Tras varias semanas batallando con distintos proyectos que demandaban más cariño y dedicación por mi parte, que traducido al castellano antiguo, es hacer más horas que un reloj y muchos kilómetros, bregando con personas, situaciones técnicas y modelos mentales distintos al mío. Nuevas reflexiones sobre viejos asuntos volvieron a sobrevolar mis pensamientos, y como ustedes saben que me gusta extender sobre el mantel los posos del café, aquí les comparto las mismas, que como es lógico la mayoría de ustedes verán tan obvias que pensarán… ¿y este hombre a estas alturas no ve que esto no tiene nada de nuevo?.
Este escrito va dedicado sobre todo a los jóvenes que están al inicio de sus carreras, con la esperanza de que puedan coger lo bueno, y desterrar lo malo, o cuanto menos, que reflexionen y vean un camino alternativo al mantra imperante de buscar una vida fácil, posponiendo siempre la felicidad, usando soluciones clarifinantes, y continuando con la adicción a los terrones de azúcar que de nada sirven pasados unos segundos.
Un viejo maestro involuntario que tuve durante muchos años, siempre me decía “Jose, cierra los asuntos, tu competencia no lo hará y esa es una ventaja competitiva incalculable”. Conociendo a mi maestro involuntario, me imagino que lo diría de otra manera más socarrona, pero la esencia era más o menos esa. Lo que quería transmitirme era que solucionase los problemas lo más rápido posible y que viera los problemas como un reto. Esto, unido a su profunda valentía entendida como forma de ser y estar en el mundo, son las dos cosas que más recuerdo y por las que le guardo cariño.
Para este agradable ejercicio dominical, estuve intentando reflexionar sobre cómo podría ser la fórmula matemática para tener un marco mental de prosperidad, y tras darle muchas vueltas llegué a una formulación como esta
Analicemos un poco más nuestra particular fórmula, empezando por el denominador.
Número de problemas totales
Desde el momento que llegamos al mundo, la vida se encarga de ponernos en situaciones en las que debemos elegir. Algunos los llaman problemas, y otros retos. Pueden ustedes etiquetarlos como prefieran, aunque mi experiencia personal es que la forma y las palabras con las que aderezamos nuestros diálogos internos y externos, define nuestras vidas, por lo que siempre que puedo, tanto en mis conversaciones internas conmigo mismo o con mis equipos, suelo preferir la palabra reto o desafío, por el componente de acción que tienen imbuidos dichos términos.
Para la fórmula y dado que es importante la connotación negativa del término, he decidido usar problemas, pues es muy importante que dicha palabra se sienta con incomodidad y rechazo. Los problemas, desde los tiempos de los cuadernillos Rubio, se han visto como esas cosas que te separan de tu zona de comfort. ¿Quién quería ponerse a resolver problemas cuando estaba tan feliz jugando con sus amigos? Pese a que la vida avanza y los problemas dejan de ser ejercicios teóricos para ser cuestiones del mundo real, el concepto en sí permanece intacto, y nuestro cerebro reptiliano genera el mismo rechazo que tienen nuestros hijos por hacer los deberes.
Levantarse por la mañana, enfrentarse con un jefe (todos tenemos jefes, para los trabajadores por cuenta ajena son sus mandos, y para los empresarios son los clientes, o incluso proveedores o empleados estratégicos) , tomar decisiones banales, tomar decisiones vitales, etc…. elegir a fin de cuentas, es un ejercicio tan liberador como molesto. Siempre se trata de salir de nuestro camino guiado, de nuestra zona de comfort, del calor del lecho para enfrentar el frío de exterior.
Elegir, elegir, elegir. Hacerlo bien. No naufragar en los remordimientos por las malas decisiones pasadas, pues la vida es una calle de sentido único. Ese flujo continuo al que nos enfrentamos como si fuéramos un bateador de baseball que no deja de recibir lanzamientos de bolas, alternando épocas de muchos strikes, con épocas de algún ocasional homerun. Esa es la vida amigos. El eterno lanzador de bolas que no cesa.
Durante toda nuestra vida, y ante toda situación de esta tipología, uno tiene dos alternativas. Luchar o huir. No hay una clara estrategia ganadora, pues a menudo es correcto huir, y en otras, simplemente no queda otra posibilidad, pero a modo generalista, y a riesgo de que se me interprete con un alto contenido terronesco-azucarado, la lucha suele distinguir a aquellos que marcan algún tipo de diferencia, si bien con un consumo mayor de recursos, que suelen tener un impacto adicional en la comodidad de ese periodo vital en concreto. Si no quieres polvo, no vayas a la era, et al , quien quiera peces que se moje el culo, ya saben.
Subiendo al numerador, nos encontramos con los dos principales regalos de la madre naturaleza, como son la fuerza de voluntad y la inteligencia, que a modo de los músculos, uno puede ejercitar y esculpir para transformar la genética dada, pero siempre partiendo de la base de unas condiciones preprogramadas de inicio en nuestro hardware personal.
Fuerza de voluntad.
Definiremos fuerza de voluntad como aquella capacidad que tienen las personas de esforzarse y perseverar para la consecución de unos determinados objetivos. Podemos incluir en esta variable, la necesaria estamina, la resiliencia etc… pero sobre todo y antetodo, el firme convencimiento de querer cumplir el mandato personal que uno se ha marcado, avanzando pese a los reveses y los aumentos drásticos de la valoración del denominador.
La fuerza de voluntad es variable a lo largo de nuestras vidas, e incluso dependiendo del tipo de actividad que uno realice, pues uno puede tener una gran fuerza de voluntad para enfrentarse a los retos de múltiples negocios y, sin embargo, tener poca fuerza de voluntad para llevar el mantenimiento de su jardín o piscina (dado que uno no sabe a ciencia cierta si su cónyuge puede leerle, es mi obligación aclarar que cualquier parecido con la realidad del autor, es mera coincidencia).
Inteligencia.
Este es sin duda un elemento fundamental de la ecuación. La fuerza de voluntad, aplicada sin inteligencia nos conduce a situaciones de profunda estupidez. Del mismo modo, la inteligencia sin fuerza de voluntad, nos convierte en simples oradores de barra de bar sin más acción vital que la del lucimiento y brillantez puntual. Dos cara de una misma moneda que se necesitan y retroalimentan.
Pensar de un modo diferente se cultiva. Diseñar estrategias, estudiar las partes móviles de cada problema, ver cómo se interrelacionan y dejar a un lado las soluciones clarifinantes para centrarse en soluciones progresivas, son acciones que se deben trabajar cada día, para ir mejorando en esta maravillosa iteración que constituye la inteligencia humana.
No dejarse influir más de lo necesario por cualquier gurú, alejarse del pensamiento de manada, o simplemente dejar fluir los pensamientos sin forzarlos a un “debería de” y aceptarlos como son, son maneras útiles de posicionar nuestra mente en el mundo. Entendernos como los animales llenos de contradicciones que somos, mantener nuestra curiosidad que es el alimento de la inteligencia o desafiar nuestros límites conversando con gente afín pero, sobre todo distinta, son los mejores entrenadores que podemos tener para una variable que de nuevo varía enormemente según el campo en el que la aplicamos.
Uno puede comportarse de manera muy inteligente en determinadas áreas, y ser un completo asno en otras. En este caso y, siguiendo la advertencia dada en la variable de la fuerza de voluntad, evitaremos el uso de ejemplos para mantener el delicado equilibrio doméstico.
Pasamos por último a la última variable, que es la auténtica culpable que nos ha traído hasta aquí.
Número de problemas resueltos.
En mi más que probablemente errada y/o empírica experiencia, pues uno no es Rockefeller, la diferencia que marca la diferencia reside en este punto. El número de problemas resueltos, es el factor que más potencia a una persona en su búsqueda de la prosperidad. Da igual si eres empresario, directivo o trabajador. Todo el mundo quiere a su lado a gente que resuelve problemas. La súper habilidad de ser un “Señor/a Lobo” es lo que te convierte en confiable, y créanme que este es el auténtico queroseno para llevar a cabo un despegue potente en cualquier área.
El ser humano es un animal social. Necesitamos unos de otros para avanzar en la vida. La confianza es el cemento que une los ladrillos. Un mal cemento, hará que la casa colapse y se venga abajo extremadamente rápido. Un buen cemento nos permitirá ir ampliando piso tras piso, ala tras ala, de nuestro particular palacio.
El hambre por resolver problemas, por tomar las riendas de las situaciones y verlas como retos necesarios para subir de nivel, las ganas y la confianza en que trabajando con intensidad, inteligencia y amor por lo que uno hace es lo que te llevará realmente lejos.
Pueden aplicar esto a cualquier a cualquier área. Y dado que saben que me encanta retarles para generar polémica, y esto es en teoría un foro de inversión, les dejo estos puntos para que debatan y reflexionen, pues todos estos puntos tienen cosas excepcionales y puntos peligrosos si uno simplemente los elige para huir de los problemas.
- Independencia financiera siendo muy joven.
- Negar la gestión activa, por ver únicamente como ganadora la pasiva.
- Negar la gestión pasiva, por ver únicamente como ganadora la activa.
Y en otras áreas de la vida,
- Hacer o no deporte.
- Elegir no aprender a cocinar, o cualquier habilidad que te consuma energía pero te de libertad.
- Marcharse de una empresa por no querer enfrentar los problemas, en lugar de verlos como maestros.
Y un largo etcétera de cuestiones que esta vez sí, traerán ustedes, pues ya les he dado una chapa considerable a estas alturas.
Terminemos con esta foto de los nudillos de Ali después del combate con Cooper en 1966, y una de las frases que más me han servido de inspiración en mi vida profesional.
Un día, en retrospectiva, los años de lucha te parecerán los más bellos. Sigmund Freud