Originalmente publicado en: Sangre, barro y dignidad. – Sobre la tormenta
Morir bajo aquel cielo oscuro no era algo que hubiese entrado nunca en sus planes. El frío, la humedad y ese falso techo omnipresente, aniquilaba cualquier atisbo de positividad que uno pudiera tener mientras cada paso se hundía de nuevo en aquel fango protestante.
Durante las últimas horas se había extendido en el campamento la posibilidad de morir a manos de hierro amigo, en lugar de ser pasado por cuchillo holandés. La desesperación trae consigo difíciles juegos de manos y mantener la mente en calma con un frío que cala los huesos, hambre y cansancio acumulado de semanas no suele ser tarea sencilla.
Distinto pensamiento se producía en el castillejo de los italianos, el islote más próximo al dique de Empel, donde Francisco de Bobadilla miraba aquel puzzle de isletas extendido sobre una mesa improvisada, sin poder ver solución alguna para aquel rompecabezas. Complejo es mantener la entereza cuando la suerte y la solución a los problemas, le dan a uno la espalda.
La respuesta a Felipe de Hohenlohe-Neuenstein acerca de una rendición honrosa, estaba tan clara como fúnebres sus consecuencias.
«Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos»
En Bolduque, Pedro Ernesto de Mansfeld, maestre de campo del general de los ejércitos en los Países Bajos Alejandro Farnesio, se afanaba por encontrar alguna posible vía de acceso y no dejar perecer a uno de los mejores Tercios en aquella ratonera.
Habían pasado muchas lunas desde que aquellos tres Tercios y una compañía a caballo, cinco mil hombres, cabeza arriba, cabeza abajo, se apostaron en Bommel, un lugar bajo y relativamente fértil donde pasar el invierno e iniciar en el nuevo año las campañas para socorrer a las poblaciones católicas que solicitaron ayuda.
Un terreno bajo, de eso no cabe duda, pues cuando los rebeldes abrieron brecha en los diques, el campamento completo quedó anegado por aquellas aguas grises y gélidas, no dejando más salida que subir a aquellos montículos elevados donde guarecerse de la furia de las aguas.
La ayuda de Mansfeld llegaría el sexto día, cuando le envío una carta a Bobadilla proponiéndole un descabellado plan; asaltar la flota rebelde con apenas cincuenta embarcaciones, en un intento de romper el sitio. Era la última y única oportunidad de abrir una grieta suficiente para que el Tercio pudiera salir de aquel pozo de muerte. Bobadilla por su parte fletaría a su vez nueve pleytas (barcazas) para reforzar el desesperado ataque.
Con todos los capitanes listos en las barcazas y habiendo hecho las paces con el Señor, que en aquellos tiempos se tomaban muy en serio lo de tener listos los papeles, con la dignidad del que tiene la certeza clara que de aquella no se sale pero que es su obligación y deber cumplir con su oficio, fueron uno a uno subiendo a las barcazas listos para morir matando.
Aquel asalto sin embargo, nunca se produjo, pues los rebeldes sabiéndose en gran mayoría, desbarataron los planes del duque, dejando un reguero de muertos flotando sobre las gélidas aguas.
Hambrientos, empapados y sin atisbos ya de esperanza, los soldados españoles se prepararon para el desenlace. Desde el castillejo de los italianos la consigna era clara. Puestos a morir, mejor morir de pie y a ser posible llevándose unos cuantos protestantes por delante.
Aquella noche, sin embargo, ocurrió algo que verdad o ficción, cambió el curso de la historia.
«Estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para resguardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía y de la artillería que los navíos enemigos disparaban, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer. Acudieron otros soldados con grandísima alegría y la llevaron y pusieron en una pared de la iglesia», añade Vázquez en su obra.
El hallazgo fue tomado como señal divina por los soldados, que se encomendaron a sus creencias previo al ataque del día siguiente, donde las posibilidades de sobrevivir eran prácticamente inexistentes.
«A todos les pareció bien la honrada determinación de D. Francisco, aunque algunos Capitanes y soldados (…) dijeron que, en caso que no tuviese efecto lo que se había acordado, se repartiesen en el dique (…) y se diesen la batalla matándose unos a otros, porque los rebeldes y enemigos de Dios no triunfasen sobre ellos. (Pero) D. Francisco mandó que no se diesen oídos a aquellas temeridades»
Durante aquella noche, un gélido viento se extendió de norte a sur de aquellas tierras, congelando las aguas, un fenómeno meteorológico que no había sucedido en Bommel desde hacía décadas, dando lugar al milagro. Al estar las aguas congeladas, el Tercio embistió con furia contra los rebeldes aniquilando las posiciones enemigas en una orgía de sangre y fuego tras tantos días con tantas noches de miedo y odio acumulado.
«Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos río abajo les decían a los españoles, en lengua castellana, que no era posible sino que Dios fuera español, pues había usado con ellos un gran milagro»
Aquella escena la inmortalizó Augusto Ferrer- Dalmau en una de sus grandes y detalladas obras.
«Lo que se les ordenó y a lo que habían salido era a ganar a los fuertes, y que por ningún caso podían dejar la empresa, aunque pereciesen todos en el camino. Valerosa respuesta y honrada determinación, pues deben los que se precian de obedientes capitanes observar las órdenes sin mirar los inconvenientes, y rompiendo los que se ofrecen, aventurarse a cumplir lo que se los encomienda, por muy dificultoso que sea.»
Toda una declaración de aquello tan denostado en nuestros días acerca de cumplir cada cual con el mandato que tiene encomendado de la manera más profesional posible y resolviendo los problemas aún cuando piensas que es difícil estar más hundido en el fango y que de esta te vas a ver a San Pedro.
Hasta aquí la parte histórica. Una historia bastante olvidada por esa costumbre tan española de menospreciar nuestro pasado. No me malinterpreten, pues no es mi intención revivir nuestro glorioso pasado sometiendo a sangre y fuego poblaciones de holandeses, algunos de los cuales se cuentan entre mis grandes amistades desde hace décadas y a los que de niños, cuando no se iban a la cama les decían que vendría El duque de Alba a por ellos. Me importa bastante poco si en el Imperio se ponía o no el sol, o si España era el Estados Unidos de la época. Me importan sin embargo las lecciones que uno puede sacar de situaciones como esta, donde las probabilidades de tener éxito, o simplemente sobrevivir son tremendamente limitadas.
Lejos de la épica y de la lírica, el comportamiento terrenal de las personas si merece mi atención. Me apasiona imaginar ese gran tablero donde se tejen las diferentes historias. En nuestras vidas todos atravesamos momentos en el que somos los rebeldes holandeses, los maeses de campo de Tercios españoles o simples y rasos soldados de un pueblecito de Aragón que no saben como han llegado por el Camino Español a los Países Bajos.
En cada uno de esos momentos, distintos escenarios se plantean ante nosotros. A veces tenemos todas las probabilidades a favor y caemos presa del exceso de confianza, o de algo impredecible con lo que no contábamos en absoluto (y confiados o paranoicos, ese acontecimiento que te hizo morder el polvo no lo hubieras previsto ni en tres vida de simulaciones de riesgos) . Otras veces estás tan hundido en el cieno, que pierdes las ganas de luchar… total ¿para qué?, no ves la salida y asumes ya la pérdida sin resistencia.
La actitud que sin duda me hace pensar, me inspira y me guía en mi día a día cuando las noches más oscuras me rondan, es la de simplemente asumir con dignidad que uno debe cumplir con lo que debe hacer y tratar de hacerlo de la mejor manera posible. Asumir que si toca perder, toca perder, pero no por ello dejar de luchar por encontrar una solución hasta que el partido termine.
Los Tercios fueron una fuerza temida y admirada en toda Europa, que tenían procesos militares muy trabajados. Contaban además con el convencimiento de que su cometido estaba por encima de ellos mismos. Es difícil por tanto derrotar a un ejército así. No puedo afirmarlo, pues simplemente no lo se, pero quizá luchaban siempre por algo superior a ellos mismos, y esto suele constituir la diferencia que marca la diferencia.
Aquellos mandos, tenían bastante claras algunas lecciones de liderazgo que hoy perduran en el tiempo. Farnesio, tenía el convencimiento de que «no podía llenar el cargo de capitán quien valerosamente no hubiera hecho primero el oficio de soldado».. y razón no le faltaba.
El análisis de primer nivel de la historia, sería aquella vieja moraleja de «hay que seguir luchando hasta el final», o el más castizo, «hasta el rabo, todo es toro». Uno tiene la obligación moral para consigo mismo y los suyos, de luchar hasta el final.
Un análisis de segundo nivel, ya entraría en el teatro de operaciones y diseccionaría los distintos puntos de vista. El soldado raso que cumple con su oficio, los mandos españoles que ven la muerte cerca pero que deben mantener la disciplina y el rumbo en situaciones con las probabilidades completamente en contra… Toda una serie de comportamientos y estrategias, que vale la pena analizar.
Finalmente, el análisis de tercer nivel , sería utilizar el famoso Invert de Munger. Invertir las cosas para poder ver ángulos que pensando de manera lineal no ves. Es el que te hace plantearte que en momentos en que uno tiene todas probabilidades de victoria a su favor, en situaciones de lucha asimétrica, alguien, en algún lugar, ha desenterrado un tablilla y antes de que despunte del alba, te va a joder, pero bien jodido.
Usar diferentes niveles de profundidad en los análisis de los desafíos a los que nos enfrentamos en el día a día, bien sea en la inversión, en el entorno laboral etc.. es una herramienta tremendamente útil que nos ayuda a desplegar estrategias.
La plasticidad mental, adecuar la táctica a los movimientos impredecibles de los acontecimientos, mantener la disciplina y sobretodo una fuerte determinación por ejecutar enérgicamente, son y serán siempre los ingredientes necesarios para que las estrategias florezcan. La paciencia para esperar resultados, no dejarse llevar nunca por la euforia cuando la suerte nos sonríe, sino temerla y alejarla, el foco en el proceso y la obsesión por lo pequeños detalles, marcan líneas de trabajo que por lo general dan resultados a largo plazo.
Disfruten del fin de semana y de que por lo general, en nuestras vidas, afortunadamente tenemos que transitar por pocos milagros de Empel, y si el destino les obliga a pasar por ellos, ya saben.. sostengan con firmeza la pica, cumplan con su deber y Santiago..y cierra España.
Pasen ustedes un buen día,