Veamos este asunto que tiene miga.
En un escenario Mad Max, tal y como lo presenta la optimista saga de películas de dicho nombre, no existe sociedad alguna, ningún tipo de infraestructura, ni servicios, ni gobiernos, nada de nada, solo el deambular de los supervivientes por el más árido desierto buscando alimento y algún que otro grupo de personas asilvestradas, es un decir, intentado sobrevivir asaltando todo lo que se mueva y sea de sangre caliente.
Imagine el siguiente supuesto, andamos ambos por el desierto y nos encontramos, oh milagros de la naturaleza, en un punto del mismo donde, medio enterrada, se encuentra la última Pepsi fresquita del universo. Para no pelearnos por esa deliciosa exquisitez, Ud., un hábil negociador, me ofrece 10 bitcoins que lleva en el disco duro de su bolsillo. Yo le ofrezco un bien más rústico, 10 gramos de plomo, calibre 44, de la Magnum que llevo en la sobaquera, eso sí, en la frente y a una velocidad de 1.300 metros por segundo. Le pregunto: ¿Quién cree que se beberá tan placentera bebida?
No forcemos las cosas y busquemos otro escenario menos extremo, pero siempre bajo el parámetro Mad Max. Ud. y yo llegamos a un asentamiento, la conocida Cúpula del Trueno. Ambos, hambrientos, vamos a realizar un truque para que, a cambio, nos den una ración de estofado de rata con guarnición de boniato aliñado al vinagre. Ud., le ofrece a Tina Turner, la mandamás del cotarro, 10 bitcoins, yo le ofrezco una maquinilla de afeitar usada desechable de la marca Bic, con ello puede arreglarse las patillas que gasta en la película. ¿Quién cree Ud. que sufrirá de diarrea por el condumio y quien se llevará una patada en sus partes blandas?
La conclusión, y ahora cito a nuestro compañero Agenjordi, es que como siempre nos advierte, todo instrumento financiero, sea del tipo que sea, solo es válido contemplando un concreto escenario y no otro, por lo que siendo estos últimos de tipología múltiple y variable, lo que consideramos seguro puede resultar de un altísimo riesgo o de nula protección.