Éramos Inmortales

Los hechos narrados a continuación son ficticios. Escrito no recomendado a menores de dieciséis años.

Aquella era sin duda una sala lúgubre; se hallaba bañada por una luz sucia, mortecina y desganada que brillaba a regañadientes por encima mío, mientras unos guardias uniformados apretaban con fuerza las correas que sujetaban mis brazos. Sentado en la silla, traté de buscar sus miradas, pero me ignoraron, como si trabajaran rutinariamente con algo inmaterial, etéreo. Probablemente yo era eso para ellos, pues los ojos ásperos y resignados que adiviné en sus rostros parecían curtidos en muchos rituales macabros. Quizá el mío sólo era uno más en una larga lista.

Dirigí mi vista al vidrio situado en frente. No podía ver las caras de aquellos lloricas, pero sonreí a los que pudieran estar detrás, demostrando que no tenía miedo ni sentía arrepentimiento alguno; y en verdad era así. Reza un viejo proverbio sánscrito que más vale vivir un día como un tigre que cien años como un cordero, y yo había sido un tigre mucho tiempo.

Pronto todo habría acabado para mí, y mil recuerdos pasaron raudos ante los ojos impertérritos de mi propia mente. Uno de ellos me hizo rememorar unos hechos acontecidos tiempo ha, cuando éramos los amos de la ciudad…


Dividend King era esa clase de líder que seguiríamos hasta la muerte, y no nos cabía duda que era allí donde finalmente nos dirigiría. Pero estábamos enganchados a aquello. A esa vida peligrosa, excitante, al límite, rebosante de adrenalina. Tan diferente de la de los viejóvenes que iban a morir cada día a una oficina gris.

Rob y yo aguardábamos expectantes sus órdenes, y la emoción de nuestro silencio cómplice se percibía en el ambiente. Mike Spencer, el director de inversiones del Hedge Fund rival HawkEye se había puesto corto en nuestra primera posición, haciéndonos perder un montón de pasta en pocos días. Dividend King se la tenía jurada y estaba más que convencido que era una forma sucia de apretarnos las tuercas.

-Vamos a darle lo suyo, Rotring. - Sentenció finalmente. Y asentimos satisfechos. No esperábamos menos de él.

Salimos de la oficina y subimos a nuestra negra furgoneta GMC Vandura. Hacía un par de horas que la oscuridad se había cernido sobre la ciudad, amenazadora, queriendo presagiar noche de batalla. Rob conducía, yo introducía balas en mi pistola y en la de Dividend King, y mientras tanto él ponía una cinta en su gran radio cassette portátil. Nos dirigíamos a la esquina de la St. James con Queens, a un garito que frecuentaba Mike Spencer. Y un pajarito nos había chivado que esa noche estaba por allí.

Aparcamos cerca de la puerta principal, protegida por un único gorila con cara de pocos amigos.

-Yo me encargo - afirmé sin dudar. Por algo era la mano derecha de Dividend King, y tenía que hacer honor a mi reputación.

Bajé de la furgoneta antes que Rob y DK, y me dirigí hacia el portero con paso firme. Me miró apenas un segundo y se puso en estado de alerta, pero ya era tarde, pues yo era rápido como pocos. Gancho de derechas directo a la mandíbula inferior, con la finalidad de cortar el riego sanguíneo. Acompañé de un puntapié en la rodilla y el tipo cayó a plomo, inconsciente. Cuando despertara, en el fondo se sentiría afortunado.

Quité el seguro a mi pistola y le lancé la suya a Dividend King, que se acercaba a mí con naturalidad, mientras ponía el radio cassette en su hombro y presionaba el Play, permitiendo que unos cañeros acordes de guitarra cobraran vida y nos llenaran de energía.

Pateé la puerta y entramos los tres en aquel antro, que apestaba a lujuria y mala conciencia, directos hacia la zona VIP. La música de Dividend King reverberó con fuerza, imponiéndose a la del lugar, que acabó silenciada.

Surge la escena en un salón
Niñas en promoción
Momias poniendo precio, ambigüedad

Por entonces todos se habían dado cuenta de nuestra presencia, incluido un incrédulo Mike Spencer y sus matones, que se lanzaron contra nosotros. Deberíais haber visto su cara de sorpresa cuando comenzamos a disparar. El radio casette al hombro continuaba emitiendo música a todo volumen.

Noches al pie del cañón
Fuerza de voluntad

Hubo un intercambio de fuego cruzado, y una bala me hirió ligeramente el hombro, salpicando de sangre mi mejilla. Pero dos de los guardaespaldas de Mike cayeron para no levantarse jamás, y otro huyó como un cobarde. La gente gritaba y huía despavorida en masa, aunque teníamos a nuestra víctima acorralada y no le perdíamos de vista.

Provocando desprecio y reacción
Lucen su condición
Dueños del desparpajo, frenesí

Nos plantamos ante él. Rob y yo intercambiamos una mirada, y no hizo falta decir nada más. Habíamos cumplido lo nuestro, y aquello era cosa del jefe, que seguía mirándole mientras sostenía el radio casette al hombro. Nos dimos la vuelta y caminamos hacia la salida. Con el sonido, apenas escuchamos el silbido de la bala.

Son la musa que inspira la ambición
Sueño de libertad

Pasamos por encima del portero, entramos solos en la furgoneta y nos observamos el uno al otro, serios y agotados tras la tensión y la adrenalina; los dos teníamos la cara manchada de sangre. Sin embargo, tras un silencio que pareció una eternidad, estallamos a carcajadas. Maldita sea, parecíamos un par de chiflados.

Pero éramos inmortales.


Desperté de mi ensoñación, de nuevo en aquella sala triste y gris, carente de vida. Uno de los guardias colocó en mi cabeza una capucha, que fue lo último que vi antes de la oscuridad eterna, esa que nos aguarda a todos sin excepción, sea cual sea el tamaño de nuestra cartera.

Una terrible sacudida recorrió mi cuerpo, supuestamente poniendo fin a una vida inigualable.

Nota del autor: El tema del radio cassette es Rosendo - Flojos de pantalón

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Un cordial saludo, JoBe.

Conocía el proverbio y, en su día, me impactó notablemente, ya sabe Ud. que lo mío, he dado continuas muestras de ello en este foro, es profundizar sobre la espiritualidad del ser humano y la equidistancia necesaria, pero racional, sobre lo material y nuestra trascendencia cognitiva (para que vea que cuando me pongo, es que me pongo)

Tras una vida en la que me ha marcado mis constantes éxitos personales, académicos, profesionales y laborales, sociales, económicos y familiares, he llegado a la conclusión que ese proverbio puede ser un buen punto de partida en la exploración interpersonal, introspectiva, que nos llevará a una conclusión definitiva en la que, seguramente, me dará la razón: “Mas vale vivir dos montaneras como cerdo 100% ibérico que un día como tigre”.

Quizás, he de reconocerlo, Cioran no hubiera opinado lo mismo, pero El Algarrobo no lo dude, eso sí, con otras palabras más llanas y menos cultas pero, no por ello, menos ciertas.

Gracias por su escrito.

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