Personalmente me molesta la deuda. Creo que ha de ser manejada con extrema prudencia. Es cierto, como señala Malagaga, que cuando invertimos en una empresa, nos señala el ejemplo de una conocida panera, ya estamos asumiendo su enorme deuda. Es una visión. Y un alto riesgo que aceptamos en función del retorno ambicioso que esperamos. Ahora imagínense un inversor endeudado invirtiendo en una empresa endeudada. Es otra visión que en muy poco se parece con la anterior, suma a las necesidades de la empresa las suyas propias. Personalmente puedo asumir el primer riesgo, el segundo ni lo considero.
No dudo que Paramés actúe así, o Buffet, o Lynch u otros numerosos gestores de éxito que operan con apalancamiento, tratamos con profesionales. Incluso puedo considerar, por mi nivel de tolerancia al riesgo, que puedo invertir unos dineros con estos señores. Pero yo no soy ninguno de ellos, ni por lejanísima aproximación, no, no, la aproximación es mucho más lejana de lo que considera, por lo que ya asumo bastante riesgo para adicionar, además, una posible quiebra en mi situación financiera. Encontrará muchísima bibliografía al respecto.
Y le cuento una anécdota, inventada como todas las que relato. El otro día, en un conocido restaurante de moda donde resido, estaba comiendo con un amigo. En la mesa contigua una pareja, ella guapísima, él le hablaba de una operación de crédito. Solo puede escuchar que se financiaba al 5% mediante un crédito personal, ningún dato más. Dejé de prestar atención, solo ella me había despertado la curiosidad. Al poco, mi amigo me señala: “Que suerte tiene ese tipo, que mujer más guapa le acompaña”. Yo le contesté: “Si, es para compensar, piensa que a el la fiesta le va a salir un 5% más cara”.
No me haga mucho caso, tengo intolerancia a la lactosa crediticia, los especialistas en dietética señalan que es incurable.