Las ventajas de la poesía frente la prosa son numerosas, al igual que la prosa la poesía es inherente al ser humano del siglo XXI, y no me refiero solamente a la poesía escrita o recitada, sino al mero hecho de la observación de la misma en el entorno cotidiano, aprender a ver poesía camino del trabajo, en la sala de espera del médico o en una estantería de supermercado es algo que se adquiere, se cultiva con una visión crítica sin límites más allá de la propia imaginación del que se deja llevar por su propia naturaleza humana, social, cultural, etc… Aún así, este aprendizaje nos enseña a no ser personas de convencimiento profundo, sino flexible y cambiable según la circunstancia o el ánimo puntual del momento y es que en poesía todo, absolutamente todo tiene múltiples lecturas, el mismo poema es distinto para cada lector o incluso el mismo poema es distinto para cada momento de un mismo lector, todo esto nos lleva a una lectura con la certeza de que no podemos obtener algo “exacto o nítido” de un texto poético (ni de una inversión), es algo que inquieta a los no iniciados en la lectura de poemas, les parecen textos sin sentido formal al cual están acostumbrados. Incluso aunque al profano le parezca raro, muchas veces el propio autor, el poeta, tampoco tiene claro lo que escribe o quiere escribir y aún así, escribe. No hay impedimentos para escribir poesía sin un mensaje claro, muchas veces un poema suelto no aporta mucho, pero en su conjunto ubicado en un libro puede ser una obra redonda que conforma un corpus completo y complejo de difícil creación e interpretación pero que “funciona”, podríamos decir que tiene un alto grado de incertidumbre, pero esto no desanima a nadie versado en material poético, unos escriben, otros leen y no hace falta un canal perfecto para que se pueda “comprender”
Como ejemplo, un magnífico poema de César Vallejo “Intensidad y altura”
Vallejo en este poema quiere escribir muchísimo pero le resulta difícil, aún así no lo hace de una forma explícita pero sí de forma implícita, “no hay pirámide escrita, sin cogollo” Con está visión de poeta se curte el inversor, el poeta es poeta desde que se levanta hasta que se acuesta, apostaría a decir que cuando duerme también. El inversor es un ser parecido al poeta, el inversor es inversor veinticuatro horas al día, todo lo mira con ojos de inversor y piensa e ignora, aprovecha la incertidumbre inherente a cualquier mirada al futuro, aprende a leer y a escribir “versos de inversor”, no busca certeza, no tiene la seguridad absoluta, sabe que no hay más verdad que la incertidumbre que le rodea y sabe que saber eso ya es mucho saber, y cuando aprende que la agilidad que se adquiere entre lo incierto es lo adecuado para el medio real es cuando puede presumir de la seguridad de que se mueve en un terreno inseguro, y que siempre será así, sin atajos ni fórmulas más allá de su propia capacidad de inversor, en palabras de Vallejo, hay que abrir la lata de “nuestra alma melancólica en conserva”. Todos los poetas beben de otros poetas, es como el alimento, igualmente todos los inversores beben de otros inversores, ni los unos ni los otros han de copiar, solo beber esencias que ayudan a conseguir el estado de embriaguez justo para mover la mente en el incierto mundo de la poesía y de la inversión.
Si pueden, lean este libro: