No soy un defensor del 100% de coeficiente de caja si tiene que ser impuesta por la legislación. Cada vez entiendo mejor que el crédito tiene cosas buenas, pero separar lo que es un depósito a la vista de lo que es ceder tus fondos al banco para que invierta en otras actividades es posible y seguramente positivo.
Creo que sí que hay mercado para que un banco ofrezca depósitos cobrando intereses a cambio de tener el 100% de los fondos en caja. No sé si muy grande o muy pequeño, pero lo hay. Los bancos pagando intereses negativos al banco central por llevarles la liquidez nos da una idea.
Me está comparando como si fuera lo mismo abrir una cuenta en un banco para dejar a salvo lo que uno gana con prestar dinero a una empresa para que lo invierta y lo haga crecer. No es lo mismo. Una gran parte de la población piensa que cuando envía un euro al banco este se lo guarda hasta que lo reclame. Viendo que nos cobran por tener depósitos en un banco, no les culpo: es lo que parece.
Pero creo que nos hemos desviado de lo más importante: el gobierno esté indicando a entidades que sí que ven rentable dar liquidez a otro banco qué actividades deben continuar y cuáles no.
Al 22% de interés al menos, sí, considerando mora y costes internos, para que al menos saquen los accionistas un ROE del 10%, donde discutiríamos si es lógico ese ROE, siendo mayor el coste de la deuda…
Es estremecedor comprobar como una persona formada como Polavieja es incapaz de darse cuenta que toda su argumentación gira al rededor de una falacia circularista. Sostiene que el valor fundamental de BTC, dado que, como se ve obligado a reconocer, no da dividendos, ni tiene un valor de uso ni de consumo, está en su capacidad de transmitir valor en el tiempo, véase su utilidad como reserva de valor ¿Como es capaz de transmitir valor en el tiempo si no posee ningún fundamental tangible? A través de su precio ¿Y qué respalda su precio? Su supuesta capacidad de transmitir valor en el tiempo. Es decir, su propiedad como reserva de valor se la da su precio. Pero a su vez su precio depende de su propiedad como reserva de valor. Es una petición de principio de libro.
A partir de ahí, en el resto de la entrevista adolece de lo que suelen adolecer la gran mayoría de economistas liberales: entiende la economía como una categoría desconectada de la política, tiene una idea antropológica del dinero, confunde moneda y dinero…
Esta argumentación circular, erronea, se da a menudo con todos los tipos de dinero modernos, no solo con Bitcoin. A medida que avanza la sociedad, se abandonan dineros como la sal o el ganado y se adoptan monedas, billetes y apuntes contables digitales. Cuando se dice que dinero es un medio de cambio generalmente aceptado, y se enfatiza en esa función del dinero como si fuera la única que vale la pena, lo que se viene a decir es que ese dinero tiene un precio: que si quieres intercambiar 1eur por una barra de pan, lo harás.
Polavieja habla de un seguro como un instrumento financiero, tangible, no comible, no usable, que en cambio sí que tiene valor. Valorar algo sin acudir a su precio es muy complicado, pues el valor es subjetivo y el precio, objetivo.
Bitcoin tiene potencial para transmitir valor en el tiempo por sus propiedades (facilidad de transporte, fungibilidad, escasez…). Algunas personas especularon con que tendría un precio en el futuro considerando esas propiedades, e intercambiaron su tiempo y un poco de capacidad de trabajo de sus computadores por BTC.
No utilizaron una explicación tautológica que tampoco explica por qué hoy Bitcoin no tiene un precio igual a 0.
La idea de “dinero” es una idea abstracta. Usted no paga en “dinero” (a no ser que esté en la España medieval). “Dinero” era como se designaba a la moneda del Imperio Carolingio y luego en la España medieval. Deriva a su vez del “denarius” romano, otra moneda. El “dinero moderno” es una entelequia. Lo que existen son monedas estatales que se determinan las unas frente a las otras, de tal forma que la subida de una una implica la depreciación de otra. El precio del valor de una moneda estatal no es circularista ni subjetiva, está definido objetivamente por los tipo de interés que marca el banco central correspondiente y por los tipos de cambio de divisas. Es una competencia entre Estados lo que determina el precio de cada moneda nacional. Ya he utilizado este ejemplo en alguna ocasión: el “señoreaje” del Dólar estadounidense en las finanzas internacionales no surge de la suma de conciencias subjetivas de los agentes económicos, sino tras la Segunda Guerra Mundial, cuando EEUU se convierte en el gran hegemón militar-económico-financiero y es capaz de imponer sus programas geopolíticos y geoeconómicos (por ejemplo el Plan Marshall), por vía diplomática o militar, sobre gran parte del planeta. El Dólar no se construye únicamente mediante las relaciones comerciales y financieras, sino también mediante los buques de guerra en el mar de China, los F-16 que sobrevuelan cada tanto el Oriente Medio o los “accidentes” que hacen saltar por los aires gasoductos en el Mar Báltico. No existe subjetividad en el Dólar. Su cualidad como patrón monetario internacional se fundamenta en una serie de razones objetivas y tangibles, tanto comerciales, como económico-financieras, como militares.
Ese desarrollo armónico desde las formas dinerarias primitivas hasta las monedas estatales no se corresponde con lo que conocemos de la realidad histórica, y en gran parte se debe a una mala interpretación de los trabajos antropológicos que se hicieron en el siglo XIX. La creencia más aceptada es que la aparición de la racionalidad económica y las primeras formas dinerarias tendrían su origen en el trueque mercantil. Sin embargo, los trabajos antropológicos de por ejemplo Malinowski en las islas Trobriand con el famoso anillo Kula, de Marcel Mauss en su obra “Ensayo sobre el don” o de Morgan entre otros van en una dirección totalmente distinta. El concepto de trueque es un anacronismo económico que solo tiene sentido cuando se presupone la racionalidad económica que introduce la moneda como eje relacional. Es decir, en el comercio de las sociedades primitivas no existía el trueque, entendido como intercambio racional de unas cantidades de bienes por otros en relación de equivalencia de valores, porque no existían los sujetos de necesidades, ni unidades productivas, ni mercados, ni el concepto político de propiedad privada (que son categorías modernas). Hablar de un sujeto preferidor racional en un habitante de una tribu en la Melanesia antes del s.XIX es un anacronismo torpe. Lo que existía era lo que Marcel Mauss llamó “economía del don”, unos intercambios en formas de ofrendas y regalos donde no existía ningún cálculo económico. Con el desarrollo de los protoestados y las necesidades de administración de los bienes por parte de la “clase gobernante” aparecen las primeras técnicas contables en Mesopotamia y el Asia menor. Es en los templos donde aparecen los primeros registros comerciales en cuestiones de hacienda pública: tributos, pagos, prestamos… En ese contexto es donde aparece también la escritura: los grafos cuneiformes que representaban palabras y objetos y más adelante números. La primera protomoneda aparece cuando se transfieren los valores desde el registro contable “público” hacia los sujetos económicos (pagadores o deudores) con una marca, escudo, blasón, en definitiva, una acuñación, como fundamento de la propiedad y garantía. Será más adelante, con la creación de las ciudades-estado griegas y la necesidad de pago a sus ejércitos, cuando la moneda adquiere su forma lógica abstraída de sus características metálicas.
Y esta es la diferencia específica entre la moneda y las formas dinerarias: el sello como marca de propiedad y garantía que no poseía por ejemplo el bacalao seco o las conchas cauri. Ahora, como la propiedad como derecho político nace con el Estado, se entiende porque moneda y Estado son indisolubles. Es con la introducción de la moneda cuando se desarrolla una economía de mercado y no al revés. La moneda destruye a su paso cualquier forma de relación dineraria. He obviado muchos procesos históricos y partes para hacerlo más digerible (imagine que hay autores dedican ensayos enteros a este tema), pero ahora contraponga la complejidad de este desarrollo histórico con el simplismo de explicar el dinero y su evolución como una especie de consenso o preferencia de los sujetos económicos que serían una suerte de esencia inmutable a lo largo de la historia. No hay concepto más dañino para el estudio de las ciencias humanas que el de “naturaleza humana”, porque entiende que el tipo hombre y los tipos de relaciones sociales son eternos, y, por lo tanto, si a día de hoy nuestras relaciones sociales y económicas se fundamentan en torno a principios como la propiedad, preferencias individuales, beneficio, etc… suponemos que todas las sociedades que han existido y existirán se fundamentaron/arán en los mismos principios. Y sin embargo un trobriandés no manejaba categorías como propiedad, ni beneficio económico, ni su concepto de persona era el moderno y por lo tanto sus formas de relacionarse eran tan distintas que nos es difícil concebirlas desde las premisas actuales.
Alguien dijo alguna vez que “el dinero en realidad es deuda” y a mi, dentro del vértigo que me produce ir ahondando en las capas de la cebolla intentando entender lo que es, es casi lo que más me cuadra. Entonces, simplificando mucho, se podría decir que el dinero “de un país soberano” expresa energía potencial, o deuda del país, entendido como sus nacionales e instituciones, que lo emite con el poseedor del dinero. De esta forma, el bitcoin sería deuda… ¿de quiénes?
Si el dinero es deuda, Bitcoin no es dinero.
Después de enterarme que no uso dinero para pagar, pues puede ser que Bitcoin no sea dinero.
El banco central no puede poner un valor a la moneda que presta a los bancos. Pone un tipo de interés, es decir un precio, y sea dicho de paso que de manera extremadamente arbitraria.
Perdone si me repito o si reduzco sus argumentos demasiado al absurdo, pero parece que antes de la llegada del estado no fuera posible la ley, ni la moneda, ni el mercado ni la propiedad privada.
No digo que el estado no tenga ventajas, pero pensar que con la creación del estado surgieran de la nada instituciones sociales tan complejas me parece cuanto menos sorprendente: sería algo así como decir que el ser humano no se comunicaba hasta la llegada de la escritura.
Los sujetos económicos no varían con el tiempo porque el hecho de que el ser humano tiene que decidir cómo utilizar diferentes recursos escasos con usos alternativos se mantiene.
La moneda es crédito, deuda, en el sentido en que introduce la variable temporal en el proceso productivo. Permite que los sujetos económicos puedan planificar a futuro.
Pues eso mismo estoy diciendo. El tipo de interés es el precio de la moneda. Y el tipo de cambio es el precio de la moneda nacional en referencia al resto de monedas nacionales. Porque la racionalidad de la moneda es tan económica como política.
No hay arbitrariedad en lo que hacen los Bancos Centrales. Arbitrariedad significa que no obedece a ninguna lógica o razón. Las políticas monetarias de la Reserva Federal o el BCE no se llevan a cabo lanzando una moneda al aire, obedecen a razones económicas y políticas. Otro tema es que esas razones puedan en ocasiones ser equivocadas, pero eso no las hace arbitrarias. La cotización del Bitcoin tiene bastante más de arbitrario que la política monetaria de los Bancos Centrales. Regirse únicamente por la ley de la oferta y la demanda implica tomar como premisa la racionalidad de los sujetos que serian capaces de encontrar un equilibrio y una eficiencia a través del mercado (lo que Adam Smith llamó “la mano invisible”). Atendiendo a la Historia económica esa supuesta capacidad de autorregulación de los mercados es una fábula, como lo es la idea de “homo economicus” que la sostiene.
No es un reduccionismo, es exactamente lo que estoy diciendo. Sin Estado no hay moneda, ni ley, ni mercado, ni propiedad privada. Claro que el Estado no se reduce al Estado-Nación moderno. Estado es toda aquella sociedad política que se ha apropiado de un territorio y sus recursos, se ha institucionalizado y jerarquizado, y compite por su supervivencia en el tiempo frente a otras sociedades políticas. Creer, por ejemplo, que existe derecho de propiedad privada antes del Estado es situarse en posiciones ético-jurídicas iusnaturalistas, que considera que existen derechos inherentes al hombre (que provienen ¿De Dios?¿De la naturaleza?). La confusión está, a mi juicio, en partir desde posiciones éticas o morales para analizar cuestiones que son estrictamente políticas. Yo puedo creer que ese trozo de tierra me pertenece por las razones que sean, pero si no existe un entramado institucional que me lo reconozca y lo proteja, mi derecho a permanecer en él no será más que la fuerza que yo tenga para mantenerlo. Sin sociedad política no hay propiedad privada, hay apropiación, que no tiene las mismas implicaciones politicojurídicas. En la América del Norte del siglo XIX, entre las diferentes tribus indias la distribución de los territorios no eran otra cosa que acuerdos diplomáticos o conflictos militares que reordenaban el mapa. El derecho que tenía el pueblo lacota para apropiarse de un territorio, era la fuerza que tenía para contener a los arapahoes, pawnees, cheyenes o crows. Solo cuando, en su expansión hacia el oeste, llegó el Estado de los EEUU y se apropió del territorio, a cada tribu le correspondió una reserva en propiedad, reconocida y protegida, y se asignaron parcelas privadas para el cultivo y la ganadería.
La propiedad privada no es un derecho natural inalienable al hombre. Es un derecho positivo construido históricamente, que requiere la aparición de unas instituciones muy concretas. Si la declaración de los Derechos Humanos tiene alguna realidad será porque una serie de Estados se hayan comprometido a redactarlos y recogerlos en su sistema jurídico, y no porque emanen de una naturaleza sustantivada o de algún poder divino.
Antes de la llegada de la escritura los seres humanos se comunicaban. Pero la escritura cambió completamente la forma en que los seres humanos se comunicaron. La escritura, por ejemplo, permitió la creación del Derecho. La Historia comienza con los registros escritos. Por eso llamamos pre-Historia a la era previa a la escritura. Permitió la comunicación entre generaciones tan distanciadas que hoy en día un sujeto que vivió hace casi 2500 años como Platón puede comunicarse con usted de forma directa. De hecho es una muy buena analogía para explicar como la aparición del Estado transforma irremediablemente la forma en que los seres humanos se relacionan entre si y con su entorno. Con la aparición del Estado se van desarrollando instituciones como el Derecho, la moneda, el mercado, que transfiguran las relaciones humanas. A mi lo que me parece sorprendente es sostener que unas instituciones tan complejas salen por arte de magia de la concurrencia de voluntades de sujetos individuales. De la misma forma que la escritura aparece en los templos a manos de los escribas para una función muy concreta de administración de bienes y no de forma espontánea desde una “conciencia colectiva” compuesta por voluntades individuales.
Lo que no varía es la necesidad del ser humano de relacionarse para sobrevivir. Lo que si varía es la forma de relacionarse. Y la forma de relacionarse no es biológica, es social. Esa es una de las grandes confusiones filosóficas: reducir las relaciones humanas a sus componentes biológicos. Buscar una suerte de “naturaleza humana” en el comportamiento social como una sustancia inmutable. Como comento en mi anterior post, en las sociedades primitivas no se manejaban categorías como el beneficio o la propiedad privada, que surgen con el desarrollo de unas instituciones muy concretas en un contexto histórico muy concreto. Comerciaban, si, pero a través de unas instituciones y atendiendo a unos principios muy diferentes a los nuestros. Por ejemplo, Karl Polanyi, apoyándose en trabajos de la antropología, habla de sistemas institucionales fundamentados en la reciprocidad y la redistribución en muchas sociedades antiguas como el Imperio Inca, China, reinos de India, África o las ya citadas Islas Trobriand. Regidos bajo los principios de simetría y centralidad. En esas sociedades podía existir cierto intercambio, pero no a través de mercados de oferta, demanda y precios. En esas sociedades el concepto de beneficio económico es un simple anacronismo. De la misma forma que dentro de una familia existen intercambios, pero sería absurdo hablar de unidades de producción, mercado o leyes de oferta y demanda.
Me ha dado que pensar por ejemplo que incluso definir algo tan básico como el trueque, es mucho más complicado de lo que parece.
Aunque existe el trueque equiparable a una compra-venda en moneda, existen otra clase de trueques bastante distintos.
Por ejemplo el que se produce cuando alguien tiene algo que le sobra y que se va a estropear, por ejemplo fruta o verduras de un huerto, y lo da a amigos/vecinos , a cambio de nada. O a cambio de, simplemente, si alguna vez necesita un favor que le puedan hacer, pueda disponer de él.
Las relaciones entre personas a veces son algo más complicadas de lo que en primera instancia pueda parecer. Y también lo es el intento de aplicación de ciertos valores o normas universales. O más bien que a uno le gustaría que lo fueran.
Por mucho que uno quiera que le respeten la propiedad privada y vea una agresión intolerable el no respeto de la misma, luego en la práctica, tenemos multitud de ejemplos de situaciones históricas donde no se ha respetado un derecho mucho más básico como es el de la vida humana.
Recuerdo la época donde no entendía como alguien podía plantearse no respetar dicho derecho. En realidad me equivocaba con el planteamiento. En todas las culturas se respeta dicho derecho, el problema viene que se pone detrás de otras cosas en determinadas circunstancias y, eso, se traduce que en la práctica uno no puede esperar que se respete sí o sí.
De hecho uno puede revisar todos los temas jurídicos de respeto a la propiedad privada que se produjeron en la primera mitad del siglo XX y se llevará todo tipo de sorpresas. Hay episodios muy conocidos como el comunismo y la hiperinflación alemana, pero hay otros muy significativos que tienen su miga y son indicativos de hasta que punto pecamos de ingenuos cuando damos por supuestas según que cosas: el tema de las reparaciones alemanas post primera guerra mundial, las deudas de los ganadores de esa guerra con USA y su relación con las reparaciones de guerra, la ocupación de la cuenca del Ruhr en 1923, el retorno de la libra al patrón oro a su valor pre primera guerra mundial, la limitación de la tenencia individual de oro en 1933 en USA,etc.
Aquí he de discrepar. Yo planteo que los sujetos siempre somos racionales en base a la información de la que disponemos, nuestro conocimiento y nuestras preferencias. Esto quiere decir que yo puedo ser un pedazo de asno, y verlo todo el mundo, pero no por ello dejo de ser racional. Y en este sentido los mercados son muy eficientes y muy racionales, siempre dentro de las restricciones que se les impongan. Como ve, yo creo totalmente en el homo economicus, pero hay que dotarlo de contexto.
Es que la vida es como que la propiedad privada más básica, más inalienable, no son derechos distintos, en mi opinión
Que no se formalizara la teoría al respecto de la misma manera a la que se hace hoy en día no significa que ese fenómeno no exista. Por ejemplo, uno puede desconocer la teoría de la gravedad pero sabe que tirarse por un barranco sería un grave error.
Por eso mismo los bancos centrales no pueden imprimir todo lo que querrían sin crear inflación, por ejemplo. Aunque las normas políticas les digan que hay que seguir imprimiendo para rescatar a entidades afines y aumentar el poder político de la economía, saben que existe un límite en el cual la población comenzará a repudiar a la moneda. Eso sí, no me cabe duda de que seguirá usando dinero: el dinero seguirá existiendo lo diga o no un político, de la misma manera que existe el lenguaje y la escritura, exista o no el instituto Cervantes.
¿Y lo social no tiene ni un poquito de influencia biológica? Eliminemos del ser humano la necesidad de alimentarse: ¿producirá alimento en igual forma y medida que en la actualidad una sociedad formada por tales individuos? Alejándonos de lo meramente productivo, ¿se seguiría reuniendo en restaurantes?
Bajo la premisa de que el Estado lo es todo, el Estado lo crea todo, estoy de acuerdo con usted.
Asimismo, no estoy de acuerdo con la premisa.
Efectivamente, el estado necesita un entramado institucional con la fuerza suficiente como para expulsarle a usted de ahí. De lo contrario, según su premisa, usted sería el estado.
En la práctica no veo tanta diferencia entre dichas posiciones. Da igual si lo queremos llamar comportamiento irracional como comportamiento racional basada en razones que, de saber las consecuencias o los riesgos reales de lo que está haciendo, probablemente no haría.
Aquí vuelvo a mi idea habitual, de como se justifican de modo muy racional tomar riesgos gordos, cuando se cree que o son mucho menos gordos de los reales o que las probabilidades que salgan bien son muy superiores. Vamos cuando se dice que uno ya asume que con dicha opción puede perder todo lo que ha invertido en la misma.
Luego cuando se confirma el desastre, aunque uno encuentra a algunos que asumen precisamente que era una opción de riesgo, otros o se hacen los suecos o dicen que han errado mucho, directamente.
Vamos que la cantidad de posts diciendo que asumían que podían perderlo todo invirtiendo en las Lemonade, Rokus,etc de hace algo más de un año, ahora pocos hay que asumen que lo que ha terminado pasando podía pasar.
Efectivamente. Muchos autores discuten la idea de que haya existido jamás una economía del trueque. Entendiendo trueque como el cálculo económico que deriva del intercambio de unos bienes por otros en relación de equivalencia de valores. Esa concepción de trueque solo es posible cuando, previamente, se ha progresado hacia un sistema económico que ya integra esas relaciones de equivalencia que introduce la moneda para luego regresar a sistemas económicos previos e incluir esas premisas en el análisis. Si las premisas de las que se parte son que toda relación económica se fundamenta en la búsqueda del beneficio individual y la maximización de la utilidad, la única idea posible de trueque que pueda tener sentido es la del intercambio en base a un cálculo económico. Lo que hay que discutir son las premisas. Y, como usted bien comenta, existen muchas razones por la cuales se pueden intercambiar bienes que no incluyan las premisas del “homo economicus” más que de forma muy sui generis.
A mi juicio, depende de lo que entendamos por “racional”. Yo lo he utilizado según se suele utilizar en la escuela neoclásica de economía para definir al “homo economicus”: “un sujeto que conoce sus preferencias y es capaz de procesar la información de la que dispone para conseguir la máxima utilidad en pos de su interés personal. De tal forma que la suma de intereses individuales coincidiría con el interés social.” Como se puede advertir, esta sentencia, si no se da por hecha acríticamente y se disecciona para analizarla, es extremadamente problemática.
Por ejemplo, habría que explicar si efectivamente el sujeto conoce sus preferencias, y, en el caso afirmativo, si esas preferencias son fruto de un cálculo o de un impulso, y valorar en qué magnitud repercute eso al discurrir de la economía. Cualquier neoclásico respondería afirmativamente: es un sujeto que conoce sus preferencias mediante el cálculo y ponderación de todas las opciones a su disposición. Pero resulta que desde algunas disciplinas de las ciencias sociales se hicieron las siguientes preguntas: “Entonces ¿de donde salen las crisis económicas?¿porque hay personas que hacen auténticas barbaridades con sus finanzas personales?¿somos buenos calibrando los riesgos?”. La conclusión a la que llegaron, como se podrá imaginar, es que la idea de “homo economicus” se desmorona cuando de la teoría pasamos a la experiencia y experimentación. Por diversas razones (muchas de ellas se encuentran en el trabajo de Kahneman): en entornos complejos el ser humano se comporta de forma heurística, somos pésimos empleando la estadística en la toma de decisiones, el contexto determina completamente nuestras preferencias. Incluso, desde la neurobiología y gracias al desarrollo tecnológico en el campo de la neuroimagen, parece ser que muchas decisiones se toman incluso antes de que los impulsos hayan llegado al neocórtex, es decir, antes incluso de que uno sea consciente de que está tomando una decisión hay estructuras cerebrales como la amígdala, el hipocampo o el cerebelo que ya han comenzado a “decidir por usted”. Esto borra por completo la noción de “libre albedrío”. Atendiendo a esto, la única defensa posible sería argumentar tal como una vez argumentó Juan Ramón Rallo respecto al valor que se le atribuye a Bitcoin: “Da lo mismo si (atendiendo a la definición neoclásica de racionalidad) el comportamiento de los sujetos es irracional, mientras esa irracionalidad sea fruto de las decisiones “libres” de una mayoría de esos individuos”. Es decir, la racionalidad del Bitcoin estaría en su irracionalidad. Esa postura requiere, en primer lugar, definir lo que se entiende por “libertad”. En segundo lugar, dada la definición, si realmente los sujetos son libres. Y, en tercer lugar, explicar porque la libertad debería ser un bien en si mismo (como dijo Lenin “Libertad. Pero ¿Libertad para qué y para quienes?”
El problema de su razonamiento es que parte de la base de que economía y política son dos categorías completamente desconectadas. Bajo esa premisa, efectivamente, la moneda es completamente independiente de la política y los Bancos Centrales. Sin embargo, cuando uno se da cuenta de que economía y política se atraviesan mutuamente y de que es imposible desconectar la una de la otra, ya le resulta imposible hacer lo mismo. No voy a repetirme, es algo que ya he comentado en numerosas ocasiones, pero la economía es economía-política. En este otro post comento cuando la economía-política pasó a llamarse simplemente economía.
De nuevo, elige usted malos ejemplos. Precisamente el tema del lenguaje tiene una analogía perfecta con la moneda. El lenguaje, o para ser más preciso, los distintos idiomas, siguen una evolución paralela a las sociedades políticas que las utilizan. ¿Porque, cree usted, que el inglés es el idioma internacional?¿Porque así lo han decidido espontáneamente la suma de voluntades individuales o porque es el idioma de dos Imperios, como lo fue el británico y en la actualidad el estadounidense, que han dominado militar, cultural, económica y financieramente gran parte del planeta desde el siglo XVII? Casualmente la hegemonía del inglés sigue un curso histórico paralelo a la hegemonía de la libra y posteriormente el dólar. ¿Porque del auge y la caída del latín como idioma?¿Por una suma de voluntades individuales o a consecuencia del auge y la caída del Imperio Romano y de una Iglesia Católica con pretensión universalizadora? El lenguaje y el dinero son dos categorías abstractas. Nadie habla un lenguaje y paga en dinero. Se habla y escribe un idioma y se paga con una moneda. Y estos evolucionan junto a las sociedades políticas (Imperios, Estados) que las utilizan.
Claro que el componente biológico impacta sobre el comportamiento social, por eso he empleado el término “reducir las relaciones humanas a sus componentes biológicos”. Pero subordinar lo social/cultural a lo biológico/natural deriva en teorías como el darwinismo social o el racismo. Ya le he dicho que el ser humano tiene la imperiosa necesidad de relacionarse con otros seres humanos para sobrevivir. Pero la forma de relacionarse no está determinada genéticamente. Prueba de ello es que históricamente los grupos humanos se han relacionado de formas muy diversas. De la misma forma, el ser humano tiene que alimentarse. Pero la forma de producir alimentos tampoco está determinada genéticamente. De hecho, si hoy en día usted no es ni cazador recolector, ni agricultor como lo fueron la gran mayoría de personas hasta bien entrado el siglo XIX, y puede emplear su tiempo de ocio en ir a restaurantes, no es por un cambio en las estructuras cerebrales, sino por una serie de circunstancias socio-históricas, empezando por la creación de la sociedad política jerarquizada y la división del trabajo que permitió “liberar” a la que se conoció como la “clase ociosa” (gobernantes, escribas, funcionarios) de las tareas productivas agrícolas, y siguiendo por el desarrollo tecnológico, que transformaron la forma en que el ser humano producía para alimentarse. En resumen, encontrar una especie de determinismo biologicista en la forma en que se relacionan las personas entre si y con su entorno es tan ingenuo como peligroso.
Y usted necesita de ese entramado institucional para poder estar ahora mismo en su casa tranquilo escribiendo en este foro sin la necesidad de tener que estar armado hasta las cejas y constantemente alerta por si alguien viene a sacarle de su casa por la fuerza. Porque sin ese marco institucional que le reconozca su propiedad, la proteja jurídica y policialmente, y actúe como efecto disuasorio, su derecho dependería del calibre de su rifle. Vuelvo a las tribus indias de la América del Norte del siglo XIX (recomiendo el libro “La tierra llora” de Peter Cozens para conocer tanto el estilo de vida tribal como la conquista del oeste por los colonos americanos). Algo constante en el estilo de vida tribal es que todo giraba entorno a la guerra: los rituales, las jerarquías tribales, la religión. La vida de un hombre arapahoe o un sioux iba orientada a ser un buen guerrero. Las relaciones dentro de la tribu estaban marcadas por la habilidad que tenía uno como guerrero. Un cobarde en el campo de batalla era un paria y difícilmente podía tener descendencia. Esa primacía de la guerra como estructuradora de la vida tribal nace de la necesidad de tener que cultivar buenos guerreros para la propia supervivencia de la tribu y la defensa del territorio. Una necesidad que surge de la falta de instituciones políticas que creen el marco adecuado para resolver los conflictos. La diferencia entre un guerrero sioux del siglo XIX y usted no está en las estructuras del cerebro sino en los distintos marcos institucionales dentro de los cuales se han desarrollado sus vidas.
Pueden imprimir lo que quieran que, si los ciudadanos de ese lugar tienen ahorros suficientes como para no necesitar esa pasta, no van a generar esa inflación al no introducirla en el sistema (mire Japón).
Esto ha pasado la última década en Occidente hasta que ha llegado el hambre iniciado por el COVID porque hasta entonces, el ahorro privado había subido mucho tras el 2008.
Otra historia es imprimir cuando hay necesidad del dinero y comiencen las personas a ponerlo en circulación…
Esto último ha pasado incrementando el gasto público vía meter en los bolsillos dinero a los ciudadanos. Ya ve cómo los años anteriores al imprimir e intentar obligar a los bancos a desplegarlo, no consiguieron los objetivos precisamente porque los ciudadanos no lo necesitaban.
Magnificar el estado lleva a pensar que son la solución a todo y no genera problemas, incluso a pensar que los individuos no pueden cooperar y competir de manera más eficiente sin necesidad de la supervisión estatal.
Hay monedas con una gran independencia de los estados y bancos centrales (oro, bitcoin, bonos de algunas empresas) y otras que no (bonos estatales, billetes de moneda nacional…). Desde luego política y economía están muy entrelazadas, debido a que el control de la economía permite tener mucho poder sobre los demás. Eso no quiere decir que haya límites que marca la economía donde la política, por más que quiera, no puede entrar. Por ejemplo, la política no va a poder modificar la ley de rendimientos decrecientes.
¿Por qué se sigue utilizando el latín y los latinajos o el denario sin necesidad de un estado que respalde su uso? Porque más allá del estado que lo respaldaba estaban personas que lo encontraban de gran utilidad. ¿Fue necesario una institución que impulsara el latín de manera explícita, o fue un desarrollo más bien orgánico? ¿Qué pasaría si a un estado le diera por decir que no se puede utilizar más el lenguaje?
Hoy también es muy importante la guerra, solo que la especialización laboral permite que nos olvidemos de ello, de la misma manera que aunque la agricultura o la ramadería son de suma importancia, la mayor parte de nosotros no pensamos en ellas.
Sigue sin tener una idea clara de dinero y moneda y utiliza los dos términos indistintamente. Ni el oro, ni el BTC, ni los bonos empresariales son moneda. Son activos. Activos dinerarios si quiere. Pero en ningún caso son moneda. Ni usted ni nadie paga sus impuestos, ni siquiera una simple barra de pan, en oro, BTC o bonos empresariales.
Su razonamiento vuelve a implicar disociar la economía de la política. La economía estaría ahí (¿Donde?¿Flotando en la estratosfera?) y la política no sería más que un parásito que se alimenta a expensas del huésped. Mi punto es que la política no atraviesa la economía (y vice versa) de forma coyuntural, sino estructural. Es imposible hacer política sin hacer economía y es imposible hacer economía sin hacer política. Política es el “arte de administrar la polis (ciudad)”. Es imposible administrar una polis (una sociedad) sin administrar su economía. Economía viene del griego y originalmente designaba la “administración del hogar”. De forma análoga pasó a designar la “administración de lo público, del Estado (¿eso no es política?)” pasando a denominarse economía-política. Hasta finales del siglo XIX todos los tratados sobre economía tenían en su título “economía-política”: David Ricardo – “Principios de la economía política” ; Stuart Mill – “Principios de la economía política” ; Léon Walras – “Elementos de economía política pura” ; William Jevons – “Teoría de la economía política”. Es a partir de Alfred Marshall en su obra “principios de la economía” a finales del siglo XIX que hay un intento de desligar la economía de la política. Por razones principalmente ideológicas. Obviamente la Historia se ha encargado de demostrar que por mucho que uno le quite el término “política” en el título de su obra eso no afecta en nada al discurrir de la disciplina.
Perdone, pero lo que plantea es absurdo. El lenguaje es la capacidad de comunicarse en base a un sistema estructurado. El concepto de “prohibir el lenguaje” está a la altura del de “prohibir respirar”. Pero lo que si puede hacer el Estado, y ha hecho, es prohibir un idioma y/o promocionar otro. Únicamente tiene que leer la historia de los distintos idiomas oficiales. No sé si conocía usted que hasta la Revolución Francesa aproximadamente solo una cuarta parte de los habitantes de Francia hablaban el idioma francés. Los tres cuartos restantes hablaban los patois regionales y no sabían ni una sola palabra de francés. Los jacobinos, con pretensiones centralizadoras y planificadoras, y mediante los órganos del nuevo Estado francés (Asamblea nacional constituyente, la Convención y el Directorio), entendían que su idea de Estado requería la extensión de la lengua francesa por todo el territorio. Atendiendo al principio jacobino de unidad (nación, ley y lengua) se llevaron a cabo una serie de políticas linguisticas destinadas a promocionar el francés como idioma oficial y a prohibir otros idiomas, como el alemán y los patois regionales. Llegando a emplearse castigos como la deportación o la guillotina para los refractarios ¿Una persecución totalmente gratuita? Mal que pese no. Estas políticas lingüísticas tenían su fundamento en la sospecha de que idiomas como el alemán y los patois eran utilizados por los realistas y contra-revolucionarios como instrumentos de propaganda y captación de ciudadanos que no entendían el francés en contra de la República. A partir de ahí la condición de ciudadano francés estaba sujeta al conocimiento de la lengua francesa. La creación de las instituciones educativas públicas terminaría de afianzar el francés como lengua oficial y expulsaría a los patois regionales al ámbito estrictamente privado, hasta tal punto que a día de hoy solo una minoría de franceses chapurrean algún tipo de patois.
Y cuidado, con ello no quiero decir que el Estado tenga la capacidad de totalizar todo el campo del lenguaje. Por ejemplo, los idiomas van evolucionando con la introducción de nuevos términos y la modificación de otros “al margen” del Estado, en parte por la influencia de otros idiomas, en parte por los nuevos usos que le va dando la ciudadanía. Aunque no es hasta que la RAE, un órgano público, normativiza un nuevo término que puede incluirse el mismo como perteneciente al idioma español. Sin embargo, aceptar el uso del adverbio demostrativo “asín” no supone un problema para la supervivencia del Estado español. Pero entregar las competencias en materia de educación y lengua a los parlamentos regionales si que pueden suponer un problema para la unidad nacional española. Ahí tienen el caso de Cataluña en el que el idioma catalán es el fundamento de su nacionalismo. Y, a través del idioma en el sistema educativo se cultiva nuevos ciudadanos. Es decir, desde la Constitución del 78 el Estado español ha seguido el proceso inverso al jacobino francés. Ha ido perdiendo competencias en materia educativa, permitiendo la proliferación de nacionalismos regionales con suficiente fuerza política como para hacer tambalear los cimientos de la unidad nacional. Lo que a mi o a usted nos parezca eso ética o moralmente es irrelevante para la cuestión.
Efectivamente. Y si usted no necesita prepararse para la guerra o cultivar sus propias verduras y cuidar de su ganado es porque es parte de una sociedad política que le ha permitido orientar su vida hacia otros quehaceres. Si usted hubiese nacido en la selva ecuatorial de la República Democrática del Congo sería ahora mismo un pigmeo cazador recolector. Sin vida política la vida que usted conoce sería imposible.
Yo puntualizaría, aun a riesgo de desviarme del tema central , que más que ir entregando y perdiendo competencias, lo que ha hecho la constitución del 78 y su desarrollo es restablecer las competencias previas que fueron sustraídas por los procesos históricos previos.
Sin entrar en valoración política de lo que se debe o no hacer, que a mi parecer es un tema realmente escabroso y muy visceral en estos últimos años en nuestro estado, si me atrevería a decir que un estado puede tomar diversos caminos a la hora de integrar a sus ciudadanos y su diversidad, como por ejemplo el camino de uniformidad y aniquilación de la diversidad interior que tomó Francia relegando el alemán , el bretón el occitano y el corso, por decir quizá los más destacados o conocidos, o el camino de la integración diversificada como parece que se intenta hacer en España, cosa que si se consiguiera, eliminando las desconfianzas mutuas entre los políticos ( no tanto de las gentes) de las diversas poblaciones ( por no entrar en temas de naciones, países u otros que siempre suelen agriar las conversaciones y llevarlas a extremos no convenientes ), parece el camino mas natural , menos impositivo, y con mas respeto cultural a sus orígenes fundacionales.
Saludos
No, no lo tengo muy claro.
Diría que dinero son los bienes más líquidos dentro de un mercado, y la moneda su representación, cada unidad de ese bien.
No creo que el dinero sea solamente deuda ni que la moneda sea lo que diga el estado que es moneda. La deuda puede actuar como dinero, pero no todo el dinero es deuda. Si el dinero siempre dependiera de un deudor, no podríamos pagar con dinero. Si solo se pudiera pagar (extinguir una deuda) con otra deuda, nunca pagaríamos nada, siempre estaríamos endeudados.
Sobre que la moneda sea lo que diga el estado que es moneda, bastaría con autodefinirse como estado para poder tener una moneda y no suele funcionar así.
Esto es mentira, excepto tal vez para los bonos empresariales de alta calidad, aunque creo que podría poner ejemplos históricos.
Con oro se pagan deudas entre naciones. Entre individuos es más complicado, aunque habría que ver qué parte de esta complicación es debida a que no sea aceptado y qué parte es en realidad pura ley de Gresham (gastaré, y por tanto, circulará, el dinero de menor calidad).
BTC es moneda de curso legal en El Salvador, y se puede usar para pagar impuestos en varias regiones. Sobre el uso particular que yo le doy no entro (de nuevo, no confundamos atesoramiento con no usar una moneda), pero es cierto que aún no he comprado una barra de pan aunque sí he pagado pizzas.
Sí que creo que se pueden disociar, aunque estén interrelacionadas. Es así de hecho en la universidad, donde hay una facultad de economía y otra de política, al menos en España. Creo que es innecesario decir que se hizo por razones ideológicas, es obvio que si Alfred Marshall hizo un un libro donde donde política de economía porque piensa que es mejor así, es por razones ideológicas. No se me ocurriría decir que Platón ideó la caverna de las ideas por razones ideológicas.
En la parte donde usted dice que yo creo que la política no sería más que un parásito, quizá estaría más de acuerdo si cambiara política por estado, y no del todo ya que he aceptado que el estado tiene cosas positivas.
Usted cree que la política lo impregna todo y que la gran maquinaria que es el estado lo abarca todo: política, moneda, lenguaje… Como la religión en la edad media. Que no se puede hacer política sin estado, tal como no se puede hacer teología sin la iglesia. Pues bien, yo creo que Bitcoin separará lo que pertence al estado y lo que no en materia monetaria y por tanto, política.
Sé que es absurdo.
Pues lo mismo con el tema dinerario. De la misma manera que el estado no debería impedirme a mi aprender ruso, no debería impedirme a mi utilizar el rublo o bitcoin.
¿Puede hacerlo? Sí. ¿Le va a venir bien hacerlo, a largo plazo? Creo que no.
A todo esto, a la niña bonita de los USA y de Wall Street le están diciendo que se acabó lo que sedaba, lo que podría causar bastante dolor en el paciente. https://twitter.com/brian_armstrong/status/1638654192138199041
Oséase, Coinbase recibe un aviso de los mismos que le invitaban a operar en USA, la SEC. El problema sería el staking (palabro que sirve para decir que la casa de cambio paga por los depósitos de los usuarios) y el listado de activos.
La sacrosanta seguridad jurídica de los USA está cayendo en picado.
¿Eso cómo lo sabe?
Lo digo porque no tengo constancia de la existencia de una sociedad sin unas estructuras jerárquicas rígidas de las que el estado moderno es la representación actual.