Dado que a usted lo considero un buen amigo, le pido por favor que no deje de perseguirme nunca. Estas conversaciones me resultan fascinantes.
Estoy completamente de acuerdo en lo que dice, pues soy un firme defensor de que la preocupación es totalmente estéril. Siempre que pienso en la preocupación, me vienen a la cabeza aquellas palabras de Montaigne de “Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron" , sin embargo, creo que uno de mis mayores defectos (que son muchos), ha sido ser bastante padecedor y preocuparme por tanto por cosas que no han sucedido, quemando energía tontamente. Andy Grove, en su libro de “Sólo los paranoicos sobreviven”, estaría bastante en desacuerdo con nosotros, pero yo añadiría que quizá además de sobrevivir, un buen objetivo vital es vivir, entendido como vivir bien, y estar todo el día pensando por donde te viene el siguiente navajazo no tengo muy claro que sea positivo.
Los “debería de”, forman otro embelesante microcosmos en si mismo, y es que nos enamoramos de imágenes de nosotros mismos, que ni están ni se le esperan. A mi me encantaría tener un cuerpo apolíneo y musculado, ser un super inversor y tener un avión privado para desplazarme a comprar marisco, pero la realidad es mucho más interesante, fundamentalmente debido a dos asuntos:
a) No tengo ganas de pagar el precio que se exige para tener esas cosas.
b) Probablemente una vez las tenga, pensaré que no es para tanto y no creo que me hagan muy feliz.
Todos tenemos un punto dulce en el que nos movemos bien. Ese punto lo componen la aceptación de uno mismo con sus limitaciones, sentirse querido por la familia, disfrutar con el trabajo con gente a la que admires y quieras etc… y esa es la zona fértil donde suceden las cosas que merecen la pena.
Tener un coche de gama alta, es una cosa en la imaginación y otra cuando lo tienes. Y como esto, muchas cosas más. Las imágenes son siempre más bellas que la realidad.
No sé que piensa usted de esto. Le toca mover ficha, Don @Luis1