Optimista, siempre optimista, hacia adelante, hacia arriba. Ese dulce momento en el que algunos inversores parecen estar cuando se produce un desplome del mercado, ante esta circunstancia, se ven atraídos para aumentar sus posiciones en cartera con nuevas compras. Podría decirse que es su plan maestro, su marca de inversión, comprar en las grandes caídas. Parece incluso que este argumento está regido por la tercera ley de Newton por la que a toda fuerza de acción corresponde una fuerza de reacción de igual magnitud pero en sentido opuesto.
Nuevamente otro desplome en el mercado tiene igual incluso mayor sensación de oportunidad que permite aprovechar la liquidez acumulada meticulosamente para estas situaciones. Cuando otra vez casi sin tiempo para reaccionar, atropelladamente sobreviene un nuevo descenso en el mercado que también hace presagiar que no será el último.
El gesto cambia se aprieta la expresión facial que viene acompañada con unos segundos de inactividad ante la sorpresa. Llegado este momento pocos se atreven con un ejercicio de reflexión muy pocos tienen respuesta para una rencorosa pregunta ¿ estoy satisfecho con el resultado de mi cartera ?
Frágil sensación de seguridad que se desmorona como un castillo de arena tratando de dar respuesta a la endiablada pregunta mientras seguimos viendo como nuestra inversión ha decidido no seguir los dictados de nuestra voluntad parece que no es consciente que tendría que comportarse según hemos previsto y continúa alejándose de nuestro criterio.
Existe una premisa inalterable que se rompe, siempre optimista, hacia adelante, hacia arriba. Las leyes de la física no aplican en este momento ahora toma el control el mundo cuántico, como siempre ha sido, aunque hasta ahora no se ha revelado.
La verdad nunca triunfa, sus oponentes simplemente se van muriendo, igual sucede con nuestro plan maestro, con nuestra marca de inversión que en lo fundamental tiene que buscar la verdad.
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