¡Lea cuentos a sus hijos!

Estoy esencialmente de acuerdo en que el sistema capitalista ha sacado de la pobreza más absoluta a mas personas que cualquier otra forma de organización socio-económica conocida hasta la fecha. Y básicamente le debemos al comercio nuestros actuales niveles y calidad de vida en los países con una economía de mercado. Lo reconoció incluso Marx cuando escribió en el “Manifesto comunista”: “Ella (la burguesía comerciante e industrial) ha realizado maravillas mucho mayores que las pirámides egipcias, los acueductos romanos y las catedrales góticas.”

Sin embargo, me permitiré disentir en estos puntos:

Si existen dos casos paradigmáticos promotores de las teorías del libre comercio son los de la Gran Bretaña colonial del siglo XIX y los Estados Unidos del siglo XX hasta la actualidad. El primero como la génesis del modelo teórico, el segundo como su desarrollo más “salvaje”. Y, sin embargo, cuando uno contrasta la teoría económica con la realidad, a saber, las políticas económicas llevadas a la práctica por quienes han fomentado las teorías del libre comercio y mercado, encuentra ciertas discordancias entre la una y la otra, en concreto en relación al origen de la riqueza. Para avanzar las conclusiones, no fueron las políticas fundamentadas en los principios del libre mercado las que permitieron el desarrollo industrial de estas Naciones, sino precisamente unas políticas proteccionistas estatales severas en las primeras etapas de su evolución industrial. Existen abundantes datos históricos que detallan las desmesuradas medidas arancelarias y peajes tributarios practicados por uno y otro Gobierno de la época. Por citar solo algunos nombres y ejemplos, Daniel Defoe en “A plan of the english commerce” explica bajo qué políticas se desarrolló la potente industria manufacturera en la Gran Bretaña de los siglos XV y XVI: subsidios estatales a las empresas privadas nacionales, concesión de derechos de monopolio, impuesto a las importaciones de productos acabados, se cargaba con altas tasas la exportación de lana en bruto, espionaje industrial estatalizado. Posteriormente, durante la expansión colonial inglesa, las políticas llevadas a cabo por la Compañía Británica de las Indias Orientales no se fundamentaron precisamente en los principios del libre comercio. De la misma forma, el desarrollo industrial de Estados Unidos no se entiende sin las políticas económicas proteccionistas desarrolladas por Alexander Hamilton, impulsor de la Escuela Americana de economía. Sin tener que remontarse siglos atrás solo hay que ver las políticas de intervención puestas en práctica por el Gobierno Chino en su reciente desarrollo económico.

Es decir, se puede entender la promoción y práctica del libre comercio como una etapa necesaria que adopta una sociedad política y económicamente organizada una vez logrado un desarrollo industrial tal que permita competir internacionalmente y dar salida al excedente de mercancías producido. La historiografía económica parece demostrar que el germen de esa capacidad industrial no se sitúa en los fundamentos económicos de las teorías del libre comercio, sino más bien en los de un proteccionismo político en las etapas tempranas de su desarrollo, que, en una etapa más tardía, una vez alcanzado cierta potencia competitiva, se beneficia de un mercado global y desregulado.

Un saludo y enhorabuena por sus dos libros.

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