Escuchando a la clase política e “intelectual” de este país me llama la atención que parecen no estar aprendiendo absolutamente nada de lo sucedido. Pocos han entendido (y desde la clase política ninguno) que el error no ha sido y nunca será de predicción de la próxima gran tragedia, sino de prevención de riesgos y de cómo crear un sistema que, como diría Taleb, sea antifrágil, o, como mínimo, robusto frente a sus posibles consecuencias. No es una cuestión de falta de precisión de los instrumentos predictivos, es una cuestión puramente epistemológica, no somos ni seremos capaces de predecir los acontecimientos futuros. Y mientras algunos siguen enfrascados en discusiones estériles sobre cantidades de camas en la UCI o como “soberanizar” la producción de los EPIs necesarios para así no depender de terceros, cayendo en el clásico error de invertir la flecha del tiempo, narrando la historia de adelante hacia atrás, siguen sin responder a la pregunta verdaderamente importante que nos deja esta crisis ¿Cómo, si no podemos prever la siguiente tragedia, nos protegemos de las consecuencias de ésta?
Las conclusiones que se están extrayendo actualmente de la crisis de cara al futuro son:
- Dotar a la sanidad de más recursos y hacerla dependiente (más aún) del sistema público.
- “Resoberanizar” la producción de ciertos productos higiénicos y de protección básicos.
- Darle aún más competencias al ya de por si desmedido Estado-nación centralizado.
Algunas de esas medidas quizás te hagan menos vulnerable cara a una próxima pandemia, incluso podrían parecer razonables, pero no te inmunizan del resto de posibles catástrofes, que pueden ser de orden económico, militar, natural o incluso sanitaria de otra índole. De hecho, es posible que te hagan incluso más vulnerable a otros posibles escenarios, desplazando los recursos, que en toda economía son limitados, hacia la gestión de escenarios concretos, desatendiendo otros. ¿Cómo entonces podemos crear sistemas que sean menos frágiles a la volatilidad extrema de este tipo de sucesos, sin por ello conocer el origen de dicha tragedia?
Me gustan dos ideas del mismo Taleb: priorizar la redundancia a la optimización y hacer que los sistemas sean menos interdependientes. Traducido a la política y la economía de los Estados (que son quiénes para bien o para mal gestionan este tipo de situaciones): priorizar la reducción de la deuda pública, que te hace extremadamente vulnerable a cualquier pequeño contratiempo, te limita el margen de maniobra y te obliga a hipotecarte con terceros, y trasladar el máximo de competencias a la más pequeña unidad territorial posible, haciendo que el poder del Estado-nación ultracentralizado se reduzca, gobernando de “abajo a arriba” y no de “arriba a abajo”, evitando así las consecuencias de las decisiones de un extremadamente reducido grupo de personas que no tiene ninguna capacidad excepcional, y las mismas imperfecciones que tenemos el resto de los seres humanos.
Lamentablemente observo como las medidas que surgirán de esta crisis irán en sentido contrario: aumentar el gasto público a toda costa, haciendo crecer la ya descomunal deuda que arrastramos. Y dotar de aún más poder a las instituciones públicas y al Estado-nación. Es decir que, para gestionar futuras tragedias, vamos a otorgarle más poder y depender más aún de quiénes no han sabido gestionar ésta, ni las anteriores.
Por supuesto, estas ideas para la gestión de riesgos de redundancia y “anti-interdependencia”, pueden extrapolarse a cualquier faceta de la vida. Por ejemplo, en las de inversión y finanzas personales, con medidas como trabajar sin apalancamiento y con un colchón de seguridad, y con la diversificación, ya sea de activos financieros o fuentes de ingresos.
Como siempre esto no es más que una opinión, más o menos fundamentada. He intentado abstenerme de hacer cualquier comentario político más concreto, aunque no ha sido por falta de ganas.
Un saludo