35 rojos vs 3 verdes, esos son mis colores del 2018. No, no piensen que soy un masoquista al recordar ese “desastre”. Siempre he preferido airear más mis errores que mis aciertos, es una forma de evitar la arrogancia y la autocrítica. No me pregunten mucho más porque aún no he llegado a conclusiones definitivas sobre cuestiones como el coste de oportunidad y el proceso inversor. Sigo reflexionando y aprendiendo, pero muy lentamente.
Los números cantan y, en este caso, danzan inmisericordes, burlándose del escaso acierto de su dueño. Un doble dígito que empieza por un 2, y en negativo, no es como para tirar cohetes. Ciertamente están allí, en la lista de seguimiento de Morningstar. Con ese rojo demoníaco que, durante este último trimestre de 2018, ha teñido la cartera de la mayoría de inversores.
No olviden que son eso, números y sólo números y que si el mercado nos ofrece cifras menores de las que pensamos que valen nuestros negocios siempre podemos alegrarnos ante la posibilidad de comprar más a mejores precios y, por supuesto, podemos no vender. El señor Mercado nos tienta, pero recuerden que está para servirnos, no para mandarnos. Además, quienes tengan la obligación de liquidar el impuesto de patrimonio, alégrense, este año pagarán algo menos.
Es muy complicado no ver los guarismos ya que al final en nuestro examen anual, como inversores, tenemos una nota, y esa calificación suele venir dada en forma numérica y, claro, siempre hay alguien, algún vecino o algún fondo caliente que nos bate por goleada.
Es humano hacerse muchas más preguntas cuando los números son malos que cuando hemos recibido un sobresaliente, pero no debería ser así, las preguntas son siempre las mismas y están allí para formularlas en cualquier circunstancia, tanto en épocas de vacas gordas como flacas y, si me apuran -y para abreviar y no cansarles en un día de año nuevo- me atrevería a resumirlas así:
¿Cómo y con qué nivel de riesgo, han conseguido sus números?
¡Que tengan un Feliz y Próspero Año 2019!