Hace unos años hice un curso de contabilidad y valoración, con un profesor universitario que como ustedes, avezados lectores, imaginarán, llevaba la etiqueta value certificada.
El curso estaba entretenido, y tras algunas clases más o menos generalistas, entraba en el turrón y te facilitaba una excel en la que tu metías los balances, pérdidas y ganancias, y algunos datos más y finalmente, con una tasa de descuento determinada…tachán, te daba una valoración de la compañía en si.
Usar la excel era más pesado que leerse el Security Analysis de Graham (esto es por polemizar) y tenías que ir con un cuidado tremendo, si no querías que se te traspapelase una casilla, y te pasases una horita más, viendo qué fórmula había fallado antes de llegar a “El Dorado”. Si a estos le añadimos que la excel era para el mercado nacional, y un servidor suele ir a pescar del Gran Sol para arriba, pues se imaginarán que su uso fue tan fugaz, como mi admiración por el citado profesor, que por otra parte me sigue pareciendo un tipo majo.
Una vez dichos los preliminares, y centrado el tema, voy a desandar el camino y salir por peteneras con un tema que poco o nada tiene que ver…o quizá no.
Hace tres años un amigo compró su casa actual. Enero de 2015. Tres Titanics y dos Pompeyas, habían arrasado el hasta entonces boyante sector constructor en España. Los precios se ajustaron y como mi amigo tiene una concepción personal de que hay que alquilar en un momento y comprar en otro, pues se lanzó ni corto ni perezoso a la compra de un terruño.
La primera cosa que le llamó la atención, fue el enorme diferencial entre el precio “al que salió a la venta”, y el precio que ahora le pedía el banco que le había embargado dos unidades al constructor. Casi una cuarta parte, tu! De un primer vistazo, quedaba patente que eso era una buena oportunidad.
Como mi amigo se mira y se remira esas cosas, estuvo investigando formas de valorar las casas, y vio cómo hacerlo por coste de construcción. Seguía barata, aunque si normalizaba los costes de mano de obra al momento actual (deprimido) y valoraba el terreno al coste actual, igual ya te ibas a un poco menos del doble, que sigue estando fenomenal, pero ya no era el gran chollo de su vida.
La cuestión es que los anglos en todas estas cosas, son unos tios muy listos, y cuando les hablas de ladrillo, te suelen entonar un soniquete, que viene ser algo así como “location, location, location”. Así que cuando me pidió opinión, dudé entre soltarle alguna perla Buffettiana o esa, y finalmente le encasqueté esa.
La localización del inmueble, en una zona asentada, cerca de un pueblo con mucho encanto, con metro cerca, todos los servicios y demás. De nuevo volvían a subir la valoración.
El otro día me comentaba, que viendo valoraciones de estas que te salen por páginas web, vio que en efecto, su zona estaba muy bien de precio, pero si es cierto que no muy lejos, “la beautiful people”, es donde se compraban las casas, por ser una zona más nueva y menos urbanizada, con un campo de golf al lado. El precio por tanto actual de esa zona, con menos servicios, sin un pueblo con encanto, sin metro, pero con un campo de golf, estaba subiendo ahora más rápido.
Como su intención es seguir en el mismo lugar, los siguientes veinte años, yo le comenté que no valía la pena preocuparse, pues, yo deduzco, que su zona, que tiene casas que son una pasada, pero más antiguas, y en la que el valor del suelo es mayor que la zona pijotesca, dentro de los siguientes veinte años, la adelantará en gran medida. Veo muy difícil crear un pueblo con encanto en la ZB y que vayan colegios , metros etc… a la otra.
Para rematar nuestra conversación, le comenté que la hierba siempre crece más verde en el jardín del vecino, y que lo mejor que podría hacer es no estar pendiente de cuanto vale su casa ahora mismo, si no piensa venderla, y que mejor se fijase en los factores que le relataba a última hora, que serían los probables directores del precio cuando quisiera venderla dentro de veinte años.
Darle un valor numérico a una empresa, o una casa, es en el fondo un ejercicio totalmente subjetivo. ¿Es posible establecer un sistema de valoración justo? Si, claro que si. Usted puede hacer fórmulas, excels, integrales y derivadas. Simular con inteligencia artificial y hacer el pino puente. Pero si nadie está dispuesto a pagar eso, ahora , por muy razonado que esté , usted no lo venderá. Y si tiene que venderlo forzado , pues lo hará por el mejor precio que le den, aunque su valor sea mucho mayor.
Los inversores particulares, no tenemos la presión de escribir cartas mensuales ( y hay algunas excelentes como las de @mdejuan, ojo) , ni convencer a nadie con nuestras valoraciones,y por lo general, los que ven esto en sintonía conmigo , buscamos diferir el pago de impuestos lo máximo posible, tener flujos de caja crecientes (o al menos no menguantes) y no tener que estar pensando continuamente en ver si ahora vendo esto, que ya ha subido mucho, y con lo inestable que es la compañía, el siguiente estallido del +95% puede ir a la baja y verdes las han segado.
Mi objetivo por tanto es identificar compañías que piense que van a sobrevivir veinte años más, con ventajas competitivas importantes y bajas probabilidades de irse a ver a San Pedro. ¿Qué influencia tiene realmente el precio a veinte años aquí (quitando compañías que estén de moda y/o en burbuja)? Pues si la compras a 65 o a 75, probablemente poca.
Todo este rollo, con el que me lapidarán con razón, arquitectos, profesores de contabilidad y valoradores profesionales, es para abrir el melón de ¿qué opináis de las valoraciones?
¿Lo usáis? ¿Qué criterios seguís?..
Hagan juego caballeros,