Aunque sea algo fuera de tema…
Este blanqueo del nuclear (greening más precisamente) es una noticia pésima.
Y no creo que las organizaciones ambientalistas sean conscientes de hasta qué punto son responsables de este resurgir de la producción nuclear. Su estrategia de acoso y derribo de las fuentes de energía fósiles sin concesiones ni acuerdos para una transición ordenada han conseguido que nos enfrentemos a un escenario en el que lo nuclear es la única alternativa por bastantes años para hacer la famosa transición; hasta 2045 parecen apuntar la Comisión. Esta fecha con seguridad se irá retrasando a medida que nos acerquemos, como tantas veces ocurre.
Más dramático a nivel geoestratégico va a ser la situación en la que se ha colocado Alemania: la presión verde consiguió el objetivo de acabar con las centrales nucleares que perseguían desde los tiempos de Schroder cuando entraron por primera vez en un gobierno, allá por el 2000, pero para ello han tenido que abrir nuevas centrales de carbón. Ahora el nuevo gobierno anuncia el cierre total del carbón dentro de ocho años. Sin nuclear y sin carbón es imposible que Alemania cubra sus necesidades energéticas en 2030. De entrada esto acabará desembocando en una sumisión de facto a los intereses de Putin y su gas al que Alemania va a tener que agarrarse como a un clavo ardiendo.
Volviendo a la mala noticia inicial, el drama de la energía nuclear no es la seguridad operativa, que es probablemente bastante superior a la de otras fuentes de energía, el principal problema de la energía nuclear es el de la gestión de sus residuos radiactivos, unos productos que generamos desde hace cincuenta años, a razón de 12,000 toneladas por año en la actualidad, y con los que nadie sabe qué hacer.
No pretendo iniciar un debate sobre la energía nuclear en este foro. Pero sí me parece casi un deber cívico llamar la atención sobre la insensatez humana de seguir con esta actividad. Adjunto seguido un artículo muy didáctico y rotundo de un físico de reconocida solvencia, a la sazón consejero del Consejo de Seguridad Nuclear de España. Como podrán leer, el asunto no tiene mucha discusión posible desde la racionalidad.
Desgraciadamente en el futuro próximo la energía nuclear va a seguir creciendo, y ello , en gran parte, debido a la pésima gestión de la transición verde que estamos llevando a cabo como sociedad a nivel planetario. La cancelación de financiación a proyectos de carbón y petróleo de manera indiscriminada y sin un escalado prudente y, en general, la demonización de las fuentes energía de las que dependemos por completo para nuestro modo de vida actual, nos ha llevado de cabeza a una crisis energética que no va a hacer más que acrecentarse en los próximos años y que, a falta de una alternativa más rápida por parte de las energías renovables, ha colocado en bandeja a los gobiernos más apurados este renovado apoyo a la nuclear como nueva energía “verde”. Es el mundo al revés. Personalmente me provoca estupor contemplar la movilización social contra la emisiones de CO2 por un mundo mejor para las generaciones futuras y la absoluta indiferencia y silencio ante la proliferación de unos residuos que hipotecan tanto o más la vida de los que nos sucederán.
Desgraciadamente no son necesarios argumentos muy complejos para ilustrar la locura cortoplacista del desarrollo nuclear: todos los residuos radiactivos son mortales por necesidad y con capacidad de extenderse por grandes superficies del planeta, pero sobre todo, van a mantener su letalidad intacta durante cientos de miles de años. Esta magnitud representa un tiempo geológico, no histórico, una eternidad difícil de aprehender desde la limitada experiencia humana. Si hoy tenemos problemas para comprender y conocer cómo fueron las ciudades y las actividades de los pueblos que nos precedieron hace apenas unos pocos milenios, ¿cómo podemos pensar que dentro de cien mil años los residuos seguirán bajo estricta vigilancia en unos almacenes y a salvo de los movimientos geológicos, las guerras, o simplemente el olvido?