El problema entre el cielo y el infierno es la diferencia de clima y gente. Eso creo, pues aquí todo son teorías, nadie ha vuelto para explicarnos su experiencia.
No hay dudas que en materia de clima lo mejor es el cielo, yo lo imagino, como mínimo, como el archipiélago más precioso de la Micronesia, el que aún no se ha descubierto porque es el paraíso de nuestros sueños, con un perfecto tiempo que nos acompañará sin descanso en todas las navegaciones. El infierno se define por si mismo, es como una de esas viejas estufas de petróleo móviles que se utilizaban en las viviendas burguesas del Ensanche de Barcelona de principios del pasado siglo, a lo bestia, a lo Altos Hornos de Vizcaya y sin quiebra, eterna, solo de imaginármelo me baila el cuerpo achicharrado al ritmo de San Vito.
En cambio, dudo un poco sobre la gente, los que van a ser nuestros compañeros de viaje de forma indefinida, permanente, puede llegar a ser, da lo mismo donde estés, una condena perpetua en vez de premio. Y me surge la duda porque ……………… no sé ………………………. tengo la ligera impresión que si son rigurosos en los criterios de selección para ascender el infierno va a estar lleno, lo que unos cómicos señalan como “abarrotao”, y esa rigurosidad abre todo un abanico de posibilidades. Ciertamente, habrá gente despreciable, pura basura, detritus y productos tóxicos, pero acompañarán otros tipos con algunos inocentes pecadillos y aficiones, estoy seguro que he practicado alguno de ellos y la cosa puede ser entretenida, nada, por compartir experiencias e intercambiar opiniones. Del cielo y de los que por ahí pululan solo me identifico con Noe, eso de llevar un gigantesco y nervioso velero de dudoso diseño por mares encrespados y tormentosos, barriendo las olas la cubierta, diluviando, intentando ganar unos grados de barlovento en dura ceñida, con una tripulación compuesta por hipopótamos, rinocerontes y elefantes haciendo banda, trabajando esa salvaje fauna la jarcia, poleas, escotas, drizas y velas, un gorila en el tope del mástil por si avista tierra, siendo la primera vez que navegaba ya talludito sin título de la Marina Mercante, eso no se ha visto ni en los más raros prototipos y tripulaciones de la Copa América, el asunto tiene mucho mérito. Del resto, no sé, siendo servidor un viejo rockero que opina que Miguel Ríos es una novedad por jovencito, el canto gregoriano me queda muy lejos.
Y he aquí el dilema ¿con que nos quedamos? ¿El paraíso o, con una segura acalorada congestión, la gente de gustos parecidos?
No los voy a ubicar en sus dependencias pues podría equivocarme, pero Uds. me dirán con quién preferirían pasar una eternidad: ¿El Padre Corrons y sus filípicas terroríficas o Hugh Hefner y su acreditado gusto gráfico por la más bella naturaleza? Apreciarán por el ejemplo expuesto mi natural elegancia de educado caballero, omitiendo cualquier fácil y reprochable referencia a las “pin-up” y resto de señoritas que gustan de mostrar pierna y la conversación amena.
Creo que este dilema es el peor castigo que el dios cristiano ha puesto a sus creyentes y a los que no, el trabajo, del que opinamos cualquier cosa menos que ese tormento santifica, como así atestiguan embelesados los primeros. Es lo que tiene esto, pensemos lo que pensemos, hagamos lo que hagamos, vayamos a donde vayamos, terminaremos todos escocidos. La vida presente y la eterna se parecen, ambas son un sinsentido.