Aviso, este artículo podría ser no apto para menores de 60 años. Digo 60 por poner un fecha donde se empieza a atisbar para algunos la jubilación, los hijos ya son mayores, ves que tienes por delante algunos años buenos, pero y ¿al final?, ¿quién va a seguir la cartera?, ¿quién va a querer seguir la cartera?, ¿vale la pena que alguien siga la cartera?
Este es un tema que se planteó al final del primer Finect Talk donde intervino Gregorio, un tal @Lopv, a propósito de que hay personas que no quieren aprender y prefieren que otros les lleven las finanzas o las inversiones o no se quieren enterar de lo que estamos haciendo con nuestras carteras. Claro, como decía Gregorio, ¿qué pasará cuando desaparezcamos por ley natural o desgracia sobrevenida? Sólo nosotros sabemos lo que hacemos a todos los niveles: compras, ventas, accesos a webs de gestoras, utilización de contraseñas, etc., etc., etc. ¿Sabe o quiere saber alguien de nuestro entorno algo de “nuestro” mundo?
Gregorio decía que él tiene preparadas una serie de instrucciones a nivel testamentario para que su cartera se ponga a disposición de una asesoría de inversiones si nadie quiere o sabe seguir sus pasos (el confía en los servicios de Renta 4, no es por hacer propaganda, pero lo ha investigado y ha llegado a esa conclusión). A mí me parece el asunto suficientemente serio como para empezar a plantearse a partir de una edad. Yo puedo ahora tener un plan de estar con esta actividad hasta, digamos, los 80 años, por poner una fecha. ¿Y si me pasa algo antes? No sé, me voy a poner trágico, un alzheimer. ¿Qué pasa con mi trabajo de años si nadie sabe lo qué hago o como lo hago?
Por mi parte estoy intentando implicar a mi compañera/rival, pero últimamente la veo algo distraída. He intentado que lea algo de Rankia, Finect y como no de +D. Respecto a esta plataforma me dice que no os entiende, sobre todo cuando se empieza a hablar con siglas: VFH, ZMI, OLP, TNT, IRA, etc., etc. En fin, y no me extrañaría que este tema también le preocupara no sólo a los inversores “senior”, sino también a los “junior”. Seguro que habrá algún inversor joven que ha tenido que coger los trastos de su padre o abuelo.
Reproduzco un párrafo del comentario que hice del capítulo 10º de El inversor inteligente que trata sobre el asesoramiento financiero, no exactamente desde este punto de vista:
¿Y si no se cuenta o no se quiere contar con un asesor? ¿Somos capaces de controlar a nuestro peor enemigo: nosotros mismos?
En algún momento, sobre todo en momentos en los que todo parece hundirse, nos habremos preguntado si estamos haciendo las cosas bien, si tendríamos que haber buscado un asesoramiento profesional, si tenemos tiempo y conocimientos para gestionar nuestra propia cartera. Si no hay ningún motivo por el que no se pueda gestionar una cartera propia, tampoco hay ninguna razón para avergonzarse de buscar ayuda profesional para gestionarla.
También hay que plantearse si en nuestro entorno somos los únicos responsables de nuestras inversiones. ¿Qué pasará cuando desaparezcamos? Nuestra mujer, hijos, nietos, ¿están al tanto de nuestras inversiones?, ¿sabrían gestionar la cartera después de que ya no estemos?, ¿querrían gestionar la cartera? Mientras estamos vivos e invertimos a largo plazo, es muy fácil pensar que estaremos siempre ahí para hacer cálculos, previsiones, para seguir la marcha de nuestras inversiones. Todo tiene un fin y sería una pena que por no planificar un “relevo” se perdiera todo el trabajo hecho durante muchos años.