El problema es que se tiende a definir el riesgo a posteriori, no a priori. Una vez se sabe el resultado es fácil establecer que a mayor riesgo mayores pérdidas, pero antes que se materialice el riesgo no tiene porque ser así porque se está precisamente valorando los riesgos y emitiendo opiniones sobre ellos, o a veces intentándolos esconder bajo los que asumen otros.
A menos que uno sea alguien que tiene una formación específica en el campo de la probabilidad y la estadística, se tiende a infravalorar tremendamente lo que serían un número de repeticiones suficiente de algo para eliminar el factor ruido.
Recuerden el ejemplo que se pone al inicio del magnífico artículo A la deriva entre icebergs . Vamos para conseguir eliminar el efecto del azar casi completamente, igual necesitaríamos un track record de mil años.
Por otro lado a veces tengo la sensación que hay a quienes les molesta en exceso que la probabilidad tenga un papel importante en según que aspectos y, por lo tanto, dificulte enormemente poder sacar tan fácilmente según que clase de conclusiones. Al final no deja de ser una muestra de nuestras limitaciones. Partiendo que no existen esas limitaciones se llega a un tipo de conclusiones o se establecen unas premisas, que en la práctica, suele ser cuestión de tiempo que se muestren como limitadas.
En ese tipo de cuestiones también consiste el riesgo porque el azar termina provocando situaciones o resultados que no entran dentro de modelos o premisas que se han olvidado de la tremenda dispersión de resultados que pueden existir si uno tiene un marco mental excesivamente limitado descartando situaciones que en realidad si pueden darse.