Emprender por ocio o por negocio

Originalmente publicado en: Emprender por ocio o por negocio – La navaja de Occam

Hoy voy a hablar de la mala elección del objeto del emprendimiento. Determinar el ámbito en que se van a mover nuestros proyectos no es un tema baladí. Deberíamos indagar profundamente en nuestro interior para tratar de conocer lo que nos induce a emprender en una rama de actividad u otra. Se trata de conocer bien lo que nos inclina a fabricar determinado producto o comercializar un servicio concreto. Y esto sucede porque suelen movernos preferencias inconscientes muy basadas en los sentimientos más que en decisiones racionales.

Emprender un proyecto nuevo puede tener procesos genésicos bien diferenciados. En algunos casos estaremos ante alguien que desea montar un proyecto empresarial con la finalidad de hacerlo rentable y al que no le importa el ámbito en que se desarrollará el mismo. Su interés estriba solo en el hecho de poner en funcionamiento una empresa que, valga la redundancia, funcione y aporte beneficios a su creador. Es lo que voy a denominar emprendimiento por negocio. Contrariamente, creo que la mayor parte de los emprendimientos nacen guiados por los gustos personales del emprendedor. Así, es más que probable que un ingeniero desee poner en marcha una compañía de ingeniera, un abogado se pirre por una consultora legal, un cocinero por un restaurante, etc. Lógicamente, el hecho de tener formación y/o experiencia en cualquier ámbito nos mueve más a introducirnos en él que en otro donde no tengamos los conocimientos suficientes. Esto parece muy racional, pero no siempre lo es. A pesar de lo raro que parezca voy a denominar a este segundo tipo, emprendimiento por ocio.

Alguien podría preguntarse qué tiene de ocioso el hecho de que el abogado quiera practicar la abogacía, el economista las finanzas o el médico la medicina. Y ese alguien puede tener parte de razón. Pero es que yo creo que los mecanismos psicológicos que mueven este tipo de emprendimiento son, más o menos, los mismos que incitan al que quiere montar una compañía de comics, por el hecho de que le mola el manga, o del que lo intenta en el ámbito de los videojuegos porque pasa un montón de horas al día delante de la Playstation. Y es que cuando nos movemos impelidos por estas razones es probable que la tendencia a hacer lo que nos gusta nos nuble en parte el intelecto y no hagamos todos los deberes que hemos de hacer antes de poner en marcha algo con lo que nos vamos a jugar nuestros cuartos y, con bastante probabilidad, los de nuestra familia y allegados. En cambio, cuando emprendemos por negocio lo normal es que nuestro proceso de análisis sea más arduo y que el objetivo final lo pongamos solo en la búsqueda de la rentabilidad. Pasarlo bien o ganar dinero, un viejo dilema.

Y digo esto porque, como siempre hago en mis artículos, he tenido alguna que otra experiencia negativa a este respecto. Parece que lo que escribo en este blog se está constituyendo en una especie de historia personal de mis fracasos empresariales. Pero tampoco es esto mala cosa. Podría decir que analizar al máximo lo que nos ha llevado al fracaso nos garantiza no repetir los mismos errores en el futuro. Sin embargo, si hemos logrado el éxito me parece que no existe una garantía clara de que el análisis del camino seguido nos aporte gran cosa. Siempre habrá algún factor que puede haber intervenido al azar y que escape de nuestro análisis y que, por tanto, nos conduzca a darnos un buen trompazo cuando casi estábamos seguros de lograr el triunfo. Los que están en el mundo de la inversión saben sobradamente que ganancias pasadas no garantizan ganancias futuras. Defiendo, pues, ardorosamente el carácter educativo del fracaso y, por eso, me gusta reseñar con el mayor lujo de detalles posibles, todos los míos. Voy a ello, pues.

Hace cuatro años yo había salido laboralmente de BQ y me preparaba o para entrar en un proceso de prejubilación o para buscar un nuevo proyecto en el que gastar algunas neuronas y unos pocos euros (no muchos a ser posible). Así surgió Lupulia. Y lo hizo porque tras muchos años en el sector tecnológico, yo acariciaba la idea de alejarme del mismo y encontrar algún camino más grato, o quizá solo más extravagante, para mi intelecto. Quise alejarme mucho y recalé en un mundo que me gustaba, el de la cerveza artesana. Por supuesto que me engañé suficientemente a mí mismo con las cantinelas de rigor. Plan de negocio, análisis de riesgos, límite para la inversión, análisis de mercado y sus tendencias, etc. Todo mentira, lo que realmente había por debajo es que me gustaba la cerveza y me tentaba eso de convertirme en tabernero tras tantos años de ser un serio consultor tecnológico.

El objetivo era montar una distribuidora online de cerveza artesana. El negocio de este bebedizo surge con fuerza en USA a partir de finales del siglo pasado. Influido en los estilos fundamentalmente por las cervezas británicas, el mundo de las artesanas va ganando cuota lentamente frente a su gran competencia, la de las marcas industriales que todos conocemos. Un universo de palabras como IPA, Pale Ale, Stout, Amber Ale, Dry hopping, lupuladas, maltosas… se abrió ante mí con fuerza inusitada. Como en todo lo que me meto, me metí a fondo. Aprendí todo lo que pude de aquellos caldos, del sector, de la psicología de los consumidores, etc.

Y sentado todo ello, pusimos en marcha una web para la venta online y sus correspondientes aditamentos para dar marketing al asunto: blog para el fomento de la cerveza artesana, canal de YouTube, organización de catas, etc. Y el asunto comenzó a funcionar. Logramos buenos acuerdos con fabricantes, muchos seguidores en redes sociales, etc. Pero las ventas eran mínimas. No es que fueran nulas, ni mucho menos, pero desde luego insuficientes para dar cobertura a los costes de estructura.

En el momento de crear aquello no era consciente de que:

  • En el mercado español existían ya más de quinientas cerveceras lo que hacía bastante inmanejable gestionar el enorme conjunto de referencias que esto suponía.
  • Optamos por una visión simplificadora. Elegimos unos veinte productores de entre los que considerábamos mejores y más estables y nunca sobrepasamos más de cien referencias en nuestro catálogo. Pero no contábamos con que el consumidor habitual suele ser del tipo hipster cervecero, muy amante de estar probando cada día una cerveza diferente y al que le gusta muy poco persistir en algunas de consumo habitual. Eso hacía que nuestro catálogo no lograra satisfacer a este tipo de perfil.
  • A esto se unen periodos de caducidad muy cortos en el producto lo que volvía un infierno mantener el stock necesario sin que las cervezas caducaran.
  • Un precio elevado al que el consumidor español no está acostumbrado y que hacía difícil trascender el colectivo de personas ya introducidas en el consumo de esta bebida.
  • La dificultad para valorar la gama de sabores de los distintos tipos de cerveza para el consumidor acostumbrado a la insípida cerveza industrial tomada como un simple refresco de cerveza. Esto nos complicaba uno de nuestros objetivos que era lograr clientes entre los consumidores habituales de cerveza industrial, el gran caladero donde podríamos lograr un público más amplio.
  • La problemática de enviar pedidos de botellas con bastantes posibilidades de romperse en el proceso de envío. Esto se hubiera podido solucionar usando un tipo de embalado muy resistente, pero ello encarecía un producto que ya tenía una fuerte barrera de entrada por su precio.

En fin, todo este elenco de dificultades fueron surgiendo durante el periodo de tiempo en que sostuvimos el proyecto, pero no los analizamos convenientemente antes de iniciarlo. Quizá si lo hubiéramos hecho no nos hubiéramos lanzado. Pudo más la afición, el ocio, la tendencia natural a hacer lo que nos gusta, que el análisis sensato del negocio. Algo que el emprendedor debe tratar de eludir.

En definitiva, tras dos años de intentarlo, me retiré del asunto, le vendí mis acciones a una compañía más generalista de producto gourmet que quería insertar la cerveza en su catálogo. Con una clientela más estable y menos dependencia del negocio online ellos continúan operando y estoy seguro que les irá mejor de lo que me fue a mí que perdí prácticamente toda la inversión que realicé.

En cualquier caso, no lo considero un esfuerzo baldío. Aquello me introdujo en el mundo de las cervezas artesanas y si no gané dinero con ellas, al menos sí las he disfrutado enormemente desde entonces. Tampoco es mala cosa obtener un rentabilidad medida en emociones en lugar de en euros. Siempre, claro está, que exista una alternancia y las que nos proporcionan algunos dinerillos no falten tampoco.

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En el tema de las cervezas artesanas, aquí en lierganes (Cantabria), tiene un gran amigo mío La Dougall’s, que es la primera cerveza artesana de España y te aseguro que deberías oír su historia, y lo mal que lo han pasado hasta llegar a donde han llegado.
A día de hoy él lo dice abiertamente, sino fuera porque es la primera cerveza de España ahora mismo no seguirían trabajando en ello, siempre dice que no vale sólo con tener un producto de calidad al menos en este sector.
Llevan más de 20 años haciendo cerveza.

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Este párrafo para mí sin duda el que más me ha gustado. Si hay algo en lo que se aprende, sin duda es en los errores.
Eso sí, es cierto también que los mismos pueden sesgarnos a futuro y frenarnos en algunas decisiones que, bajo otras circunstancias, tal vez sí que habríamos decidido tomarlas y podría haber sido lo correcto hacer todo lo contrario.

Gracias como siempre por estas delicias que nos trae.

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Je, je…, amigo Burbuja, no solo los conozco sino que soy socio de Dougall’s. Entré en la ampliación de capital que hicieron hace un par de años para ampliar su fábrica y aunque el covid les ha parado un poco no dejan de ser probablemente los mejores productores de este país.

Que abandonara Lupulia y la distribución on line de cerveza artesana no quiere decir que abandonara un mundo que me parece muy interesante. Y espero que mi participación en el proyecto de Andrew y Quique me aporte el éxito económico que me faltó con Lupulia. Y si no se gana dinero por lo menos continuaré bebiendo muchas de sus estupendas cervezas :stuck_out_tongue_winking_eye: :sweat_smile:

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Yo soy amigo de la infancia de Quique, no conozco a Andrew mucho, pero Quique es una gran persona, y tiene mucho trato con la gente, la verdad que les ha costado mucho llegar donde han llegado.

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Un placer disfrutar de sus artículos.

Sin ánimo de querer llevarle la contraria, no tengo tan claro que el problema de no analizar según que riesgos tenga que ver necesariamente con que algo guste. A veces precisamente el esperar rentabilidades estratosféricas en negocios que a uno realmente no le gustan ( a parte de que le hagan ganar mucho dinero) hace que se ciegue también sobre precisamente esos riesgos que desconoce o no quiere analizar, no sea que se le desmonten las espectativas que tiene.

Vamos cuando uno se mete en negocios sobre cosas que no conoce ni le gustan, pero bajo grandes espectativas de rentabilidad (sobretodo pasadas) es posible que se le escapen riesgos que otros más metidos en dicho negocio ya comprenden algo mejor.

A veces es difícil analizar los motivos o la rentabilidad real (no sólo económica) que obtiene la gente por tener negocio propio.
Por ejemplo está algo habitual como tener un bar. Probablemente hay gran mayoría de ellos (dejando la situación particular creada por la pandemia) cuya rentabilidad por hora dedicada es baja o muy baja aunque permite subsistir razonablemente bien.
Sin embargo visto desde fuera probablemente olvidamos que esa persona igual prefiere dedicar un montón de horas a su bar que dedicarlas a un trabajo por cuenta ajena que se le haga mucho menos agradable.

Teniendo en cuenta que uno se pasa muchas horas dedicadas a su trabajo, el tema de intentar buscar uno que uno pueda disfrutar mínimamente igual supone un tipo de rentabilidad tan importante como la económica.
A veces nos preguntamos que podríamos haber logradro si hubiéramos empezado a invertir antes, pero dedicar parte de la juventud a formarse y/o buscar un trabajo o actividad que a uno le llene, temas económicos aparte, suele ser algo a poner en un lugar igual o superior a lo primero.

Los que lleváis lo de emprender en la sangre se nota que hay parte de la satisfacción que no viene de la rentabilidad. Lo cual suele poner en franca desventaja a aquellos que se plantean emprender simplemente teniendo en cuenta la rentabilidad. Al final su capacidad de tolerar o gestionar episodios complicados suele ser bastante inferior.

El fracaso es uno de esos términos a los que uno da mucha importancia (excesiva) a nivel psicológico pero en realidad no es lo que parece.
Tal vez es algo en que si no hubiera conocido (digitalmente) a @jvas y hablado con él repetidamente sobre el tema, no tendría la visión que tengo hoy en día.

La naturaleza de según que tipo de actividades provoca que uno tenga que aceptar y asumir que fracasar, al menos en cierto grado, forme parte de las opciones en una probabilidad significativa.
No obstante hay cuestiones que sin precisamente ver ese otro aspecto de la realidad es difícil que uno pueda conocer a fondo su complejidad.

Decía Fisher que no le gustaban los directivos que ocupaban puestos relevantes en las empresas que nunca se habían equivocado. Precisamente porque eran incapaces de tomar decisiones difíciles que una empresa, tarde o temprano, necesitaría tomar.

Suele ser fácil ver cosas que otros hacen mal por la presión social existente, por ejemplo la necesidad que parecen tener algunos de gastar compulsivamente para no creerse menos que los demás. Sin embargo hasta que uno no deja de dar menos importancia a conceptos como fracaso o equivocarse, sale de una presión social para meterse en otra.

Esperando ya su próximo artículo.

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Pues fíjese que tengo en barbecho un borrador para el Blog +D, al que llamé “Elogio del perdedor”, en el que cuento varias divagaciones y batallitas sobre ello :sweat_smile:

A ver si lo termino y veo que pasa el mínimo de calidad y me animo a publicarlo.

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Me consta que por esa zona también suele haber buenos quesos y mantequillas, mi padre que es pasiego siempre traía algo a casa :drooling_face:

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Amigo agenjordi, es un placer tener lectores como usted que no solo leen los artículos sino que, además, les dan pie a la reflexión aunque sea para mostrarse en desacuerdo con alguna de las conclusiones.

En este caso, creo que la discrepancia es mínima, ya que concuerdo absolutamente con usted en que la rentabilidad no puede ser solo una cuestión económica. Hay una rentabilidad medida en términos de felicidad y equilibrio personal que los euros no siempre ayudan a lograr.

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Pues lo leeré con placer y estoy muy seguro de que nos moveremos en conclusiones similares.

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