Originalmente publicado en: Mi habitación – Hipótesis Nula
Pasen y vean, les invito a esta pequeña habitación. Les advierto que esta es la guarida de un animal mimético, una especie poco estudiada y esquiva que por necesidad o por azar ha desarrollado mecanismos de manipulación del éter y por lo tanto es capaz de adaptar su interior para garantizar su protección, todo lo que vean en ella será una ilusión, ninguna visita será exactamente igual, un laberinto hecho a medida indistinguible de la realidad.
¿Qué verán ustedes? Yo no lo sé, quizá perciban solamente paredes grisáceas que envuelven el estropeado escritorio que preside la estancia, un suelo poblado de papeles esparcidos y desordenados como si fueran bocanadas de oxígeno asomando de unos labios imaginarios. Quizás encuentren pasadizos ocultos a otros lugares o puede que se sorprendan vislumbrando la luz de una linterna bajo las desaliñadas sábanas, luz que delata el escondite de una silueta humana entrelazada con un libro y que refleja una nueva aventura en su rostro concentrado. Entre las historias que se cuentan, numerosos visitantes aseguran haber visto una mirada penetrante y extraña que cubre todo el techo, caprichosa e infantil adopta formas beligerantes, rodea de fuego sus arrogantes e histriónicos argumentos que retruenan crepitando y forman asfixiantes cambios de temperatura como si se tratasen de tambores de guerra que intentan intimidar al ejército enemigo. Cuando las llamas se apagan, la mirada se difumina fundiéndose aún más con el techo hasta desaparecer, llenando la estancia de silencioso y frío vacío. En esta bóveda de oscuridad, unos pequeños puntos de luz remotos parecen reinar ocupando el lugar de las pupilas y arropan al visitante con el frágil albedo de un traje espacial que no saben cuándo ha aparecido sobre su cuerpo. A la deriva, se encuentran torturados por el sonido de sus propios latidos y el roce de su respiración que acaba inexorablemente con la rendición y quizás evocando en algunos, que sé yo, la aceptación de la infinitud, una sonrisa al contemplar su propio ego en mitad de ese espacio y la humildad que produce el sabor amargo de las derrotas.
¿Qué verán ustedes? Yo no lo sé, lo que sí les puedo anticipar es que es probable que no encuentren reflexiones originales en este peculiar espacio, no se molesten rebuscando, solamente encontrarán pensamientos trabados, botines de abordajes fortuitos y cofres repletos de joyas deslustradas engarzadas con ideas robadas. Si se les ocurre abrir alguno de estos cofres no se asusten, las alhajas tienden a cobrar vida y revolotean como si fueran dientes de león, remolinos que cuando parecen comenzar a esbozar una silueta con sentido, se derrumban inestables, como si fueran pisoteados sin piedad por la gravedad o quizás extinguidos por el reverberar de la carcajada de un niño que intentaba atrapar torpemente un gorrión posado en una barandilla.
¿Qué verán ustedes? Yo no lo sé …