganado dinero con los fondos de renta fija en los que he invertido durante años, y yo soy de los que no he esperado a ganar el último euro, pero me he dado cuenta, como argumenta Graham, de algunas ventajas y aspectos clave de las acciones ordinarias como medio de inversión, a saber:

-A largo plazo, son un medio eficaz de paliar el efecto de la inflación.
-A largo plazo, ofrecen un mayor rendimiento neto.
-Si se paga un precio demasiado elevado, pueden peligrar los beneficios.
-En todo caso, el inversor “defensivo” debe incorporar acciones ordinarias en la cartera como “mal menor”, ante los riesgos concomitantes del “mal mayor” que supone tener una cartera 100% de renta fija.

En este capítulo se trata de orientar al inversor particular sobre cómo seleccionar acciones, y Graham sugiere cuatro reglas a tener en cuenta, claro, lo que invertimos sólo en fondos value de renta variable tenemos que aplicar de alguna manera estos principios a los fondos, ya que delegamos la selección de acciones a los gestores. Así pues, aplicando las reglas de Graham, me salen estos criterios para seleccionar los fondos de mi cartera:

-Invertir como mucho en media docena de fondos gestionados por profesionales reconocidos, que tengan una transparencia en su gestión y que sepan comunicar el proceso de gestión que siguen.
-Seleccionar tres o cuatro gestoras diferentes procurando que sus activos estén lo suficientemente diversificados sectorial y geográficamente.
-Evitar los fondos con demasiadas acciones, pues contra más valores posean, más se aproximarán sus rentabilidades a la media de los índices.
-Que sus gestores no hagan una ostentación notoria de sus beneficios en los medios de comunicación.
-Que sus equipos gestores hayan sido a lo largo de los años, fieles a su criterio de inversión, el cual debería ser el mismo, más o menos acertado, pero estable. Incluso puede que sea contrario a los demás fondos.
-Si los gestores son coherentes y permanecen fieles a sus principios, la recompensa llegará tarde o temprano en forma de buenas rentabilidades.
-Hay que ser consecuentes y valorar la gestión por el esfuerzo más que por los logros a corto plazo.
- La clave para minimizar el riesgo de las inversiones en bolsa es el tiempo. Cuantos más años se esté invertido, menos transcendencia tendrán los molestos e inevitables altibajos.

Y a los gestores en los que invierto le pido que seleccionen las acciones en base a:

-Un negocio entendible.
-Un negocio predecible.
-Buen equipo directivo, con buena gestión del capital.
-Ventaja competitiva duradera y altos retornos sobre el capital.
-Beneficios superiores en 5 ó 10 años.
-Bajo riesgo.
-Precio barato.
O sea, la acción perfecta de Buffett.

En este orden de cosas las acciones de empresas de crecimiento no cumplirían las condiciones anteriores. Si entendemos por empresas de crecimiento aquellas cuyos beneficios por acción en el pasado han aumentado a un tipo muy superior al de las acciones ordinarias en general, y respecto de las cuales se espera que mantengan esa tendencia en el futuro. Y aquí entra el aspecto especulativo al comprar acciones de este tipo de empresas esperando obtener un rendimiento espectacular a corto plazo, siempre y cuando el precio que se haya pagado no sea excesivo. Pero esto es muy arriesgado para el inversor defensivo medio y las hazañas o “pelotazos” en las operaciones de bolsa es mejor dejarlas para las películas. De todas maneras, últimamente se ha planteado un debate acerca de si tal o cual empresa es value o de crecimiento, si tal fondo es value puro o se está escorando hacia las empresas de crecimiento, en mi humilde opinión, ante los miles de empresas que hay en el mundo, los gestores value tienen que invertir simplemente en valor y comprar empresas infravaloradas de acuerdo con su valor intrínseco, y cuando consideren que el margen de seguridad se estrecha o desaparece, venderlas, punto.

¿Cómo invertir en acciones? ¿Cuánto invertir en acciones? ¿Qué rendimiento se espera obtener a largo plazo? ¿Cuánto tiempo se va a destinar a formarse como inversor y a administrar los fondos?

Las respuestas a las preguntas anteriores dependerán de la situación personal del inversor. Invertir mediante un sistema de compras mensuales está demostrado que a largo plazo el balance es positivo y de esta manera se sortean los altibajos del precio de las acciones en base a un promedio de coste monetario. Sin embargo no todo el mundo puede aportar una cantidad mensual igual durante su vida como inversor o en algunos momentos se puede aprovechar un momento bajista para hacer una aportación mayor. También hay quien opta por invertir cuando “puede” y “cuanto” puede en base a una capacidad de ahorro importante que le permita afrontar las situaciones difíciles sin el riesgo de sucumbir a reembolsos movidos por el pánico. En cuanto a la cantidad de acciones a comprar y el rendimiento que se plantee conseguir, yo soy partidario de invertir una cantidad tal que si se perdiera en su totalidad no afectaría a la calidad de vida del inversor ni de los suyos, planteándose de cualquier forma unos beneficios aceptables sin sobreestimar nuestra capacidad y conocimientos como inversores.

Sea cual sea nuestra categoría de inversor, habrá que tener en cuenta que el tipo de rendimiento que se debe tratar de obtener no depende de los recursos financieros del inversor, sino de de su preparación financiera en términos de conocimiento, experiencia y temperamento.

Una de las conclusiones a las que he llegado, incluso antes de leer este capítulo, es que no se debe comprar lo que no se “conoce”. La regla de Peter Lynch (dirigió el Fideliy Magellan de 1997 a 1990 período en el que consiguió el mejor historial obtenido nunca por un fondo de inversión) “puede conseguir mejores resultados que los expertos si utiliza su ventaja invirtiendo en empresas o sectores que ya conozca” no funciona si no se tiene en cuenta su corolario: “Encontrar una empresa prometedora es sólo la primera parte. A continuación hay que hacer la investigación”. O sea, no hay que invertir en una empresa por fantásticos que sean sus productos, sin estudiar sus estados financieros y el valor de su actividad. Hay que tener muy claro si lo que se posee es el conocimiento o sólo la ilusión del conocimiento. En pocas palabras, la familiaridad genera complacencia. Cuanto más familiar resulta una acción, más probable es que acabe convirtiendo al inversor defensivo en un inversor perezoso que cree que no tiene que analizar las acciones. Esta es una de las razones por las que no invierto en acciones directamente y sólo lo hago en fondos de inversión, para “alejarme” de la euforia/pesimismo de los mercados financieros y darle a mis inversiones un punto de “frialdad técnica”, es decir, delegando en profesionales contrastados la elección de las acciones.

¿Cómo puede el inversor defensivo asumir el control de los vaivenes de los mercados financieros y no perder la vida en el empeño?

Renunciando a mostrarse activo, la renuncia a cualquier supuesta capacidad de predecir el futuro, pueden llegar a ser su arma más eficaz, aplicando la técnica del “promedio de coste monetario que le permite destinar una cantidad fija de dinero a la inversión en intervalos periódicos. La forma más eficaz de poner en práctica esta técnica consiste en crear una cartera de fondos referenciados a índices que posean todas las acciones u obligaciones que merezca la pena tener y ponerla a funcionar en modo piloto automático. Así, siendo consciente de lo poco que se puede hacer respecto al futuro, en combinación con la aceptación de la ignorancia, será el arma más poderosa que tenga a su alcance el inversor defensivo.

No obstante, yo personalmente me he declarado un inversor “inquieto”, es decir, aplico mis criterios que voy perfilando conforme avanzo en mi formación financiera, de tal modo, que invierto en fondos de renta variable mayoritariamente de gestión en valor, a largo plazo, procurando diversificar en el tipo de fondos por áreas, sectores y empresas, y prácticamente sin movimientos en la cartera. Y sí, como acabo de decir, me decanto por la gestión activa. ¿Por qué? De entrada, por mi espíritu contrarian a casi todo en mi vida, porque creo en la iniciativa privada a nivel empresarial, porque la pérdida del dinero que invierto no pondría en peligro mi calidad de vida y porque tengo tiempo para comprobar que este sistema funciona, y al parecer hay datos que lo empiezan a confirmar como se expone en este artículo de El Confidencial.

Acabo este comentario-resumen con unas palabras de Benjamin Franklin:

“La felicidad humana no es producto tanto de grandes golpes de buena suerte que rara vez ocurren, sino de las pequeñas ventajas que tienen lugar todos los días”.

Y a los gestores en los que invierto le pido que seleccionen las acciones en base a:

-Un negocio entendible.
-Un negocio predecible.
-Buen equipo directivo, con buena gestión del capital.
-Ventaja competitiva duradera y altos retornos sobre el capital.
-Beneficios superiores en 5 ó 10 años.
-Bajo riesgo.
-Precio barato.
O sea, la acción perfecta de Buffett.

Pero, si me lo permite…entendible el negocio, ¿para usted o para el gestor?.

No se que fondos tiene, pero sin ser un experto en fondos, me atrevería a decir que entre los loados fondos value iberos, hay más excepciones, que concordancias con esas reglas.

Lo digo porque a los que nos gusta Lynch, nos cuesta encontrar fondos asi.

Esto no es ni mucho menos una crítica a los fondos value íberos, que lo hacen fenomenal. Es solo , que a veces veo que se mezclan tantos conceptos (a mi me pasa, ojo), que la empanada llega a ser considerable.

Mis 50 céntimos dominicales, vaya :wink:

Hombre, de entrada, como delego la elección de empresas en un gestor, en primer lugar para el gestor, claro, y si encima el gestor se preocupa en explicar en qué, por qué y cómo invierte, uno se pone en el camino de entender, que no es poco :wink: Aquí le pongo el vídeo (de donde he extraído las reglas de la “acción perfecta”) de la tesis de inversión de los gestores del True Value en la empresa MTY food. Luego yo, como parte de mi formación, trato de estudiar las explicaciones que dan y ver si coinciden con las reglas de la “acción perfecta”.

Yo es que lo doy un valor clave al proceso de gestión. Si entiendo el proceso, trato de entender en la medida de mis posibilidades las operaciones concretas de compra, y así se nos pasa la vida. Yo por ahora, ni me lo creo lo que he aprendido desde que empecé, vamos, que soy otro, como inversor, entiéndase.

En cuanto a los fondos, mi cartera es de lo más sencilla:

Bestinfond
MFS Value
True Value
Magallanes Iberian
azValor Internacional
Cartesio X

Menos el Bestinfond, que lo tengo desde hace tres años y es con el fondo de renta variable que perdí la inocencia, todos a igual proporción, algo más el Bestinfond y MFS Value que aproveché aquellos meses del Brexit (parece que ha pasado ya tánto…) para invertir algo más.

Yo es que lo tengo claro y cuanto más leo más claro lo tengo.

Nota: El MFS Value y el Cartesio X también los tengo desde hace tres años. No sé, les he cogido cariño :wink:

COMENTARIOS SOBRE “EL INVERSOR INTELIGENTE”-8

El capítulo 8º trata sobre cómo actuar ante las oscilaciones del mercado: en función de la coyuntura o en función del precio. En cuanto a la coyuntura, se trataría de invertir intentando anticiparse a la trayectoria que va a seguir el mercado de valores: comprar o conservar la inversión cuando se considere que la evolución futura será al alza, y vender o abstenerse de comprar cuando se considere que la evolución futura será a la baja. Invertir en base al precio se refiere al intento de comprar acciones cuando cotizan por debajo de su valor justo y de venderlas cuando suben por encima de dicho valor. Bien, como todo en la vida, se puede contemplar un término medio y en mi opinión mucho más realista para el inversor defensivo, que es en poner todo de su parte para no pagar un precio excesivo por la acciones en el momento de llevar a cabo las adquisiciones. Dado que su principal interés se centra en la tendencia a largo plazo, esta opción intermedia representa el nivel mínimo básico de atención que se debe presentar a los niveles del mercado.

Estoy de acuerdo con la conclusión a la que llega Graham, y es que el público en general, y yo añadiría el pequeño inversor, es absurdo que vaya a poder ganar en algún momento dinero en base a los pronósticos del mercado. Si no se tiene clara una estrategia de inversión o no se entiende el proceso inversor del gestor de turno en cuyo fondo se invierte, se puede ser presa fácil de la publicidad, el marketing, el desencanto o el pánico.

Por eso la distinción más realista entre el inversor y el especulador es que este trata de anticiparse y extraer beneficio de las fluctuaciones de mercado y el principal interés del inversor consiste en adquirir y mantener unos valores adecuados a unos precios adecuados.

¿Invertir en cuanto al precio aprovechando los períodos bajistas o alcistas es sinónimo de éxito? Hay que tener en cuenta algunos “peligros”. Sin períodos bajistas de mercado que hagan retroceder la cotización de las acciones, cualquiera que esté esperando para “comprar barato” se sentirá absolutamente abandonado y con demasiada frecuencia acabará abandonando cualquier precaución que haya podido tener y se lanzará al agua de cabeza. Por el contrario, cuanto más dura el mercado alcista, más gravemente afecta la amnesia a los inversores; después de unos cinco años, muchas personas ya no creen que los períodos bajistas sean posibles. Todos los que olvidan están condenados a que se les recuerde lo que ha pasado y, en el mercado de valores, siempre resultan desagradables los recuerdos recuperados. Por otra parte, no es seguro que la antigua y relativamente periódica pauta de fases de alza y de baja del mercado vaya a volver con el paso del tiempo.

Tampoco es seguro que el inversor típico deba abstenerse de comprar ordinariamente hasta que se produzcan unos niveles bajos del mercado, porque esto puede entrañar una larga espera, con mucha probabilidad la pérdida de ingresos, y la posible pérdida de oportunidades de inversión. La solución: comprar acciones cuando se tenga dinero para destinar a acciones, siempre y cuando los precios sean muy superiores a lo que se pueda justificar recurriendo a criterios sensatos de valoración.

Sobre las fluctuaciones de mercado de la cartera del inversor, Graham afirma que no sólo es posible, sino que más bien es probable que la mayoría de las acciones que se posean vayan a ganar por lo menos el 50% con respecto a su cotización más baja y que vayan a perder como mínimo el 33% (Graham se refiere a esta caída como el “tercio equivalente”) con respecto a su cotización más elevada, con independencia de cuáles sean las acciones que se posean y de que el mercado en su conjunto suba o baje (es fácil hacer la cuenta para una acción de 10 euros). Si no se puede aceptar esto, o si se cree que la cartera, por arte de magia es inmune a ello, es que no se reúne las condiciones para llamarse inversor.

La conclusión es clara: Las subidas sustanciales del mercado pueden ser motivo de satisfacción y una causa de preocupación prudente, pero también pueden entrañar una gran tentación de emprender acciones imprudentes. El inversor inteligente necesitará una considerable fuerza de voluntad para dejar de seguir a la multitud.

Otro aspecto importante es el de si los inversores particulares pueden ganar a los profesionales en su propio terreno. Graham dice al respecto: “El inversor que permita que otros le arrastren a las estampidas o que se preocupe indebidamente por las retracciones injustificadas provocadas por el mercado en sus carteras estará transformando perversamente su ventaja básica en una desventaja esencial”. La ventaja básica del inversor individual inteligente consiste en la libertad para decidir si sigue o no al mercado. Los gestores de fondos de inversión y otros inversores profesionales se encuentra con algunos hándicaps a la hora de obrar con independencia: gestionar miles de millones de euros lo que les obliga a invertir a muchos fondos en las mayores empresas cuya cotización está sobrevalorada; comprar más acciones de los fondos que tienen en cartera impulsando peligrosamente su cotización; vender anticipadamente acciones ante reembolsos precipitados por el pánico cuando el mercado pierde valor; obsesión por medir su rentabilidad con respecto a referencias de diversos índices y así conseguir bonificaciones si sus resultados son mejores que el mercado; especialización excesiva a la hora de comprar sólo un tipo de acción (empresas grandes, midi, small, mini) y en cuanto varía la dimensión de la empresa tendrá que desprenderse de las acciones aunque al gestor le guste la empresa.

El inversor no podrá ganar a los profesionales en su propio juego, es mejor que invierta de manera inteligente controlando lo que puede controlar: los costes de intermediación al realizar operaciones con poca frecuencia; los costes excesivos de los fondos de inversión; ser prudentes con las expectativas; el control del riesgo diversificando y ajustando la cartera; la factura tributaria conservando las acciones el tiempo necesario en relación a la normativa fiscal vigente en cada momento y, sobre todo, su propio comportamiento.

Como tampoco tiene que juzgar su éxito financiero en comparación con lo que está consiguiendo un grupo de personas que no tienen nada que ver con él. El objetivo de la inversión no consiste en ganar más dinero que la media, sino en ganar lo suficiente para satisfacer sus propias necesidades. Si se tiene un plan financiero y una disciplina de conducta que tenga probabilidades de permitir llegar adonde se quiera llegar, se habrá alcanzado la meta. El inversor inteligente no será más pobre si otro inversor que vive en New York o en Barcelona consigue mejores resultados que él.

Entonces, ¿dónde está el problema? En nuestro cerebro que está programado para identificar pautas de actuación e incluso percibir tendencias donde no las hay. Si el acontecimiento se repite (subida de una acción), un producto químico natural denominado dopamina se libera, inundando el cerebro con una leve euforia. Sin embargo, la pérdida financiera (bajada de una acción) pone en marcha otra parte del cerebro, encargada de procesar el temor y la ansiedad y que es responsable de la respuesta de “luchar o salir huyendo”. Psicólogos como Daniel Kahneman y Amos Tversky han demostrado que el temor a la pérdida financiera tiene una intensidad de más del doble que el placer que produce una ganancia equivalente. Conclusión: el inversor inteligente tiene que tener los nervios bien templados y centrarse en sus objetivos financieros a largo plazo.

Acabo este comentario-resumen con unas palabras de Marco Aurelio:

“La felicidad de quienes ansían la popularidad depende de los demás; la felicidad de los que persiguen el placer fluctúa con estados de ánimo que no pueden controlar; sin embargo, la felicidad de los sabios surge de sus propios actos libres”.

Encontrar un fondo así, es como decía un amigo: “Quiero encontrar una novia brasileña, con buenas tetas, buen culo, que sepa cocinar y que tenga dinero”…

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Si es que al final…el mejor amigo es uno mismo :grinning:

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Dígale a su amigo que si encuentra una novia (brasileña o no) con “sólo” tres de las condiciones que pretende (da igual el orden, ya sabe por eso de que “el orden de los factores…”), se puede ver contento :wink: Los gestores de fondos son como los médicos que se ponen en lo peor o lo mejor, así aciertan siempre. Si buscan una empresa con determinadas condiciones a cumplir y de las diez condiciones esa empresa cumple 5 ó 6, pues eso, nos podemos dar todos con un canto en los dientes, so pena de acabar desdentados :confounded:

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No tenga la menor duda. Está demostrado que para querer a alguien primero hay que quererse, y mucho, a uno mismo. Cambiando drásticamente de tercio o siguiendo con el mismo, le aseguro que su mujer y la mía no son las más guapas del mundo, pero también le aseguro que para nosotros son las mejores compañeras/rivales que hemos encontrado. Volviendo al tema de la inversión, también le aseguro que su cartera y la mía no son las mejores del mundo, es más, las habrá que en estos momentos estén “ganando” más que las nuestras, pero por esa razón no somos más pobres.

Me acabo de enterar, leyendo El inversor inteligente (lo más inteligente que se puede hacer en esta fiesta mediosemanal) que el inventor de los fondos de inversión fue un estadounidense, en 1924, un tal Edward G. Leffler, que para más señas era un antiguo vendedor de sartenes y cazuelas de aluminio. My God! lo que hemos avanzado. No sé, ¿conocen ustedes algún fondo o empresa que invierta/fabrique estos utensilios?, lo digo porque igual es conveniente volver a los orígenes :smile:

Pregunte en Barcelona

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Mejor en Bruselas ¿no?

Ya está, ni en Barcelona, ni en Bruselas, aquí, en el norte:

Lo que no sé es si esta empresa la lleva algún fondo balio (value en euskera), igual lo compro :smile:

No se engañe. Aquí en Barcelona se necesitan muchas sartenes y cacerolas. Mucha gente las tiene ya agujereadas. Yo investigaría por estos lares.

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(En mi humilde opinión, este es un capítulo que todo inversor en fondos debería leer al menos una vez en la vida)

COMENTARIOS SOBRE “EL INVERSOR INTELIGENTE”-9

¿Qué es mejor invertir en fondos o en acciones directamente? La respuesta a esta pregunta y otros aspectos relacionados con la problemática de invertir en fondos, es lo que trata de responder Graham en el capítulo 9º.

Opina que el individuo medio que haya dedicado todo su dinero en exclusiva a los fondos de inversión en los últimos diez años habrá conseguido mejores resultados que la persona media que haya realizado directamente sus adquisiciones de acciones.

Sin embargo, la verdadera dificultad no está en crear una cartera de fondos o acciones, sino en evitar sucumbir a las argucias y estratagemas de los vendedores de fondos o a las argucias y estratagemas aún peores y más peligrosas de los encargados de colocar ofertas públicas iniciales de empresas de segundo y tercer orden.

Por otra parte, la persona media que decide realizar inversiones conservadoras en acciones ordinarias tiene más probabilidades de tener que enfrentarse a influencias perniciosas y difíciles de resistir, que le pueden empujar hacia la especulación y hacia las pérdidas especulativas, influencias mucho menos intensas que si invirtiera en fondos. Si a esto le añadimos la necesidad de tener una formación técnica y financiera que le permita analizar las empresas, así como la estrategia a la hora de organizar una cartera donde unas empresas se compensen con otras, la dificultad de invertir en acciones para un inversor medio aumenta enormemente.

Uno de los errores más corrientes que cometen los inversores en fondos es que se limitan a comprar fondos que hayan subido rápidamente, basándose en la hipótesis de que lo seguirán haciendo. Los psicólogos han demostrado que los seres humanos tienen una tendencia innata a creer que es posible predecir el largo plazo a partir de una serie de resultados aunque sea muy breve, cuando, por desgracia, en los mercados financieros, la suerte es más importante que la capacidad. Un gestor puede estar en el sitio adecuado en el momento adecuado y será alabado por su brillantez, pero si cambian las tornas su coeficiente intelectual puede bajar muchos enteros.

No hay que desdeñar las conclusiones a las que han llegado los estudiosos de las finanzas acerca de los resultados de los fondos de inversión:

-El fondo medio no selecciona las acciones con la destreza suficiente para superar los costes en que incurre en materia de investigación y operación en el mercado.
-Cuando mayores son los gastos de un fondo, menor es su rendimiento.
-Cuanto mayor es la frecuencia con que un fondo hace operaciones con sus acciones, menores suelen ser sus ganancias.
-Los fondos muy volátiles, que rebotan al alza y a la baja más que la media, tienen muchas probabilidades de ser volátiles todo el tiempo.
-Los fondos que han conseguido una elevada rentabilidad en el pasado tienen pocas probabilidades de seguir siendo ganadores durante un período prolongado de tiempo.

¿Son todas malas noticias para el inversor medio en fondos? No, veamos.

-Comprender por qué resulta tan difícil encontrar un buen fondo mejorará la preparación como inversor.
-Si los resultados obtenidos en el pasado son un indicador deficiente de la rentabilidad que se va a obtener en el futuro, hay otros factores que se pueden emplear para aumentar las posibilidades de encontrar un buen fondo.
-Un fondo puede ofrecer un valor excelente aunque no consiga unos resultados mejores que el mercado, en base a que resulta una forma económica de diversificar la cartera y deja tiempo para dedicarse a otros aspectos de la vida en vez de dedicarse a elegir las acciones en las que invierte personalmente.

Hay una realidad que debe tenerse en cuenta a la hora de analizar un fondo para incorporarlo a la cartera: cuando mejores son los resultados que consigue un fondo, más obstáculos deben superar los inversores. Habrá que estar atento a esos obstáculos y ver si empiezan a aparecer en alguno de los fondos en los que se esté invirtiendo o se piense invertir al albur de los buenos resultados.

-Gestores “estrella” que se van a otra parte al ser “arrebatados” por la competencia o marchas voluntarias para iniciar su propio fondo de inversión. Esto, de por sí, ya supone una llamada de atención, lo que no quiere decir que los nuevos gestores lo hagan peor, pero ya constituye un aviso.
-Elefantiasis de los activos gestionados ante los elevados rendimientos, lo que hace que el gestor tenga poco margen de maniobra. O coloca el dinero en liquidez perdiéndose posibles subidas de las acciones; invirtiendo en empresas que ya tiene en cartera propiciando una sobrevaloración o compra acciones de empresas nuevas a las que tiene que dedicar más tiempo de investigación partiendo de cero.
-Siendo pasto de los trucos de promoción de fondos, como el invertir en fondos que han sido “incubados” en el ámbito privado comprando acciones de empresas minúsculas o haciendo operaciones fugaces con ofertas públicas iniciales. Si esta estrategia sale bien el fondo puede atraer en masa a inversores públicos dando publicidad a la rentabilidad obtenida de manera privada. O renunciado inicialmente a los gastos de gestión con lo que se incrementa el rendimiento neto y luego cuando los rendimientos del fondo sean elevados asegurarse de que los clientes lo paguen todo. Al parecer la mayoría de fondos gestados de esta manera han caído en la mediocridad.
-Cuesta más hacer operaciones con acciones en bloques muy grandes que en bloques pequeños. El típico fondo suele tener en cartera sus acciones únicamente durante 11 meses cada vez, por lo que los costes de operación pueden hacer desaparecer los resultados rápidamente. Mientras tanto, los restantes costes de gestión de un fondo raramente se reducen, y en ocasiones llegan a aumentar, a medida que crecen los activos.
-A medida que un fondo crece, sus comisiones para los gestores resultan más lucrativas y estos se muestran más reacios a asumir riesgos. De hecho los mismos riesgos que corrieron para hace crecer el fondo podrían alejar a los inversores y poner en peligro sus ingresos por comisiones. Esto puede llevar a seguir a la “manada” y a invertir en las mismas empresas. Para el inversor individual es aconsejable evitar comprar en la misma lista de acciones favoritas que ha sido elegida por las instituciones de gran tamaño o, alternativamente, conservar más pacientemente esas acciones en su cartera.

Ante esta problemática, ¿qué debería hacer el inversor inteligente?

Invertir en un fondo índice que tiene en su cartera todas las acciones del mercado, en todo momento, y que ha renunciado a cualquier tipo de pretensión de que vaya a ser capaz de elegir las “mejores” acciones a la vez que evita las “peores”, consiguiendo a largo plazo mejores resultados que la mayoría de los fondos. Mi pregunta es, ¿también que los fondos de gestión value?

Un fondo índice tienen un solo defecto: es aburrido. Su objetivo consiste en igualar la rentabilidad del mercado, no en superarla.

Incluso Graham alabó en los últimos años de subida a los fondos índices como la mejor opción para los inversores individuales, al igual que lo hace Warren Buffet, en base, sobre todo al cobro de comisiones mínimas.

¿Y en la actualidad esto es así? ¿Qué responde la filosofía de inversión en valor a esta propuesta? Creo recordar que algunos gestores value se han manifestado en torno a la idea de diversificar una cartera de fondos de inversión incluyendo algún fondo índice.

Al parecer, al cabo de 20 años, tanto invirtiendo en fondos índices como en fondos de gestión value, las rentabilidades medias tienden a igualarse. En mi opinión, esto es como la vida misma, al cabo de 20 años echas la mirada atrás y analizando lo que has hecho o podrías haber hecho te imaginas lo que podrías haber conseguido. Vano esfuerzo, ya que no tiene remedio. ¿Invertir en fondos de gestión activa o pasiva? Tomas una decisión y al cabo de 10-20 años verás los resultados. Lo mismo, ya sin remedio. Por lo tanto, vive e invierte de acuerdo con tus convicciones actuales y deja que pase al tiempo.

Entonces, ¿no hay fondos que consigan mejores resultados que el índice? De entrada tendrían que tener estos rasgos:

-Los gestores están entre los mayores propietarios de participaciones del fondo, de esta manera lo más probable es que gestionen el dinero del inversor de la misma manera que harían con el suyo propio: no inflarán las comisiones, ni permitirán que los fondos adquieren dimensiones ciclópeas o que sufra una liquidación tributaria de pánico.
-Que sean fondos baratos. No tiene por qué conformarse un inversor con pagar elevadas comisiones en base a la elevada rentabilidad temporal. Cuando la rentabilidad baje, los costes de propiedad del fondo prácticamente no experimentarán variación alguna.
-Cierran la entrada a nuevos inversores. Los mejores fondos suelen estar cerrados a nuevos inversores, y únicamente permiten que los partícipes que ya estaban presentes en el fondo adquieran más participaciones. También es señal que los gestores del fondo no ponen sus carteras por delante de las de sus partícipes. Sin embargo, el cierre debe producirse antes, no después de que el fondo experimente un crecimiento explosivo.
-No hace publicidad. Los mejores gestores de fondos suelen comportarse como si no quisieran su dinero. No aparecen constantemente en los programas financieros de la televisión ni en los medios de comunicación en general, alardeando de que son el número uno en rentabilidad.

Concluyendo, ¿cuáles son las características de un fondo victorioso ante el índice?

Un fondo de bajo coste, cuyos gestores sean los principales accionistas, se atrevan a ser diferentes, no hagan publicidad con sus resultados y hayan demostrado que están dispuestos a cerrar la entrada al fondo antes de que éste crezca demasiado para su capacidad de gestión. Y después, sólo después, consultar su calificación en Morningstar. Por último, analizar el rendimiento conseguido en el pasado, recordando que sólo es un indicador de cuáles pueden ser los resultados en el futuro, ya que como ocurre con cierta frecuencia los ganadores del pasado suelen ser los perdedores del futuro. Sin embargo, como se ha puesto de manifiesto: los perdedores del pasado casi nunca son los ganadores del futuro. Hay que evitar los fondos que han mantenido una rentabilidad permanentemente deficiente en el pasado, sobre todo si tienen unos costes anuales por encima de la media.

Y para finalizar, la pregunta del millón: ¿Cuándo salirse de un fondo? Un fondo es como un holding de empresas, luego la decisión no es igual que vender una acción simple. Se suele aconsejar que hay que desprenderse de un fondo cuando tiene peores resultados que el mercado durante uno, dos o tres años seguidos. Sin embargo, este consejo no tiene ningún sentido.

El rendimiento de la mayor parte de los fondos se ve perjudicado simplemente porque el tipo de acciones que prefieren pierde su atractivo temporalmente. Si se contrata a un gestor que invierte de una forma determinada, ¿qué motivo hay para despedirle por hacer exactamente lo que había prometido? Al vender cuando un estilo de inversión dejar de estar de moda, no sólo se materializa la pérdida, sino que se pierden las posibilidades de disfrutar de la prácticamente inevitable recuperación.

Habrá que estar atentos a algunas indicaciones de peligro:

-Un cambio acusado e imprevisto de estrategia
-Un incremento de los gastos.
-Cuantiosas y frecuentes liquidaciones tributarias, provocadas por el exceso de operaciones de mercado.
-Resultados súbitamente erráticos, como por ejemplo cuando un antiguo fondo conservador genera una gran pérdida o una gran ganancia.

Si no se está dispuesto a permanecer en un fondo durante por lo menos tres años de vacas flacas, no se debería haber invertido en el fondo. La paciencia es el aliado más poderoso que tiene la persona que invierte en fondos.

La inversión en fondos es como el casarse. En palabras de Charles Ellis, asesor de inversiones:

“Si no estás dispuesto a estar casado, no deberías casarte.”

O como dice Benjamin Graham:

“No existen formas seguras de hacer dinero fácil y rápido, ya sea en Wall Street o en cualquier otro lugar.”

Esto del individuo medio es algo verdaderamente mítico.
Además opinar sobre algo definido tan numéricamente como esto es verdaderamente religioso.

Como diría Mayra Gómez Kemp “hasta aquí puedo leer”. Sorry, lo intenté

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En primer lugar muy agradecido por haberlo intentado, la próxima vez espero que “aguante” un poco más :wink:, lamento decirle que se ha perdido lo mejor.

Y sí, lo de las medias y los medios, como que tampoco me convencen. Como dice mi padre cuando lee que la pensión media en Navarra es de 1.056 euros, yo no conozco más que a abuelos con la pensión mínima, incluyéndose él. Y Además, como yo no invierto en acciones, no tengo datos para ir en contra o a favor de esta afirmación.

En cuanto al tema de los psicólogos, yo lo que hago es recoger ideas del texto, comentar algunos aspectos, y esto es lo que dice Jason Zweig al comienzo de su comentario del capítulo 9º de El inversor inteligente. De todas maneras tampoco estoy muy de acuerdo con las generalizaciones, pero sí me quedo con la idea de fondo, y es que lo seres humanos somos muy dados, no sólo en el tema de la inversión, a sacar conclusiones precipitadamente con poco información. Cuántos casos habrá de matrimonios sólidos y ejemplares, que en el momento de casarse las malas lenguas o la envidia aventuraban un corto recorrido. Y así en otros aspectos y facetas de la vida.

COMENTARIOS SOBRE “EL INVERSOR INTELIGENTE”-10

El capítulo 10º trata sobre el asesoramiento financiero a la hora de invertir, tema que nos hemos planteado en algún momento de nuestra vida.

¿Quién no ha pedido alguna vez un consejo sobre un fondo o acción para invertir? ya sea a un conocido, un familiar o un amigo con supuestos conocimientos sobre valores; a un empleado del banco local, un profesional de la banca de inversión; un servicio de información financiera, un periódico financiero, un asesor financiero o consultando opiniones en foros o blogs especializados tan de moda últimamente en Internet tipo Rankia, Finect, +Dividendos, etc. La inmensa mayoría de los inversores son aficionados que creen que si reciben asesoramiento más o menos profesional van a obtener beneficios sí o sí. Es decir, invirtiendo en empresas se comportan de manera poco profesional. Un empresario tratará de obtener asesoramiento profesional sobre algunos elementos de su actividad empresarial, pero no esperará que nadie le diga cómo obtener beneficios. Eso les compete a ellos.

Si de todas maneras se recurre a un asesor, habrá que tener claro cuáles son las expectativas de rentabilidades que se esperan, si se va a fiar esencialmente del consejo de otros y del nivel de conocimientos y experiencia que se tenga en este terreno.

Si vas a fiar exclusivamente la gestión de tu dinero a otros, es mejor limitar tus expectativas y las de tus asesores al nivel de ordinarias, y dirigir las inversiones hacia alternativas conservadoras o incluso poco imaginativas, a no ser que tengas confianza plena, favorable e íntima en la persona que va a invertir tu dinero hacia otros canales.

Por el contrario, si se poseen conocimientos y experiencia en este terreno podrás realizar una valoración independiente sobre las recomendaciones de los demás y mostrarse receptivo ante las sugerencias menos convencionales.

¿Cuáles son los pilares básicos sobre los que debería apoyarse las buenas decisiones financieras contando con un asesor?

-Un plan financiero exhaustivo que indique de qué manera se va a ganar, ahorrar, gastar, pedir prestado e invertir el dinero.
-Una declaración de política de inversión que especifique su método fundamental de inversión.
-Un plan de asignación de activos que detalle cuánto dinero va a tener en cada una de las diferentes categorías de inversión.

Esto es lo que habría que acordar con un asesor y no invertir ni un euro hasta que estos cimientos estén instalados y sean acordes con el deseo del inversor.

¿Y si no se cuenta o no se quiere contar con un asesor? ¿Somos capaces de controlar a nuestro peor enemigo: nosotros mismos?

En algún momento, sobre todo en momentos en los que todo parece hundirse, nos habremos preguntado si estamos haciendo las cosas bien, si tendríamos que haber buscado un asesoramiento profesional, si tenemos tiempo y conocimientos para gestionar nuestra propia cartera. Si no hay ningún motivo por el que no se pueda gestionar una cartera propia, tampoco hay ninguna razón para avergonzarse de buscar ayuda profesional para gestionarla.

También hay que plantearse si en nuestro entorno somos los únicos responsables de nuestras inversiones. ¿Qué pasará cuando desaparezcamos? Nuestra mujer, hijos, nietos, ¿están al tanto de nuestras inversiones?, ¿sabrían gestionar la cartera después de que ya no estemos?, ¿querrían gestionar la cartera? Mientras estamos vivos e invertimos a largo plazo, es muy fácil pensar que estaremos siempre ahí para hacer cálculos, previsiones, para seguir la marcha de nuestras inversiones. Todo tiene un fin y sería una pena que por no planificar un “relevo” se perdería todo el trabajo hecho durante muchos años.

Muchos inversores acuden de buena fe al profesional de la banca comercial de su pueblo, ciudad o barrio, por falta de conocimientos, ganas, tiempo y en unas ocasiones los consejos les servirán para evitarse males mayores, en otras para ser incorporados a la política de inversiones de la entidad con unos resultados en muchas ocasiones dudosos y en otras no le servirán para nada en relación con sus propios objetivos.

Los inversores que están dispuestos a abonar una comisión por la gestión de sus fondos actuarían con gran sensatez si eligiesen alguna firma de asesoramiento de inversión arraigada en el mercado y que disfrutase de buena fama. La otra alternativa: la autogestión. Y esto pasa por dedicar tiempo a estudiar temas financieros, analizar fondos, gestores, acciones, en definitiva preocuparse por la gestión de su patrimonio, gestión que en demasiadas ocasiones se deja en manos del “asesor” de turno de la entidad bancaria donde tenemos depositados todo nuestro dinero.

“Agradezco a la mujer milesia el que, viendo al filósofo Tales ocupado de continuo en la contemplación de la bóveda celeste y con los ojos siempre vueltos hacia arriba, le pusiera a su paso algo para hacerle tropezar, por advertirle de que sería el momento de ocupar su pensamiento en las cosas de las nubes cuando hubiere provisto las que estaban a sus pies. Ciertamente, aconsejábale mirarse más a sí mismo que al cielo”.

Michel de Montaigne

COMENTARIOS SOBRE “EL INVERSOR INTELIGENTE”-11

Me he propuesto leer esta obra en dos fases:

-En la primera fase leeré, resumiré y comentaré a mi manera los capítulos: 1, 2, 3, 4, 5, 8, 9, 10 y 20. Considero que son los capítulos que recogen la filosofía de inversión value y que son los más asequibles para un inversor medio que intente acercarse a esta obra.

-Más adelante, cuando haya leído, resumido y comentado otras obras (la próxima va a ser Los cuatro pilares de la inversión de Willian Bernstein), intentaré hacer lo mismo con el resto de capítulos. Como inversor que invierte exclusivamente en fondos de inversión, creo que la preparación psicológica y el conocimiento de la manera de gestionar un fondo están por delante de la preparación técnica que debe ser fundamental para el inversor en acciones, dada la labor específica del análisis de empresas que tiene que realizar por su cuenta y riesgo.

Por eso, paso a resumir y comentar el capítulo 20 que trata sobre el “margen de seguridad” como concepto central de la inversión en valor (advierto que con el fin de recoger lo mejor posible la teoría sobre este importante concepto me he basado tanto en el texto de esta obra como en otros artículos publicados en diferentes plataformas). Si los gestores en los que invierto lo asumen como eje central de su actividad, compartiré con ellos una filosofía de inversión que está basada en el sentido común, en lo que el hombre ha hecho desde siempre, comprar las cosas por un precio más barato del que en realidad vale. Esto dicho así parece sencillo, pero aquí juegan otros factores como la capacidad de análisis de un gestor o nuestro comportamiento como inversores.

“Si hubiera que sintetizar el secreto de las inversiones sensatas en tres palabras, propondríamos el eslogan 'margen de seguridad”, escribió Benjamin Graham.

El concepto de margen de seguridad es el principio básico sobre el que se sustenta la inversión de estilo “value”. En su definición más simple, el margen de seguridad es el descuento que quieres ver en una acción con respecto a su valor intrínseco antes de comprarla para conseguir una buena rentabilidad de la inversión. Dicho de otro modo: se trata de determinar si una acción está suficientemente infravalorada para soportar cualquier incertidumbre o fases de caídas en el mercado. Por lo tanto, cuanto menor sea el precio de un activo financiero, mayor será su margen de seguridad, siempre que su valor intrínseco no varíe. Obviamente, determinar el valor intrínseco no es sencillo en sí mismo por las complicaciones inherentes al ejercicio de pronosticar los beneficios de una empresa. De hecho, ahí es donde está el principal problema. Lo que el gestor hace en su estrategia se sustenta en una metodología estricta de valoración.

La importancia del margen de seguridad radica principalmente en la protección ante el riesgo que puede ser causado por diferentes eventos, como pueden ser:

• Eventos inesperados dentro de la empresa
• Cambios en el sector industrial
• Crisis económicas
• Errores de análisis y valoración que realizamos sobre la compañía

Es importante tener en cuenta que un alto margen de seguridad no garantiza al 100% no perder dinero. Por ello, una medida adicional al margen de seguridad para disminuir el riesgo de nuestras inversiones es invertir en empresas con ventajas competitivas duraderas y negocios estables, que reduzcan al mínimo los 3 primeros factores de riesgo. El cuarto factor sólo se mejora a base de combinación de teoría y práctica.

Por otro lado, el margen de seguridad no sólo aporta reducción del riesgo, sino que también influye en la rentabilidad futura de nuestras inversiones. Esto se debe a que compramos a un precio inferior a su valor o, como se suele decir, “compramos duros a 4 pesetas”. Por ejemplo, si calculamos que con un valor intrínseco de 50€, la rentabilidad de la inversión será de un 9% anual, si compramos con un margen de seguridad del 50% (es decir, a 25€) la rentabilidad esperada será del 18% anual, es decir, el doble.

En resumen, a la hora de invertir siempre es aconsejable, por no decir imprescindible, buscar empresas que tengan un margen de seguridad aceptable. Es una cuestión de sentido común que debe estar siempre presente en inversores inteligentes.

Sin embargo, Al contrario de lo que normalmente se piensa, el margen de seguridad no es un simple descuento respecto del valor intrínseco de una empresa. El margen de seguridad es aquel descuento que:

-Proteja nuestro capital de errores en la estimación del valor intrínseco de la empresa. Si tomamos una tasa de crecimiento muy optimista, el valor intrínseco puede ser artificialmente alto, lo cual nos va a llevar a comprar una acción a un precio elevado.
-Nos permita obtener una rentabilidad a largo plazo superior a la media del mercado. La rentabilidad viene marcada por el precio de compra: a mayor precio de compra, menor rentabilidad.

La aplicación más importante del margen de seguridad es que una buena empresa no es siempre una buena inversión; para que sea una buena inversión ha de ser comprada con un margen de seguridad suficiente

CONCLUSIÓN: los inversores en valor deben calcular el valor intrínseco de la empresa para juzgar si existe o no margen de seguridad. Si no existe tal margen de seguridad, por muy buena que sea la empresa, no se debería comprar. Así mismo, el margen de seguridad es el mayor aliado ya que gracias a él, se protege capital y se obtienen buenos retornos a largo plazo.

Por otra parte, la inversión será más inteligente cuanto más se parezca a una operación empresarial teniendo en cuenta los siguientes principios:

-Si en el caso de una empresa es imprescindible conocer lo que se está haciendo, el negocio, para conseguir unos “beneficios empresariales, en el caso de la inversión es altamente aconsejable no tratar de conseguir unos “beneficios empresariales” sin unos conocimientos concretos sobre el valor de los activos en los que se va a invertir.
-Si en el caso de una empresa no se tiene que permitir que nadie ajeno a la misma la dirija, salvo que se pueda supervisar los resultados con una diligencia adecuada y comprendiendo los datos, en el caso de la inversión se deberían determinar las condiciones en las cuales se va a permitir a otra persona que decida lo que hace con el dinero a invertir.
-Si en el caso de una empresa no se hace una operación o lanzamiento de un producto si no se ha hecho un cálculo fiable de que hay una buena probabilidad de conseguir un beneficio razonable, en la inversión las operaciones para conseguir un beneficio no deberían basarse en el optimismo, sino en los cálculos aritméticos.
-Sin el caso de una empresa hay que tener el coraje de reconocer el conocimiento y la experiencia en el sector, en la inversión el coraje es la virtud suprema después de un adecuado conocimiento y de una capacidad de juicio contrastada.

Conseguir unos resultados de inversión satisfactorios es más sencillo de lo que la mayoría de la gente piensa; conseguir unos resultados superiores es mucho más difícil de lo que parece.

Sin embargo, ni siquiera con el margen de seguridad se tendrá una protección contra el riesgo en la inversión, si se sobrestima todo lo que se sabe realmente de las inversiones, o si se sobrestima la capacidad para superar un desplome temporal de los precios, no importa cuál sea la composición de una cartera o cuál sea la evolución del mercado. En última instancia, el riesgo financiero no reside en los tipos de inversión que se tenga en cartera, sino en el tipo de inversor que se sea.

El inversor inteligente debe centrarse no sólo en conseguir que el análisis sea correcto. También debe asegurarse frente a las pérdidas si su análisis resulta ser erróneo, cosa que ocurrirá de vez en cuando incluso con los mejores análisis.

Simplemente con mantener una cartera constantemente diversificada y negarse a arrojar el dinero a las últimas y alocadas modas que hayan captado el interés del Sr. Mercado, se podrá asegurar que las consecuencias de los errores nunca serán catastróficas. Sea lo que sea lo que el Sr. Mercado proponga, siempre se podrá decir, con una tranquila confianza: “Esto también pasara” (Abraham Lincoln, palabras del discurso pronunciado ante la Wisconsin State Agricultural Society, Milwaukee, 30 de septiembre de 1859)

“I don’t love Ben Graham and his ideas the way Warren does. You have to understand, to Warren – who discovered him at such a young age and then went to work for him – Ben Graham’s insights changed his whole life, and he spent much of his early years worshiping the master at close range. But I have to say, Ben Graham had a lot to learn as an investor. His ideas of how to value companies were all shaped by how the Great Crash and the Depression almost destroyed him, and he was always a little afraid of what the market can do. It left him with an aftermath of fear for the rest of his life, and all his methods were designed to keep that at bay.

“I think Ben Graham wasn’t nearly as good an investor as Warren Buffett is or even as good as I am. Buying those cheap, cigar-butt stocks was a snare and a delusion, and it would never work with the kinds of sums of money we have. You can’t do it with billions of dollars or even many millions of dollars. But he was a very good writer and a very good teacher and a brilliant man, one of the only intellectuals – probably the only intellectual – in the investing business at the time.”

–Charlie Munger The Wall Street Journal September 2014

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