Originalmente publicado en: Peinando a los héroes – La navaja de Occam
Durante la primera guerra mundial el ejército austriaco, en su departamento de Archivo de Guerra, puso en práctica una labor de comunicación que consideró relevante para fomentar la concienciación del soldado. Adam Kovacsics en su obra Guerra y Lenguaje (Editorial Acantilado, Barcelona, 2007) ha descrito con profusión la labor que allí se llevaba a cabo y que denominaron, peinar a los héroes. La tarea que realizaban en aquella sección consistía en confeccionar biografías sobre los soldados que habían destacado en el frente por su entrega y heroicidad. Pero no se trataba solo de narrar escuetamente los hechos, sino que estos se debían aderezar suficientemente a fin de que las semblanzas creadas fueran inspiradoras para el resto de los combatientes. Se trataba de peinar convenientemente a esos valerosos soldados en orden de lograr que su figura pudiera conmover a un ejército que, a pesar de su conocida eficiencia, iba a perder aquella contienda. En tanto que la labor tenía un componente literario relevante, en ella se emplearon algunos de los grandes autores austriacos del momento, tales como el poeta Rainer María Rilke o el ensayista y literato Stefan Zweig, ambos soldados austriacos en aquel momento. En el caso de este último, la labor debió marcarlo tan hondamente que, dentro de su obra, una de las parcelas más destacadas fue la labor biográfica de numerosos personajes tales como Erasmo, Descartes, Montaigne, Balzac, etc.
Siguiendo la estela de tan magna labor y tan gloriosos personajes, quiero hoy comenzar una nueva sección del blog que denominaré, igual que a este artículo, Peinando a los héroes. Solo que en mi caso esta labor de peluquería no tendrá como finalidad enardecer los ardores guerreros de nadie sino más bien inspirar y conmover con algunas personas y los hechos de las mismas. Se trata de presentar a aquellos que, al menos desde mi punto de vista, han tenido grandes méritos o, al menos, han influido en mí o me han impresionado muy positivamente a lo largo de mi vida.
En el mundo actual se enaltecen ciertos comportamientos alejados de lo común. El mundo de la literatura o el cine nos presentan arquetipos extravagantes y se olvidan, la mayor parte de las veces, de presentarnos a pequeños héroes cuya aportación al mundo es notoria frente a los acartonados personajes que, contrariamente, se nos suelen mostrar. Y yo creo que en nuestro poco épico mundo del día a día existen personas cuyos hechos merecen ser resaltados. Y no solo voy a referirme a empresarios o inversores, dado el carácter de este blog. Lo haré con todos aquellos que por sus dotes de liderazgo, por su capacidad organizativa, por su férrea voluntad o por ciertas peculiaridades de su carácter han contribuido a mejorar la realidad que vivimos. Seres en su mayor parte anónimos pero con un amplio horizonte de vida. Espero que las historias que se muestren aquí puedan resultar interesantes e inspiradoras para quienes esto lean.
Y voy a comenzar hoy hablando de uno de esos héroes, una persona excepcional con la que tuve el placer y el honor de cruzarme allá por el año 2010. Su nombre es Mariano González Martínez y apareció en mi vida cuando estaba desarrollando un proyecto del que ya he hablado en este blog en otra ocasión, Luarna Ediciones. Ciertamente, lo que comenté anteriormente sobre esta compañía la dejaba sumida en un cierto momento de fracaso. Pero, sin embargo, como le indiqué al lector, con el tiempo y reenfocando la situación las cosas fueron a mejor. Y lo hicieron porque a la labor editorial comenzamos a sumar la electrónica. Ya hablaré de este tema con más profusión en otro artículo, pero baste reseñar ahora que en un determinado momento decidimos lanzarnos a la distribución de eReaders, es decir, dispositivos para la lectura electrónica. Primero firmamos un contrato para distribuir un producto manufacturado por una compañía inglesa, el Cooler, y más tarde fabricamos uno propio, el Booq Classic.
La cuestión es que ya en el segundo semestre de 2009 las ventas fueron muy bien y ello hizo que tuviéramos que poner en marcha un servicio técnico para atender la demanda de reparaciones que la distribución de dispositivos electrónicos requería. En primer lugar, contraté a una persona a tiempo parcial, pero en seguida el volumen de las ventas nos llevó a necesitar complementar su labor con nuevas incorporaciones.
Para hacerlo llevé a cabo una acción con la que estaba acostumbrado a trabajar en mi anterior empresa, pedir becarios a los centros de formación profesional del barrio. Los actuales ciclos formativos prevén un par de meses a la finalización de los estudios para que los alumnos entren con prácticas no remuneradas en el mundo empresarial. La verdad es que siempre había obtenido un muy buen resultado de ello. Lo normal es que me sirviera como sistema de selección para las nuevas incorporaciones. Los chicos entraban en la empresa durante ese periodo de prácticas. A lo largo del mismo demostraban, lógicamente, su valía y al finalizar, si podíamos permitírnoslo y el candidato nos gustaba, le ofrecíamos ya un contrato de trabajo. Nos pusimos en contacto con el Instituto de San Blas en Madrid y nos mandaron dos candidatos para que seleccionáramos. Tengo un vívido recuerdo de aquel día; llegaron Raúl, un chico joven de poco más de veinte años y Mariano, un señor mayor, con apariencia de tener más de cuarenta. En seguida pensé que el candidato debía ser Raúl y que Mariano sería algún profesor del Centro que había ido a acompañarle. Pero enseguida me aclararon que no era así, que ambos eran alumnos candidatos a las prácticas. Obviamente en el caso de Mariano en la entrevista me interesé por el hecho de que una persona de su edad hubiera estado realizando los ciclos formativos de mantenimiento de sistemas electrónicos. Su historia era un gran caso de superación personal. Había estado trabajando toda su vida en una empresa de catering que hizo un ERE y le tocó salir. Como siempre le había gustado la electrónica decidió inscribirse en los ciclos formativos de grado superior y a sus más de cuarenta años los realizó con todas sus ganas y con muy buenos resultados.
Sinceramente he de decir que me costó vencer mis reticencias hacia alguien de esa edad, pero finalmente lo seleccioné a él ya que me pareció que su nivel de madurez nos iba a venir muy bien. No me equivoqué, Mariano hizo las prácticas con toda brillantez, le contraté nada más terminarlas y en seguida sustituyó en su totalidad a la persona que colaboraba con nosotros a tiempo parcial.
Mariano es una de las personas de las que más orgulloso me siento en esta historia de Luarna / BQ. Se trata de alguien excepcional con una historia de superación personal impresionante. Comenzó haciéndose cargo de la reparación de todos nuestros dispositivos. Durante un periodo importante del años 2010, se encargó él solo de todas nuestras reparaciones, pero más adelante, conforme fuimos creciendo se fue responsabilizando, además, de todos los técnicos de reparaciones que entraban en la empresa. Mariano era una máquina de la positividad, no había problema que le amilanara, podía con todo. Llegó a ser nuestro jefe del taller de reparaciones con más de 200 personas en su equipo, distribuidos en tres turnos de trabajo, y haciéndose cargo de alrededor de 25.000 reparaciones mensuales. Bajo su liderazgo creamos un SAT que tuvo una de las mejores valoraciones históricas de entre los que han existido en nuestro país. Y no solo eso. El respeto que le tenía la plantilla era tal que ayudó a resolver conflictos laborales importantes, siempre de forma satisfactoria para los empleados y la empresa. Un auténtico fenómeno tanto en lo profesional como en lo personal. Un líder nato que siempre logró sacar lo mejor de todos sus técnicos, ganándose el respeto de todos quienes colaboraban con él.
Pero su historia de superación no acaba ahí. Desgraciadamente, los cambios que se produjeron en BQ a partir de 2016 le forzaron a salir de la compañía y, ya con más de cincuenta años. tuvo que reinventarse nuevamente (con notorio éxito, todo hay que decirlo). Mientras que otros se habría hundido en la desesperación y quizá no hubieran encontrado nada con esa edad tan problemática laboralmente hablando, Mariano se puso a estudiar de nuevo. Comenzó a prepararse para entrar en el servicio de reparaciones del metro de Madrid. Aprobó el examen a la primera y allí anda ahora habiendo cambiado los minúsculos circuitos de la telefonía móvil por las enormes piezas de los trenes del metropolitano.
Cuando en el mundo actual se nos resaltan los atributos de la desidia, de la desgana y el deseo de que alguien, papá Estado o quien quiera que sea, nos resuelva la vida, Mariano es un ejemplo de cómo el esfuerzo es crucial para lograr determinados objetivos. Para mí ha sido siempre un ejemplo a seguir y me honro de poder seguir llamándolo amigo.