En el mercado de valores el precio no es fiable en absoluto. Es, de hecho, su esencia. El gap entre precio y valor, que en algunas ocasiones es gigantesco. Cuando uno invierte en un activo es porque cree que el precio no está recogiendo el valor, y que, en algún momento, el mercado lo reconocerá. En su ejecución, rige la ley de oferta y demanda si, pero bajo unas condiciones de opacidad e incertidumbre que condena al precio a ser un criterio poco fiable. Es como pujar por una caja cuyo contenido no conocemos o conocemos vagamente. Los pujantes se rigen por la ley de oferta y demanda, pero una vez abierta la caja puede que el precio pagado no corresponda con el valor de lo que hay dentro de la caja. Como comento, es un argumento circular y falaz. Por ejemplo, aquí tiene el histórico de cotización de WorldCom:
Sosteniendo que, en el mercado de valores, el precio contiene toda la información, los 60$ por acción a los que cotizaba WorldCom en 1999 era por tanto el precio justo, pues era la conciliación entre la oferta y la demanda. Obviamente el tiempo probó que no lo era.
La ley de oferta y demanda solo se cumple, no en la praxis, pues eso se cumple siempre al ser el principio de forma sobre el que se basa la economía de mercado, sino en la teoría, cuando existe una condición de simetría y claridad de información.
Pero ninguno de ellos le hace poder asignar un precio objetivo. De hecho, el criterio “número de usuarios” fue precisamente en lo que se apoyó el mercado en los 2000 para asignar esas cotizaciones desorbitadas a las empresas puntocom, que más adelante se demostraron erróneas.
Precisamente a eso me refiero. No existe ningún criterio para poder decir si 25.000$ es un precio alto, justo o bajo, más allá de que es el precio que le asigna el mercado, y entonces volvemos al mismo argumento circular que expongo más arriba.
A todo esto, no entienda esta discusión como ad hominem, pues estoy convencido que usted es muy consciente de los riesgos que asume y sabe perfectamente a lo que se expone. Simplemente trato de mostrar los riesgos de asumir ciertas premisas y narrativas que aceptamos como ciertas sin cuestionarlas. Y la narrativa Bitcoin es muy poderosa: un activo incorruptible creado benéficamente por un anónimo con el fin de luchar contra la tiranía de los Estados. Podría ser perfectamente el guion de una película Hollywoodense. La cuestión es cuantos realmente de los que están dentro lo están convencidos de la narrativa y cuantos esconden tras ella su verdadera motivación, pegar el pelotazo cuanto antes mejor y recoger esos beneficios en dólares o euros.