Un empresario arquetípico

Originalmente publicado en: Un empresario arquetípico – La navaja de Occam

Hace tiempo que no alimentaba la sección Peinando a los héroes de este blog. Y no es porque no tenga uno héroes que peinar, que los tiene. Escribí en la primera entrega resaltando las virtudes de mi buen amigo, y en su día compañero, Mariano González anotando de él, además de su humanidad, la enorme capacidad para reinventarse ante las vicisitudes de la vida. Más adelante lo hice sobre Valentín Corcés, el primer jefe al que respeté, y su extraordinaria capacidad de liderazgo y capacidad para transformar la realidad. Tocaba ya hacerlo sobre una tercera persona que siempre tuve en mente cuando comencé esta serie.

Con los dos anteriores no he tocado aún el perfil del empresario. Ninguno de los dos lo era. El primero de ellos, un profesional de primer nivel y el segundo un ejecutivo de lo público como pocos en nuestro país. Pero hoy sí voy a hacerlo.

En general, a los empresarios se nos suele tratar conceptualmente mal. La literatura y el cine suele pintarnos como seres avariciosos, tiranos laborales, gente sin responsabilidad hacia la sociedad y un largo etcétera de epítetos que, aunque pudieran ser adecuados en algunos casos, en la mayoría suelen ser ampliamente injustos. No se resalta la capacidad creativa, la aportación de riqueza al entorno, la creación de puestos de trabajo, la innovación tecnológica que introducen en sus proyectos y tantas y tantas otras cuestiones positivas.

Ciertamente el mundo actual, adorador del éxito y la riqueza, pone en un pedestal a esos grandes triunfadores del mundo tecnológico, esos que han creado partiendo del garaje de su casa una multinacional que es capaz de facturar decenas de miles de millones de dólares antes de que en su frente alboreen las primeras canas. Cuatro casos contados. Pero ellos no son lo más representativo del sector empresarial, de ese que trabaja de forma dura y pertinaz para hacer que sus empresas se sostengan y generen riqueza cada día.

Pues bien, hoy hablaré de uno de esos empresarios arquetípicos. Uno con el que tuve la fortuna de cruzar mi camino hace ya más de veinte años, con quien compartí proyecto durante unos cuantos y con el que, desde entonces, mantengo una notoria amistad. Voy a hablar de Manuel Monterrubio, un extremeño de pro que ha desarrollado varios proyectos empresariales desde el momento en que termina sus estudios de ingeniería informática, y que sigue en ello.

«…un proyecto empresarial debe estar basado en unas finanzas sólidas, en una tendencia constante hacia la innovación, en un permanente cuidado de los procesos internos y el afinamiento de su eficacia, en rodearse de los mejores y remunerarlos con justicia, en trabajar sin límite, en hacer de la atención al cliente un criterio esencial…»

Y ¿por qué digo que es un empresario arquetípico? Pues porque reúne todas las cualidades que, desde mi punto de vista, debe poseer alguien que decida dedicar su vida a esa noble función de emprender proyectos empresariales, hacerlos sostenibles y crear riqueza para la sociedad. Manuel, junto con otros socios, creó nada más salir de la universidad, Alhambra Systems, una compañía de servicios informáticos muy centrada en los proyectos de sistemas y comunicaciones. Fue durante su periodo en dicha compañía que nuestras vidas se cruzaron. De él aprendí que un proyecto empresarial debe estar basado en unas finanzas sólidas, en una tendencia constante hacia la innovación, en un permanente cuidado de los procesos internos y el afinamiento de su eficacia, en rodearse de los mejores y remunerarlos con justicia, en trabajar sin límite, en hacer de la atención al cliente un criterio esencial… Enseñanzas que yo no tenía tan claras y que desde entonces no abandono.

Además de las reseñadas, Manuel reúne otras virtudes esenciales para el desarrollo de la actividad empresarial. Una fundamental es su capacidad analítica para visualizar formas diferentes de prestar servicios a los mercados. Muchos empresarios carecen de esta facultad y se limitan a competir haciendo lo mismo que los demás hacen. Manuel no es de esos. Él siempre propone fórmulas alternativas que faciliten la vida de los clientes y mejoren la eficiencia con la que la empresa presta los servicios. Otra de sus grandes capacidades es la habilidad para saber comunicar al mercado las bondades de su modo de hacer las cosas. Podría decirse que en ese sentido es un buen especialista en temas de marketing y comunicación empresarial, pero esto se le quedaría corto, ya que lo complementa con una personalidad extrovertida muy enfocada hacia la creación de redes de negocio. Miembro de varias agrupaciones profesionales siempre ha logrado hacer de estas redes un vehículo esencial para incentivar las ventas de sus empresas.

Y todo ello desde una actitud de humildad personal, de trabajo sin límites y de sobriedad absoluta en el estilo de vida. Su principal propósito se centraba en hacer crecer el proyecto, siempre desde fundamentos sólidos. La compañía que fundaron él y sus socios fue ganando posición en el mercado y ampliando su horizonte adquiriendo pequeñas empresas que aportaban interesantes capacidades al proyecto. Mientras otros empresarios quizá pensaran en repartir relevantes dividendos para mejorar sus finanzas personales, la empresa de Manuel reinvertía constantemente sus beneficios. Finalmente, Alhambra Systems se vendió a un grupo tecnológico plurinacional con la idea de reforzarla y que se lograra una capacidad de mercado mayor. Por avatares que serían prolijos de contar, Manuel salió de la compañía para montar un nuevo proyecto, Exevi.

En ese otro se volvió a repetir el mismo esquema. A pesar de encontrarse con una situación más compleja de mercado, todo funcionó de forma similar. Basado en parecidos principios de gestión, Manuel y sus socios hicieron crecer la compañía durante varios años hasta integrarla en un grupo tecnológico, en este caso español, Sngular. En este momento, nuestro hombre se ocupa en dicha compañía de la dirección de proyectos estratégicos.

Y a ello habría que unir sus inversiones en el mundo de la ganadería, algo que le viene dado por su vinculación familiar y donde también ha trabajado por modernizar y dar eficacia a lo que era la forma de vida de su familia.

Yo recalé en Alhambra Systems a causa de que la compañía francesa que la había adquirido, también adquirió mi compañía de aquel entonces, Grupo Eidos, una empresa especializada en el desarrollo de software. Yo ya conocía a Manuel con anterioridad. Habíamos colaborado en algún proyecto y de vez en cuando quedábamos para charlar. Él fue el artífice de que nos fusionáramos. Convenció a los franceses, y me convenció a mí, de las ventajas que tendría que ambas compañías trabajaran juntas. Cuando las negociaciones se complicaron él nunca tiró la toalla. De hecho, llegó un momento en que yo ya di el asunto por perdido en tanto que uno de mis socios no quería que la operación se llevara a cabo. Cuando se lo comuniqué a Manuel, solo me dijo que lo dejara en sus manos. Habló con mi socio y ese mismo día cerramos el acuerdo.

Desde entonces, a pesar de que la vida profesional nos ha conducido por derroteros distintos, nos mantenemos en contacto permanente y compartimos puntos de vista sobre el mundo empresarial y político. No hemos vuelto a participar en ningún proyecto empresarial conjunto, aunque lo hemos intentado en varias ocasiones. Quién sabe lo que la vida nos deparará aún.

Me gustaría terminar, mencionando a dos personas que tuvieron para mí también una relevancia enorme en ese periodo de vida del que estoy hablando. Me refiero al socio de Manuel, en Alhambra Systems, Manuel Pérez Segado a quien debo también valiosísimas enseñanzas profesionales y a Martín Pérez Segado, el director financiero de la compañía. Si uno quisiera tener un proyecto de éxito garantizado, con tres personas como estas los pilares tendrían sin duda toda la solidez necesaria.

14 Me gusta