Originalmente publicado en: https://blogs.masdividendos.com/oficial/2020/12/16/tesla-y-la-reflexividad/
Les traemos hoy un post de uno de nuestros mejores y más antiguos amigos, actuando en plan de (rutilante) estrella invitada, el inigualable @ruben1985. Rubén tiene como uno de sus propósitos para 2021 el dedicar tiempo a escribir en el blog que ya tiene reservado. Estoy seguro de que podemos conseguir adelantar ese momento si le animamos entre todos. Disfruten.
George Soros es sin duda una de las mentes más preclaras e icónicas del mundo de la inversión. Entre los grandes aportes del “cerebro de Budapest” se encuentra su teoría de la reflexividad, expuesta por primera vez en su obra La Alquimia de las Finanzas de 1987. Mientras que para la teoría ortodoxa los precios de mercado representan el producto resultante de la deglución de la información existente, el mercado según Soros es un proceso bidireccional en el que información y precios experimentan bucles de retroalimentación positivos o negativos. Dicho de otra manera, se producen “círculos virtuosos” o “círculos viciosos” resultado del flujo y reflujo de ambos componentes, información y precios. Según esta visión, el mercado no solo es una máquina de descontar el futuro si no que, a través de las expectativas, contribuye a su formación.
En adelante, se expone un ejemplo de cómo la teoría de Soros puede aplicarse a la reciente noticia del anuncio de una emisión de nuevas acciones por valor de 5.000 millones de dólares por parte de la compañía Tesla. La firma de Palo Alto ha pasado de cotizar a 70 dólares por acción en diciembre de 2019 a los cerca de 630 dólares a fecha de este escrito. Tesla no deja indiferente a nadie. Es capaz tanto de despertar la mayor de las pasiones entre sus acólitos como de despertar el mayor de los rechazos entre sus detractores, si bien a juzgar por el rendimiento pasado, han sido en mayor medida los primeros quienes han conseguido obtener rédito de su postura. Los cambios de valoración se producen principalmente por la influencia de dos variables, coste del capital y crecimiento esperado. Dado que normalmente se asume que esta última variable quedará limitada en algún punto del largo plazo, su efecto sobre el precio también lo hará, por lo que es esperable que un cambio tan súbito y pronunciado venga dado en mayor medida por la caída del coste del capital (en el caso de las acciones, el coste de los fondos propios). Es decir, los accionistas ahora exigen menos rentabilidad que hace un año por invertir en acciones de la compañía de manera similar a cuando un bonista exige un menor rendimiento por sus inversiones de renta fija. Es difícil saber en primera instancia si tras esta fuerte subida la cotización de la compañía es excesiva. Sin embargo, con el anuncio de esta emisión, la propia empresa podría estar dando señales de que así sea.
¿Significa esto que Tesla está abocada a un inminente desplome en bolsa?Aunque no es descartable, lo más sorprendente es que, mientras sea capaz de mantener las expectativas – y con lo que ello supone, sus niveles de cotización – levantar capital a estos niveles aporta a Tesla una ventaja competitiva con respecto al resto de competidores ya que le permitirá obtener capital a un coste inferior en términos relativos. Aquí es donde ese flujo ausente en la teoría unidireccional más convencional de las finanzas entra en juego. Unas expectativas elevadas bien gestionadas pueden promover la aparición de las llamadas “profecías autocumplidas”. Si comparamos Tesla con sus homólogos del sector de la automoción (note el lector la parcialidad del autor de estas líneas cuando parte de la premisa “Tesla es sólo un fabricante de automóviles”) observaremos que se encuentra profundamente desmarcada de ellos. Por ejemplo, General Motors y Ford cotizan a múltiplos muy inferiores a los del Tesla, por lo que se puede suponer, ciertamente de manera un tanto abstracta, que el coste de levantar capital será más elevado para esas compañías. Además, dado que una parte de la estructura de capital de Tesla también está compuesta por bonos convertibles, de mantenerse estas elevadas cotizaciones (al menos con respecto a los precios de conversión de los mencionados convertibles), se tiende a incentivar la conversión de estos instrumentos en acciones, fortaleciendo así el balance ulteriormente a modo de efecto de segunda derivada.
La impresión, quizá equivocada, es que a veces este punto queda al margen del análisis. Lo recurrente es observar un análisis de la estructura de costes para identificar, por ejemplo, si estamos ante el productor más eficiente (con menores costes de producción). En esta línea de razonamiento ¿es permisible ignorar esa opcionalidad que a veces puede poseer una empresa para obtener capital por debajo de aquel al que lo pueden obtener sus competidores? Este no es un tema baladí, en especial cuando se trata de un sector tradicionalmente intensivo en capital como el de la automoción y sobre el que están aconteciendo fuertes vientos de cambio relacionados con la electrificación de la oferta de vehículos y que a buen seguro seguirán exigiendo en el futuro un fuerte desembolso en I+D+i.
Me gustaría acabar con una nota a modo de reflexión proporcionada por @xiscomartorell al que desde aquí también agradezco la revisión de este texto. Este ejemplo puede servir para ilustrar un aspecto de la complejidad inherente al mercado de valores: hay factores que no se contemplan habitualmente, y éste es uno, pero no el único, los hay desconocidos. Por ello es tan difícil -o imposible- prever su evolución al detalle.