Gran artículo como de costumbre.
A veces hay cuestiones que parecen básicas ( la de veces que he escuchado que un libro de inversión es aburrido por insistir en lo mismo de siempre), pero luego hay que ver lo mal que se suelen aplicar en la práctica.
Pueden ir a mirar a finales de 2018 a ver cuantos creían, no que iba a ocurrir, sinó simplemente que era posible que en 2019 se produjera el resultado que hubo.
La cuestión es que la renta variable no sólo es volátil sinó es dispersa. Ya saben la definición de riesgo que tanto le gusta a Howard Marks (y a mí), como que lo que termina pasando es sólo uno de los posibles resultados finales.
Ese gráfico que ha puesto de las rentabilidades a 20 años, que ya es sobradamente largo plazo, da un indicio de los distintos resultados que uno se puede encontrar. Y todavía creo que no lo muestra en toda su crudeza. Hay otros mercados lo suficientemente desenvolupados que tienen dispersiones de resultados aún mayores, tanto en negativo como en positivo.
Por eso al final cuesta tanto recomendar. La renta variable es una forma, a largo plazo, de ponerse las probabilidades a favor, pero tampoco es una garantía absoluta de obtener grandes resultados. Vamos creo importante diferenciar lo primero de lo segundo, cuando uno analiza riesgos.
Pensar que se puede “eliminar” la dispersión inherente a la renta variable por tener un sistema de inversión más sólido que otros, suele llevar a cometer errores como no ver la posible incidencia de factores macroeconómicos y geopolíticos en los resultados finales. Esos factores son tan difíciles de predecir (imposible en mi opinión) como de gran relevancia en el resultado final.
Fíjense otra vez en gráfico. Pueden observar como las rentabilidades de la segunda mitad del siglo pasado son significativamente mejores que las de la primera. Claro que poco tiene que ver lo que pasó en la primera mitad del siglo pasado con lo que pasó en la segunda. Y de hecho si no es mayor la dispersión de rentabilidades entre ambas es porque se está mirando uno de los mercados a los que menos afectó dichas circunstancias.
Gran frase. El problema del exceso de espectativas es que es fácil que se traduzcan en una adopción de riesgos no acorde con la tolerancia o las circunstancias de los que las hacen. O en una mala gestión de ciertos episodios cuando pasen.
El exceso de espectativas a veces es simplemente no ver porque otras formas de invertir lo pueden hacer bastante mejor que la nuestra si las circunstancias le son propicias para ello.
Los que pecan de exceso de optimismo, a veces, suelen ser los mismos que pecan de exceso de pesimismo en otras circunstancias. Dado que es un recurso escaso, si uno lo maneja de forma racional, es mejor guardarse el optimismo para cuando hace falta realmente, que es en los pánicos del mercado.
De la misma forma que el pesimismo es mejor guardarlo para cuando a uno le intentan vender cuentos de la lechera en forma de espectativas no acordes con la realidad de largo plazo de la inversión en particular, o de la dinámica de la propia sociedad, en general.