Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando

Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando

Daniel Arias-Aranda

Full Professor of Management

Fecha de publicación: 30 de dic. de 2022

Llevo impartiendo clases en la universidad cerca de 25 años, dos de ellos en la Universidad Complutense de Madrid y el resto en la Universidad de Granada. Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo.

La primera asignatura que impartí fue en el curso 1997/98. Era Dirección Estratégica de la Empresa (sigo aún impartiéndola), entonces del plan antiguo de 5 años de Económicas y Empresariales. Tenía matriculados 524 alumnos en cada grupo. Era imposible distinguir las caras de los que se sentaban atrás en aquellas gigantescas aulas del Pabellón de Tercer Curso de la UCM. Eso sí, las aulas estaban llenas. Algunos alumnos se tenían que sentar en las escaleras porque no cabían.

En las horas de tutoría, los alumnos hacían cola en la puerta de mi despacho. Responder todas las consultas, curiosidades, dudas… era tan agotador como satisfactorio. Las constantes preguntas de los estudiantes en clase me obligaban a llevar la materia muy preparada. Yo ya tenía 25 años y no recuerdo estudiar más que entonces.

La asignatura era dura y las preguntas de desarrollo configuraban exámenes que duraban horas. Era imposible corregir todo aquello en menos de diez días. Las revisiones eran complejas (sobre todo para los que estaban entre el 4 y el 5).

Todo lo anterior es tan sólo un eco del pasado.

Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo.

Hoy me dedico a engañar más que a enseñar. Me explico a continuación.

Los grupos hoy son de unos 50 alumnos, de los cuales raramente viene a clase más de un 30%. Los que vienen, lo hacen en su mayoría con un portátil y/o un teléfono móvil que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. Las caras de los alumnos se esconden tras las pantallas. De hecho, me sé mejor las marcas de sus dispositivos que sus rasgos faciales. Es raro que alguien pregunte, por mucho que se les incite a hacerlo. Quince minutos antes de que acabe la clase ya están recogiendo sus cosas, deseosos de salir.

Cada vez me siento más como un profesor del instituto de una serie mediocre de los 80 que como un catedrático. A menudo tengo que callarme porque el rumor generalizado se extiende por el aula y me da vergüenza mandar callar a universitarios constantemente. He separado a gente para que no hablen entre ellos, he expulsado alumnos del aula y me he llegado a marchar de clase ante el más absoluto desinterés.

Soy consciente que para vosotros, soy sólo un estímulo más que compite con las redes sociales y el vasto imperio de internet. Evidentemente, soy más aburrido que un video de influencers de Tiktok.

Como respuesta a este panorama y, siguiendo las cambiantes normativas universitarias (siempre peores que las anteriores), los profesores hemos tomado cartas en el asunto con las siguientes medidas:

-El nivel de la asignatura ha bajado. Impartimos menos temas de manera mucho más superficial.

  • Hacemos parciales tal y como establece la evaluación continua para tratar de aprobar a un mayor número de alumnos, pues un número de suspensos superior, a lo que la universidad establece como límite, conlleva una sanción que influye en el presupuesto del departamento, esclavizado a través del denominado contrato-programa.

  • El nivel de los trabajos y presentaciones de los alumnos no pasaría, en su mayoría, los estándares del teatrillo de Navidad de primaria. Pero eso, para nosotros es más que suficiente para poner un 5.

De este modo, cumplimos el contrato-programa, el departamento es feliz, la universidad es feliz, nuestros alumnos aprueban, creen que saben algo y son felices y nosotros languidecemos ante la triste realidad.

Soy consciente que para vosotros, soy sólo un estímulo más que compite con las redes sociales y el vasto imperio de internet. Evidentemente, soy más aburrido que un video de influencers de Tiktok.

Por eso, te digo que me dedico a engañarte, querido alumno/a. Vives en una mentira que nosotros edulcoramos. Por eso, es mejor que si quieres seguir viviendo en tu burbuja, mientras puedas, no sigas leyendo, ya que voy a contar lo que hay detrás de Matrix.

Bueno, si sigues leyendo, lo haces bajo tu propia responsabilidad. No digas que no te advertí. Aquí van algunas realidades que no te van a gustar:

  1. Te faltan habilidades básicas indispensables en estudios superiores. No tienes capacidad de expresión. Tu vocabulario es muy básico y se limita a verbos débiles (hacer, ser, estar) en lugar de específicos como desarrollar, evolucionar, ampliar, …
  2. Por ello, cuando entregas un trabajo o haces una exposición de un texto que has copiado de Wuolah, El rincón del vago u otros, donde plantas frases como «considerando la posibilidad de articular el concepto de selección adversa con las bases teóricas de la economía de las organizaciones…», sé de sobra que no lo has escrito tú porque, para más INRI, cuando te pregunto en clase sobre el significado de esa frase, no sabes qué contestar.
  3. Por supuesto, al exponer en clase, la frase del punto anterior la has leído literalmente de tu móvil, del que no despegas los ojos aún enfrente de tus compañeros, y la has colocado en una transparencia de Powerpoint cuyo diseño en 1995 ya estaba obsoleto. El resto de tu presentación se limita al «efecto karaoke», leer los interminables párrafos que has cortado y pegado.
  4. No sabes estar. Sí, estar. Balbuceas, te encorvas, no fijas la mirada, llevas una o las dos manos en los bolsillos, vienes a una exposición en chándal o con leggins… No te dignas a respetar la institución milenaria que te acoge y que se llama universidad. No entiendes lo que eso significa y tampoco tienes ningún interés en saberlo.
  5. Si tu expresión es limitada, tu escritura lo es más. Se nota que ya no se hacen dictados en educación secundaria. Caso aparte merecen los alumnos que no hablan español y no comprendo que hacen ocupando un asiento, especialmente aquellos provenientes del país creador de Tiktok.
  6. Jamás hubieras superado esta asignatura hace 10 o 20 años. De hecho, de tu clase, no más de 10 personas seguirían admitidas en estos estudios. Te lo dice un licenciado que acabó dos titulaciones en la Universidad Carlos III de Madrid donde tras 4 convocatorias suspensas de una asignatura, ibas a la calle.
  7. Tu nivel de lenguas extranjeras es nulo. Doy clases en un Máster íntegramente en inglés donde apenas hay españoles y el nivel de los estudiantes extranjeros es infinitamente superior. De hecho, el máster es lo único que alimenta mi motivación a enseñar.
  8. Las habilidades blandas brillan por su ausencia. ¿Liderazgo, resiliencia, trabajo en grupo? Son básicas para cualquier empleo. Cuando me escribes un email para decirme que te has peleado con tus compañeros de grupo o envías a tu madre a una revisión de exámenes, mi perplejidad no cabe en mi persona. Hace años que no recomiendo a ningún alumno para ninguna empresa.
  9. Vives anestesiado por las redes sociales. ¿Te crees que no me entero? Mientras doy clase veo tu cara de soslayo tras la pantalla con risitas y yo sé que explicar la cadena de valor de la empresa es de todo menos gracioso. No estás en clase, estás en Instagram. Pero yo me hago el tonto y miro para otro lado.

Estos puntos son sólo la cima del Iceberg. Los profesores estamos hartos de formarnos en técnicas docentes multidiversas y de pelajes exóticos para motivar al alumnado. Lo que está claro es que si tú, estudiante, no tienes interés, yo no puedo plantarlo en ti. Pero sí puedo hacerte creer que vales, aunque sepa que es mentira. Me he convertido en un experto en hacerlo porque el sistema me lo exige y cumplo. Y rezo por que esto sólo me ocurra a mí, y como mucho en mi facultad, pero no ocurra en Medicina o Ingeniería de caminos, sobre todo cuando cruce un puente o, Dios no lo quiera, esté en la camilla de un quirófano.

Podemos echarle la culpa a la universidad pública y tiene bastante, pero no toda. «Si quieren calidad, que se vayan a la privada», he escuchado por ahí. Y los números van apuntando en esa dirección. Quizás, el pago de una matrícula de cuatro ceros aumente la motivación en lugar de las irrisorias tasas académicas públicas. Puede que la universidad pública reaccione cuando la privada le coma la tostada, cosa que está haciendo muy bien.

Lo que está claro es que si tú, estudiante, no tienes interés, yo no puedo plantarlo en ti. Pero sí puedo hacerte creer que vales, aunque sepa que es mentira.

No obstante, mis evaluaciones docentes son muy buenas y las he publicado. Pero no soy una excepción. Cuando hablo con compañeros coinciden con mi visión. Escribir esto es arriesgado y es más cómodo callar y obrar. Lo entiendo perfectamente, patada y al área es la actitud mayoritaria.

No quiero terminar exponiendo un problema sin dar soluciones. Las hay. Pero para ello, hay que romper el paradigma en que estamos sumergidos y ser muy valientes. He aquí algunas propuestas incómodas:

  1. No somos todos iguales. Hay estudiantes con vocación e interés eclipsados por la mediocridad imperante. Centrémonos en ellos. La universidad es para formar a las élites intelectuales. Antes de que me llaméis facha, esa frase es del insigne Gregorio Peces-Barba, mi rector cuando estudiaba en la Universidad Carlos III, padre de la Constitución y socialista de los de verdad (cómo han cambiado las cosas). La Formación Profesional forma grandes profesionales que no han de ser universitarios.
  2. Devolvamos al profesorado universitario las competencias perdidas como autoridad intelectual a la hora de diseñar planes de estudio, modelos de enseñanza y currículum. No podemos esperar dos años a que la ANECA dé el visto bueno a una modificación de los planes de estudio. El mundo cambia demasiado rápido para seguir impartiendo contenidos obsoletos.
  3. Reforcemos las capacidades básicas en enseñanzas no universitarias: Enseñar a pensar, a enfrentarse a obstáculos, a expresarse, a tener modales, a leer y escribir bien en español e inglés, a tener tolerancia a la frustración y, sobre todo, a buscar la superación constante.
  4. Eliminemos cualquier rastro de gadgets tecnológicos en la enseñanza (lo que incluye ordenadores portátiles). Darle un Chromebook a un niño de 10 años es como darle una cuchilla de afeitar a un bebé. SEÑORES TECNO-PROGRES LEAN ESTO POR FAVOR: Cruzar un puente no te hace ingeniero de caminos, de la misma manera que tener un ordenador no te hace nativo digital. Mis alumnos no saben, en su mayoría, elaborar un Excel o dar formato a un texto en Word. Las TICs a edades tempranas sólo sirven para distraer. La plasticidad neuronal se desarrolla con lápiz y papel, no con la dictadura de los teclados.
  5. Hacer sentir a los chavales orgullosos de quienes son y donde están, con admiración hacia lo que les rodea y hacia otras culturas. Fomentar la curiosidad innata y el respeto. Crear descubridores y jamás plantar la semilla del odio o la desolación. Huir de los nacionalismos, siempre manipuladores y huir de los populismos, de cualquier cosa negativa que acabe en ismo. La mente de un niño es sagrada.
  6. Fomentar la cultura de la competición y la colaboración en todo tipo de enseñanzas. El esfuerzo conlleva recompensa, a veces a largo plazo. Los mejores serán premiados y los peores se quedarán fuera de juego y, si quieren volver a entrar tendrán que esforzarse más, o bien, centrarse en otro juego, esto se llama flexibilidad académica. Si tu hijo es malísimo en matemáticas, pero le encanta tocar la guitarra, quizás tengas que ponerle un profesor particular en guitarra y no en mates. Y el sistema ha de aceptar esto. Saquemos lo mejor de cada individuo.
  7. Con 18 años no sabes, salvo que tengas una vocación innata, que es lo que quieres estudiar (yo no lo sabía, pero tuve suerte al elegir). Flexibilicemos los primeros años universitarios y de FP. Las titulaciones no han de ser bloques de cemento. ¿Empiezas Informática y no te gusta? Hagamos pasarelas. Implantemos el major y el minor como en EE. UU. Que una mala decisión no frustre una vida.

En fin, querido estudiante, esto es lo que hay. Quizás seas la excepción a todo lo escrito, ojalá sea así, pero los números me dicen que las probabilidades son inferiores al 10%. En todo caso, no busques la solución en el estado, ni en los sindicatos, ni en los cantos de sirena de los -ismos, ni en las redes sociales. La solución está en ti. Si tú cambias, el mundo cambia.

Y si no quieres cambiar, no te preocupes, te seguiremos engañando, haciéndote creer que lo estás haciendo muy bien.

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¡Espero que sea una exageración!

Buenos días. Le diría, con todos los respetos, que en lugar de poner el artículo entero, citara la fuente original y ya en todo caso resaltar lo que le parezca más interesante (que hay mucho). Lo digo porque nadie se le queje por temas posibles de derechos, etc

La fuente que he encontrado yo es esta Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando

En todo caso, no es obligación, libertad responsable :blush:. Gracias por su comprensión.

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Por otra parte y sin ánimo de ofender, ¿cuántos profesores de grado saben sin mirarlo en Google cuáles son los afluentes del Tajo, del Duero, del Ebro, del Guadiana, del Guadalquivir…?

¿Y continuar «al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido»?

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La verdad es que no me extraña demasiado, he llegado a ver a madres/padres acompañando a sus hijos a una entrevista de trabajo…

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Lleva toda la razón, de hecho pensaba que lo había pegado con el resto del artículo, lo pongo junto con el mismo en el inicio del hilo.

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Saludos cordiales, @Rawdo.

Atienda las palabras de @Arturop, pero yo cuando he citado un art. entero he marcado que lo ciitaba. P. ej.:

Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando, Daniel Arias-Aranda, Full Professor of Management, LinkedIn (30 de dic. de 2022).

Llevo impartiendo clases en la universidad cerca de 25 años, dos de ellos en la Universidad Complutense de Madrid y el resto en la Universidad de Granada…

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¿Y no es más útil saber usar herramientas que ser una de las enciclopedia humana?

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Me recuerda su frase a cuando se cita de memoria a los autores de libros que no se han leído.

No digo que no vaya bien para hacerse un mapa global de la situación, pero da una falsa sensación de conocer algo en profundidad, que sin embargo requiere dedicarle muchas más horas.

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Sinceramente, creo que una cosa es información y otra muy distinta educación. Como dice el artículo, no es una cuestión -únicamente- de capacitación académica, sino más bien pilares básicos del desarrollo personal, como son el saber estar, la cultura del esfuerzo, de tomarse en serio los apartados de la vida que lo requieren… Esto, es lo que provoca la bajada de los estándares académicos para cumplir con el ratio de aprobados y un circulo vicioso que difícilmente tiene solución a medio plazo.

Afortunadamente la formación profesional está teniendo un auge fortísimo y no son pocas las empresas que cada vez pescan más en estas aguas en lugar de en los universitarios. Esto, quiero pensar que podría ser el catalizador de una autorregulación de la oferta y la demanda de fuerza productiva y termine depurando y poniendo en valor la formación académica en los distintos niveles.

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Me ha recordado a este gran libro y mejor persona https://www.goodreads.com/book/show/11499022

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Por supuesto. Extraña factoría la que contrate más ingenieros que operarios.

Aunque en 2021 se celebró una carrera de remo entre empleados de una empresa japonesa y de otra española. Se dio la salida y los japoneses empezaron a destacar desde el primer momento, llegando a la meta con una hora de ventaja sobre el equipo español.

La Dirección de la empresa española analizó las causas de tan amarga derrota y advirtió que el equipo japonés estaba compuesto por 10 remeros y un jefe de equipo, mientras que la tripulación española la componían 10 jefes de equipo y un remero, por lo que se decidió adoptar las medidas adecuadas.

En 2022, la tripulación japonesa llegó dos horas y media antes que la española.

La Dirección se volvió a reunir y, tras un sonoro rapapolvo a la Gerencia, concluyeron que los japoneses habían repetido estrategia (10 remeros y 1 jefe de equipo) mientras que la innovadora tripulación española, remozada tras las eficaces medidas tomadas el año anterior estaba compuesta por: 1 jefe de equipo, 2 asesores a gerencia, 7 jefes de sección y 1 remero.

La conclusión de la Dirección fue unánime: el remero es un incompetente.

En 2013, tras encargar una innovadora trainera al departamento de nuevas tecnologías, la ventaja de los japoneses fue de cuatro horas.

El Equipo Directivo reunnido para analizar las causas del nuevo desastre comprobó que el equipo nipón había optado por la ya tradicional formación (1 jefe de equipo y 10 remeros), mientras que el español, tras una auditoría externa y el asesoramiento especial el departamento de organización, optó por una formación mucho más vanguardista:
1 jefe de equipo, 3 jefes de sección con plus de productividad, 2 auditores de externos y 4 vigilantes jurados que no quitaban ojo al único remero de la tripulación, al que habían amonestado y castigado quitándole los pluses e incentivos tras el fracaso del año anterior.

Tras varias horas de reunion, se acordó que, para la regata de 2014, el remero sea un becario o en su defecto, una contrata externa, ya que, a partir de la vigésimo quinta milla, se ha venido observando cierta dejadez en el remero de plantilla escuchándole frases como Que os vayan dando y va ha remar tu abuela, actitud que rozó el pasotismo en la línea de meta, llegando nuevamente a la conclusión:

El remero es un incompetente

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@Rawdo gracias por su artículo, reproduce amargamente la realidad de la generación actual, inmersa en las redes sociales y cultura de lo instantáneo sin profundizar en nada. Yo mismo he tenido experiencias de las que comenta, pero también de otros que son brillantes estudiantes, y saben lo que quieren, eso sí, son los menos.

Un saludo.

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Esa historia la conozco idéntica por otra vía. El remero era un empleado de una reputada multinacional, en la que trabajé, y que es considerada innovadora y exitosa, dividend king.

Lo de hablar mal de uno mismo o de nuestro entorno NO es patrimonio español.

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Creo que últimamente se está generalizando en exceso sobre las debilidades y carencias de la enseñanza superior en España. Me temo que es evidente que algo falla desde hace tiempo, pero al mismo tiempo se ignoran las bondades que todavía perviven en nuestro sistema. Muchos de estos males pasan por meter en el mismo saco titulaciones dispares de humanidades con otras de ingeniería aplicada y atizar a la universidad pública como si de un único ente se tratara, cuando hay facultades en una misma universidad que no tienen nada que ver unas con otras en eficiencia en el gasto de recursos, resultados de investigación, nivel docente, empleabilidad de los egresados, etc. Sinceramente, no creo que estemos tan mal. Debo reconocer que estoy un tanto sesgado por lo que me toca. Pero muchos de nuestros alumnos son recibidos con los brazos abiertos en universidades y empresas de todo el mundo. Quizás el problema que subyace de esta situación es precisamente ese, hace tiempo que la universidad es percibida como una fábrica de “pre-parados”, pero esa misma opinión pública no se ha parado a pensar que quizás el problema sea más de modelo productivo de país. Un modelo que desperdicia el valor añadido resultante de la universidad y que por lo tanto sale muy caro.

Al hilo de esto les dejo esta peculiar charla de un ex-decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Vigo. Fue muy comentada en su día, cuando nos metieron Bolonia por un tubo.

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Le doy la razón en parte. Un sistema universitario (público y privado, la diferencia es si se puede pagar o no) en el que entra de todo, dificilmente puede terminar siendo otra cosa que una fábrica de mediocres con título, de la que de vez en cuando sale alguna joya.

Pero al final no deja de ser una cuestión política. Ya no se trata ni de lucha de clases. Se trata simplemente de que vende mucho más decirle a TODO el mundo que su hijo puede ser licenciado universitario. La meritocracia y las élites tienen muy mala venta en lo que a cosechar votos se refiere.

Eso sí, somos probablemente el país con los trabajadores de McDonald’s mejor formados del planeta.

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Ojalá @guerrero, sea verdad que hay una muy buena formación, haciendo caso al libro de R. Dalio: Principles, lo primero que tira de un país es la formación; su subida es seguida por las demás.

La inversión en formación es super-rentable socialmente, económicamente, en salud, seguridad,…

Padres, sobre todo madres, con formación pueden apoyar a sus hijos mucho más que los no la han adquirido:

Aunque hay comportamientos que se rechacen socialmente

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Es más, yo me preguntaría cuántos profesores universitarios tienen experiencia profesional al margen de la academia.
Porque si resulta que buscas ser graduado en ciencias físicas, lo normal es que tu profesor sea una persona que se ha dedicado a la investigación básica en diversos centros públicos.
Pero si te estás dedicando al mundo de la administración empresarial, no tiene ningún tipo de sentido que tu profesor haya pasado de recién licenciado a doctorando y de ahí a profesor de universidad sin haber cotizado a la seguridad social ni un solo día en la empresa privada.
Leo que el autor del texto lleva trabajando en la Universidad desde los 25 años; para mi el gran problema de la universidad son los profesores más que los alumnos. Lo era en mis tiempos y lo sigue siendo ahora.

El resto de lamentos del autor me parecen más propios de la nostalgia por los tiempos pasados que por un análisis riguroso de la realidad. Si este hombre hubiera tenido algún tipo de responsabilidad laboral en el ámbito del que es docente, se daría cuenta de que los chavales llegan hoy con mayor nivel de idiomas y de habilidades (programación, por ejemplo), de los que teníamos los que nos graduamos hace ya alguna década. Todo ello en un entorno laboral mucho menos estable y peor remunerado.

Estoy convencido que en los 60-70 habría más de un profesor universitario escandalizado porque su alumnos acudieran a clase con vaqueros o melenas; y fíjense lo que los licenciados de aquellas hornadas han conseguido.

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Creo que su consideracion deberia extenderse a la Medicina, Psicologia, Ingenieria, economia, etc

Es habitual encontrar profesores universitarios sin contacto con el mundo real, exigiendo a sus alumnos saberse de memoria datos que ellos se estudian unas horas antes de dar la clase.
Y no saben nada de lo que no es “su asignatura”.

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No le falta parte de razón. Pero cuidado que hay notables casos de académicos que tienen la mayor parte o buena parte de su trayectoria en centros docentes o instituciones de ámbito público, que han hecho grandes aportaciones en sus campos.

Hay investigaciones que sin un tiempo que no suele dejar la actividad privada, son mucho más complicadas de realizar. O requieren un grado de independencia que es más difícil de lograr cuando puedes perjudicar a la empresa que te paga el sueldo.

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