Tengo la sensación que hay quien se había creído demasiado eso de que la renta variable a largo plazo no tiene riesgo.
Uno mira la evolución del mercado americano a lo largo de un siglo y medio y cree que no le habrían afectado demasiado riesgos que sin embargo en su momento fueron enormes y de complicada resolución. Otros índices bursátiles , si se pusieran de referencia si mostrarían la magnitud de esos riesgos en toda su extensión.
Eso de que con la estrategia Y uno se garantiza (o casi) una rentabilidad del x% anualizado a largo plazo, ya me perdonarán pero no existe.
Lo que sí existe y ha existido toda la vida es intentar hacer un análisis de las probabilidades de distintos escenarios e intentar ser consciente de las ventajas e inconvenientes de las distintas alternativas.
En los mercados muy bajistas suele pasar que uno empieza a dar demasiadas probabilidades a sucesos negativos que sin embargo no tiene ni idea de como se van a articular en la práctica, y, lo que es peor, que es posible que buscando una solución, nos estemos exponiendo a otro tipo de riesgos.
Ya saben que me gusta repetir la idea de que hay riesgos que no se pueden esconder debajo de una estrategia. La realidad empresarial no se puede esconder bajo el considerar la renta variable como un activo general con propiedades inherentes a las históricas. Tampoco las empresas o la inversión en renta variable, o en otros activos, puede esconder riesgos que son inherentes a la propia condición de la sociedad humana.
Aquí siempre hay quien está predispuesto a buscar culpables, que no digo que no los hayan, pero no me parece una actitud demasiado “constructiva”. Los estados y sus dirigentes no suelen ser precisamente modelos de conducta, pero si uno se deja de demasiado sesgo ideológico, verá que nuestras inversiones particulares y la de muchos inversores profesionales (incluyendo los gestores profesionales), también está llenas de decisiones de directivos dudosas y con grave perjuicio para sus accionistas.
El riesgo humano creo que es imposible de eliminar de la ecuación inversora.
Invertir (o no hacerlo) es elegir riesgos. Y la magnitud de esos riesgos, cuando se convierten de algo teórico a algo práctico es enorme. Saber manejarlos, especialmente en el terreno emocional, se convierte en una condición necesaria para pretender ser inversor de largo plazo.
Permítanme que tenga mis dudas de todos aquellos que creen que hubiera sido sencillo mantener el aplomo en las condiciones de la primera mitad del siglo pasado. Dos guerras mundiales y un periodo en medio con una crisis sin igual desde entonces.
Cuando se invierte hay que intentar ser optimista en escenarios complicados y bastante escéptico en los donde el viento va demasiado a favor. Hay quien me parece que tiende a confundirlo con ser temerario en los escenarios favorables y luego en buscar a quien culpar en los escenarios complicados.
Que habrá culpables, seguro que es evidente, pero yo intentaría intentar dejar de lado en la medida de lo posible, la ideología propia, cuando se invierte. Es más posible que nos perjudique que nos beneficie. Tener filosofía y metodología inversora lo considero positivo. Tener ideología económica y/o política lo considero del todo respetable. Pero ojo con dejar que algo con excesivas limitaciones y demasiado teórico nos contamine en exceso el ejercicio práctico a la hora de invertir.