Mito: “como la valoración depende del futuro y el futuro es desconocido, la valoración no sirve para nada”
Efectivamente el valor de una empresa está en el futuro, y el futuro es desconocido. Pero que no se pueda calcular, o directamente que no exista, un valor numérico exacto, no es un impedimento para que la arquitectura de valoración sea de utilidad. Me recuerda, si se me permite la analogía, a la crítica injusta de Ramsey al concepto de probabilidad lógica no numérica que Keynes establece en su A Treatise on Probability : aceptar que no exista un valor numérico exacto no significa que no se puedan estimar intervalos con los que poder formar juicios y tomar decisiones.
Como poco, manejar con soltura las herramientas de las finanzas corporativas para ser capaz de hacer el proceso de ingeniería inversa y saber leer las expectativas implícitas en el precio en términos de los drivers de valor. Y luego ya decidir, de acuerdo con nuestro conocimiento limitado del mundo, y con la ayuda de la microeconomía de la competencia imperfecta, si esos posibles escenarios tienen sentido o no, o cómo de probable es que tengan sentido.
La microeconomía de la competencia imperfecta, llamada Organización Industrial, nos ayuda a formar juicios acerca del devenir de la dinámica competitiva de una industria. La idea subyacente es que en función de elementos tales como la presencia de barreras de entrada, la homogeneidad de los productos, estructuras de costes, asimetría de información, limitaciones de capacidad, endogeneidad de la configuración sectorial, etc. podemos definir diferentes estructuras de mercado. La estructura de mercado va a determinar, de alguna manera, la rentabilidad sobre el capital invertido de las empresas que compiten en el sector.
En concreto, en algunas de esas estructuras, el retorno sobre el capital invertido va a converger, como si de la ley de la gravedad se tratara, a un valor indeterminado, pero suficientemente pequeño que desincentiva la competencia, ya sea esta en forma de entrada de nuevos competidores o de guerra de precios.
Por el contrario, en otras estructuras, se puede argüir que es probable que las empresas puedan mantener unos retornos sobre capital invertido por encima del coste del capital durante un período largo de tiempo.
En cualquier caso, si abrazamos la incertidumbre radical, lo coherente sería indexarnos a la cartera global de activos. En vez de elegir nuestras inversiones a voleo, porque nuestra señora compra los productos en el mall, porque el PER es bajo o porque el crecimiento y los márgenes son altos.