La electricidad es algo curioso, a pesar de que es un producto commodity (dos kW son indistinguibles entre sí), la dificultad para transportarlo hace que siga unas dinámicas muy diferentes de otras commodities como podría ser el petróleo.
Para complicar más la foto, NO se puede decir que una fuente de energía sea siempre mejor (o más barata) que otra; a la pregunta ¿Cuál es la mejor fuente de energía? la respuesta es… depende. Algunos ejemplos tontos:
- En Venezuela que hay grandes ríos tiene sentido apostar por la hidroeléctrica.
- En la India con una población muy pobre y creciente, una red eléctrica muy deficiente, capital escaso y ausencia de otras alternativas, es natural que opten por el carbón.
- En Irán con poco capital disponible y grandes yacimientos de gas, lo normal es que quemen gas.
- Y en España, con grandes zonas vacías, una red eléctrica excelente, acceso a capital barato del BCE, recurso solar/eólico razonablemente bueno, y suficiente hidro y gas de backup, lo raro sería que no se estuviera produciendo un boom renovable.
Ahora bien, como es habitual, cuanto más se intenta optimizar un sistema, más riesgos se asumen; no siempre lo óptimo tiene porque ser lo mejor. Como ejemplo de esto es la archiconocida dependencia energética de Alemania respecto de Rusia; solución óptima tanto desde el punto de vista económico como climático, pero con riesgos evidentes - al menos a posteriori -, ya que cuando Trump lo advirtió en la ONU, los representantes alemanes se rieron literalmente en su cara. Si no han visto el vídeo al que me refiero, no tiene desperdicio.
Sin embargo, hay otros ejemplos mucho menos conocidos y/o evidentes de los beneficios de diversificar:
- Hace una década, la tecnología termosolar parecía la alternativa clara por la que apostar frente a la fotovoltaica. La solar que “funciona”, la llamaban. Hoy en día ha sido totalmente descartada.
- El gobierno autorizó a Enagás a construir una red de regasificadoras para poder importar gas por barco; no la solución óptima, ya que el gas argelino es más barato, sin embargo, en fechas recientes se ha demostrado crítico debido al cierre del gaseoducto del magreb.
¿Qué pasa cuando apostamos por una única alternativa? Inevitablemente vamos a estar expuestos a riesgos de cola, cisnes negros, eventos inesperados o como quieran llamarlo. El hecho es que da igual que estemos hablando de inversión o del sistema eléctrico, la diversificación aporta resiliencia. O dicho de otra manera, la concentración implica fragilidad.
Y aquí es donde quería llegar (disculpen la turra), cuando Francia eligió basar su estrategia en la energía nuclear, parecía un plan sin fisuras (y no estoy siendo sarcástico):
- Los costes son razonablemente fijos y predecibles
- Es constante y en principio, fiable.
- El suministro del combustible lo tienen garantizado a través de un estado “amigo” (Niger está contralado por Francia).
- Para compensar la rigidez inherente a la nuclear, Francia está excelentemente conectada con sus vecinos (Alemania, UK, Italia, España, Suiza…). Tanto es así que Francia ha sido históricamente muy reticente a apostar por las interconexiones con España, ya que no las veía necesarias.
Durante décadas, todo ha ido bien, y Francia ha sido una fuente estable de energía razonablemente barata para sí misma y sus vecinos. Sin embargo, un buen día sucede lo imposible. Y no, no me refiero a la guerra de Ucrania, sino a algo mucho menos impactante. Un gran número de centrales nucleares en Francia se encuentran paradas por diversas razones.
Y no, no es coyuntural, llevan así todo el año y no acaban de resolverlo. Mientras, están importando toda la energía que pueden de sus vecinos:
Esto es de hoy mismo. Para que se hagan a la idea de la magnitud del problema, 15GW equivalen a la mitad de toda la demanda pico de España, o a 15 centrales nucleares (tamaño Almaraz/Cofrentes), a pleno rendimiento.
Si además, ante un shock de oferta en un mercado de por sí inelástico, en vez de dar incentivos para reducir la demanda, decimos a nuestra población que no pasa nada y pseudo-congelamos tarifas, ¿Qué podría salir mal?
Todo ello con un coste para las arcas públicas de 24.000 M€ solo en 2022 y 45.000 M€ estimados para 2023.