A raíz de los estudios de Piketty se ha reabierto los últimos 10 años, el tema del estudio de la desigualdad. No sólo la vertiente ideológica, donde es evidente que hay una profunda carga, sino la propia vertiente estadística de como recopilar datos y como utilizar unos parámetros de medición lo más objetivos posibles, o si quieren verlo al revés, que es lo que mide realmente unos coeficientes u otros.
Piketty por ejemplo tiende a utilizar la comparación entre los ingresos del 10% más rico y el total.
Para los que nos gustan las cuestiones de como intentar medir lo difícil de medir, sin duda un tema apasionante, pero mucho me temo que la carga ideológica previa, termina complicando irremediablemente el que busque objetividad en la cuestión.
Encima tampoco hay ni habrá acuerdo sobre si realmente es negativo que haya o no desigualdad. Y, ni en el caso que llegáramos a un acuerdo ya imposible en como mediarla y que es negativa, tampoco habría acuerdo en como tratar de reducirla, sin perjudicar a otros ítems.
Recordando el magnífico libro de Repensar la pobreza-Abhijit Barnajee,Esther Duflo , creo que también es problemático que uno intente en exceso analizar el progreso de los más pobres desde nuestra óptica de relativa riqueza.
Por ejemplo hay medidas con un coste relativamente bajo, como el proporcionar mosquiteras gratuitas en las zonas con alta incidencia de la malaria, que tienen capacidad de mejorar notablemente la vida de esas personas y, sin embargo, la propia dinámica de la vida de esas personas, les dificulta poder tomarlas con criterios básicamente económicos.
Uno de sus principales problemas es una enorme exposición a riesgos de esos dantescos de los que nosotros solemos estar mucho más protegidos. Una mejora ligera de según que parámetros, difícilmente logra evitar que sigan demasiado expuestos a esos riesgos y que ello les lleve a tomar toda clase de decisiones excesivamente condicionados por ellos.