Originalmente publicado en: https://blogs.masdividendos.com/el-cantaro-y-la-fuente/2020/12/01/el-tontimismo-el-punto-ciego-y-el-consenso/
El genial Camilo José Cela en su libro “La Colmena” describía a un personaje que se dedicaba a inventar palabras. Sería muy pretencioso por mi parte querer imitar al genial gallego, don Camilo, pero no me parece tan temerario querer emular, ni que sea por un día, al inventor de palabras. Tontimista es un vocablo compuesto, fusión de “tonto” y “optimista”, que propongo a la Real Academia de la Lengua para su inclusión en la próxima edición del diccionario. Tontimista es una palabra sin género, lo cual evita a nuestros políticos presentes y futuros hacer el ridículo, tan de moda por otro lado, de tener que llenar sus discursos vacíos con aquello de “tontimistos y tontimistas”.
El tontimista es aquella persona simple y bienintencionada, con más moral que el alcoyano, que piensa que todo va a ir bien a pesar de todas las evidencias en contra. Son como el del chiste del pesimista que temía “que le quitasen lo bailao”, pero al revés. Para el tontimista no hay meta que no se pueda lograr si se pone suficiente empeño. Hace años tuve un instructor de golf tontimista perdido. Quise hacerle ver que ser positivo es una cosa buena, dentro de un orden. Que el sueño de mi vida era jugar en la NBA, pero que con 50 tacos, 180cm y más kilos de los que me atrevo a confesar en este blog la cosa iba a estar complicada. Pues no. El tipo seguía en sus trece. Porque el tontimista no obedece a argumentos y no se rinde ni ante la evidencia. Ni he logrado jugar en la NBA ni sus esfuerzos lograron convertirme en Tiger Woods, que eso, siendo complicado, estaba más en su círculo de competencia.
El tontimista es una versión patológica del punto ciego del retrovisor consistente en agrandar la zona que no se ve hasta que es más grande que la que vemos. El tontimismo y el punto ciego tienen mucho que ver con la inversión como veremos más adelante. El tontimismo es una enfermedad para la que no existe tratamiento. En este año pandémico el tontimismo ha acompañado al virus y lo seguirá haciendo. En una sociedad impaciente y débil el tontimismo encuentra terreno fértil en el que florecer. Esto es cuestión de unos meses, para verano ya estará todo resuelto, enseguida sale la vacuna… El tontimismo se propaga gracias a la necesidad humana de creer en un mundo sin incertidumbre. La esperanza es lo último que se pierde.
El tontimismo y el punto ciego, o sea, las cosas evidentes que no queremos ver y terminamos no viendo, llevan al falso consenso. El consenso, contrariamente a la creencia popular, no tiene nada de bueno para el desarrollo humano. La ciencia, también al contrario de lo que cree la mayoría, no pivota tanto alrededor de la certeza como de la duda. El error, la prueba, el nuevo error, la hipótesis, la refutación de una teoría son partes esenciales de la ciencia. Me atrevería a decir que la certeza es enemiga de la ciencia. El consenso impuesto condena al ostracismo a las opiniones discrepantes y hace que la sociedad vea solamente una cara de la moneda. Las leyes aprobadas por unanimidad deberían derogarse de inmediato porque no hay ley tan buena que no genere ninguna discrepancia, aunque sea mínima.
Nos lleva todo esto a uno de mis sesgos psicológicos favoritos: el groupthink o pensamiento grupal. Se trata de suprimir el pensamiento crítico que existe a nivel individual cuando la persona forma parte de un grupo. Los ejemplos son abundantísimos. Un consejo de ministros, pertenecer a un partido político o a un grupo religioso son posibles causas de este sesgo. El pensamiento de grupo lleva a malas decisiones porque nadie se atreve a retar al “pensamiento dominante”. La crítica, cuando es respetuosa y razonada, debe ser celebrada y bienvenida.
¿Y qué tiene que ver esto con la inversión? Pues mucho. Por ejemplo, las diversas tribus defensoras de un estilo de inversión llegan a ser incapaces de aceptar nada que no comulgue con sus principios. Cuando se analice una tesis de inversión es una práctica excelente tener a alguien en el comité que haga de “abogado del diablo”, o sea, que intente derribar las bondades de la inversión propuesta. Al analizar empresas, yo mismo lo he padecido, es frecuente la tontimización del analista; el enamoramiento con la compañía. Llegados a ese punto se pierde la capacidad de razonamiento y es más que necesario tener a alguien que nos haga entrar en razón.
Una ventaja de mi palabra inventada es que puede ser usada como combinación de “tonto” y “pesimista”. Quizás esa acepción es muy relevante para los mercados que suelen oscilar entre el consenso alcista y el consenso bajista. Cuando todo el mundo opina lo mismo suele ser un buen momento para hacer exactamente lo contrario.
Al igual que yo mismo sopesando el posible significado de una palabra nueva es muy recomendable dudar, reflexionar, escuchar y si es menester cambiar de opinión. Rodearse de gente solvente que no tenga el menor inconveniente en rebatir nuestros argumentos. En el peor de los casos se llegaría a una posición respetuosa de “acordar estar en desacuerdo”. Mucho mejor que reforzar a cada oportunidad la irresistible tentación a que nos den la razón.
Desconfiemos cuando sobre algún tema no hay opiniones discrepantes. Cada vez, desgraciadamente, hay más ejemplos. Y una tendencia mayor a combatir tanto la discrepancia como al discrepante.
Un saludo y feliz inversión,
Juan Cogollos.
PD. Admito comentarios a este post, incluso si están de acuerdo con el artículo.