Vuelvo a las andadas.
Continuaré siendo ligeramente incisivo con el texto para que la lectura resulte más estimulante y aunque sí pienso lo que aquí leerán, mi opinión es más moderada y matizada pero escribir sin ocupar mucho espacio requiere grandes dosis de simplificación.
3.- Rentabilidades pasadas no garantizan Rentabilidades futuras.
Ya, PERO.
Que levante la mano (yo ya la dejo bajada) el que no invierta condicionado por criterios como reversión a la media, trackrecord, comparativa con eventos pasados similares, evoluciones históricas, etc. Esto es extrapolable a cualquier ámbito de la vida: fichamos a X jugador porque las dos últimas temporadas ha metido 50 goles, contratamos a este trabajador porque tenemos muy buenas referencias de su buen hacer, me compro esta marca de coche porque la gente que lo ha tenido me habla muy bien de él o mejor no me caso con esta señora que habla sola por la calle porque entiendo que aunque locuras pasadas no garantizan locuras futuras, algo me dice que no será la mejor de las elecciones. Cuando nos preguntan por qué invertimos en renta variable uno de los argumentos a favor es que en el pasado a muy largo plazo nunca se ha perdido dinero. O si les preguntan por qué invierten de una determinada manera frente a otras estrategias es probable que se basen en datos pasados de rentabilidad, o de crecimiento, o de baja volatilidad o los puntos que ustedes consideren. Todos invertimos en activos esperando obtener comportamientos similares a los que se han obtenido en el pasado. Y esto aplica al que invierte en inmobiliario, en materias primas, en bitcoin, en arte o en lo que quieran.
En definitiva, que la frase está muy bien para no dar falsas esperanzas y también para lavarse un poquito las manos (sobre todo los profesionales del gremio), pero la realidad es la que es y los datos que tenemos para guiarnos son siempre de agua pasada sobre la que, al menos parcialmente, esperamos volver a navegar en el futuro.
4.- El interés compuesto. Te alabamos señor.
Amén.
Y sí, el gráfico es correcto, el poder del tiempo es brutal y como imagen para ilustrarlo es perfecta. No vengo aquí a negar el interés compuesto, pero sí a cuestionar la realidad detrás de los gráficos.
Si bajamos del reino de los cielos a la tierra no prometida, podemos concluir sin temor a equivocarnos que la Investor 1 (llamémosla Eva) y el Investor 2 (llamémoslo Adán) no existen. Y mucho menos una comparativa realista entre ellos.
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¿Conocen ustedes a alguien que haya invertido 50.000$ de los 25 a los 35 años (que hasta ahi todo bien) pero que luego se haya pasado 30 años viendo todo eso componer tranquilamente sin enredar (gastar, mover, rotar, liquidar…) con ese dinero?
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¿Conocen a alguien que en su primera etapa inversora no sea precisamente donde haya cometido los errores más graves? Como para dejarlos componer (o descomponer) 30 años…
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¿Conocen ustedes a alguien que tenga la misma capacidad de ahorro mensual al inicio de su vida laboral (caso Eva) que cuando ya está asentado (caso Adán)? Si subimos la capacidad de ahorro de Adán en unos 50$ más al mes el gráfico ya cambia de ganador. Y si invierte 100$ más, la cosa ya cambia mucho. (Si, ya se que aun así el esfuerzo económico de él es mucho mayor que el que ha realizado ella, pero el punto es que el gráfico cambia en cuanto modificas ligeramente las cantidades).
Y ahora los dos aspectos más insalvables:
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¿Creen ustedes que el concepto “ceteris paribus” en dos vidas de los 25 a los 65 años (que son 40 añazos) es aplicable? La infinidad de variables que implican vivir no requiere ni siquiera desarrollar la idea.
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¿Creen ustedes que el concepto “ceteris paribus” económico respecto a ciclos económicos, tipos interés, productos disponibles para inversión, etc. que tiene cada uno de ellos es aplicable? Las decisiones y vicisitudes de una vida inversora implica tantas variables que tampoco requiere ni siquiera desarrollar la idea.
Vamos, que si en vez de soltarles este rollo les preguntase a ustedes directamente que si pudieran volver a sus 25 años (quien los pillara!) y poder hacerse una Eva o volver a sus 35 años (quien los pillara!) y poder hacerse un Adán creo que las respuestas irían claramente hacia cierta dirección. Porque una cosa es lo que nos dicen las sagradas escrituras del Excel y otra distinta es la existencia terrenal.
Porque el cuándo, cuenta mucho. Pero el dónde, el cuánto, el cómo y el porqué, cuentan todavia más.