Originalmente publicado en: https://blogs.masdividendos.com/la-navaja-de-occam/2020/11/30/elogio-de-la-simplicidad/
En este momento ando en un estado singular que a veces denomino como de «en tránsito hacia la jubilación». Y lo llamo así porque, aunque reconozco que ha sido algo buscado, incluso ampliamente deseado, no consigo aún aclimatarme totalmente a él. Además, técnicamente aún no soy pensionista, con lo cual no sé realmente en que orilla estoy. Es así que, quizá conociendo la situación, algún buen amigo habló conmigo ayer para invitarme a abrir un blog en +Dividendos. Y entiendo que lo hacía con la loable intención de que empleara parte de mi mucho tiempo libre en algo productivo. O, al menos, que pudiera calmar ese extraño desasosiego derivado de la calma chicha en que se encuentra alguien acostumbrado a trabajar durante toda su vida quince o dieciséis hora diarias, siendo que ahora el tiempo se le va solo en tareas menores como cocinar, leer (mucho), ver series (más), ayudar a unos cuantos amigos a llevarles su marketing digital y, sobre todo, a escribir toneladas de cosas, la mayoría de ellas inútiles, en su blog personal.
Pero, claro, la pregunta que me hice, y le hice a mi amigo, vino de inmediato, ¿y qué puedo aportar yo en un blog de inversores? ¡Si la gestión de mis finanzas personales nunca ha ocupado una parte relevante de mi tiempo!. Ciertamente manejo algunas inversiones, pero de forma absolutamente amateur y relegando en profesionales lo que yo no estoy capacitado claramente para hacer. Pero mi bondadoso amigo, enseguida aclaró mis dudas. «Tú tienes mucho que aportar como empresario, con tu larga carrera y múltiples proyectos seguro que tienes miles de cosas interesantes que contar. Al fin y al cabo, tus inversiones han sido siempre de tu esfuerzo para crear nuevas compañías «.
Y, bueno, aquí estoy. La verdad es que dudo bastante que en un foro de este tipo mis aportaciones puedan tener mucho interés para los asiduos, pero desde luego, yo las haré encantado y confiaré siempre en que habrá alguien al que puedan resultar de utilidad. Y, si no resulta así, estaré encantado de dejar libre la tribuna para quien esté más alineado con los intereses del auditorio.
Para que se entienda más por donde irán mis aportaciones, os comento que he sido emprendedor durante casi toda mi vida laboral. Con treinta años decidí dejar una buena posición en la empresa de informática de la Comunidad de Madrid para lanzarme en mi primer proyecto empresarial. Y, desde ahí, han habido tres o cuatro más con desiguales aportaciones en cuanto a la consecución de éxitos o fracasos. Pero bueno, el detalle de estas cosas será algo que iré desarrollando un sucesivas entregas. Por hoy baste con indicar que siempre he sido un culo de mal asiento, sin llegar al extremo de los actuales milenials. Me refiero a que he cambiado de proyecto y creado nuevas empresas cuando consideraba agotada la anterior, pero casi todas me han durando un número razonable de años.
Y, por último, habrá que explicar por qué ese título, La navaja de Occam. Bueno, debo reconocer que siempre he tenido una especial predilección por el principio expuesto por aquel franciscano bajo medieval, el bueno de Guillermo de Occam. Vino a decir nuestro filósofo algo así como que «no había que multiplicar los entes sin necesidad». Se le ha denominado por eso también, principio de simplicidad metodológica. Podemos decir en su aplicación que un sistema es más plausible siempre que pueda explicar la realidad con menos aparataje metodológico, o matemático, según sea el caso. Por ejemplo, la explicación que hace Tolomeo sobre el giro de los astros era bastante más compleja que la de Galileo, pero ambas daban razón suficiente del movimiento de los planetas en sus órbitas. En aplicación de la navaja de Occam, las tesis de Galileo eran más acertadas en tanto que necesitaban menos formulación matemática para explicar lo mismo. Unos pocos siglos más adelante, ya descubrimos por la evidencia empírica que Galileo tenía razón, que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al contrario, como su viejo alter ego griego presuponía.
Y, ahora me preguntaréis, ¿sirve esto realmente de algo? Está claro que quienes aplicaran la célebre navaja podrían, apelando a la misma, indicar que Galileo estaba en la razón, lo que seguro que no evitó que fuera condenado por la Iglesia. Solo siglos más tarde, cuando la evidencia empírica demostró que aquello del eppur si mouve era cierto, pudimos afirmar con la fuerza suficiente que Galileo tenía razón. Ahora bien, a priori, la navaja y su apelación a la simplicidad metodológica, parece funcionar como una regla general que suele aportar buenos resultados si la usamos para elegir entre dos sistemas que tratan de lograr los mismos resultados.
Y eso es lo que yo intento transmitir aquí extrapolando el asunto al mundo empresarial. Lo sencillo funciona. Los sistemas complejos hacen que a veces nos perdamos en una maraña difícil de explicar y entender. Buenas ideas, métodos de gestión sencillos (ojo, no quiero decir, escasos), personas adecuadas. Y al final, el asunto funciona. Entendiendo que funcionar no es una expresión atemporal, es decir, que algo pudo funcionar en un momento de tiempo y dejar de funcionar en otro. Si hemos tenido la viveza intelectual de estar en el proyecto en el momento en que funcionó, habrá sido útil para nosotros.
En sucesivos artículos haré uso de la navaja. De momento baste por hoy como presentación y puesta a disposición de mi persona en este estupendo foro de inversores.