Esta mañana, mientras me duchaba y preparaba para venir a atender mis quehaceres diarios, venía a mi cabeza lo desconocido que era el verbo prosperar, en contraposición a su primo segundo “hacerse rico”. Como pueden ver, mi mente y yo nos entretenemos en curiosos pasatiempos, aunque nos llevamos bien.
De alguna manera sentía la imperiosa necesidad de escribirlo, así que salten esto y dediquen su tiempo a cosas mejores.
Hacerse rico implica dinamismo, velocidad, y es una acción que podríamos catalogar mentalmente como terminada. “Don Alfonso se ha hecho rico”…como si la riqueza no fuera un río de impredecibles caminos, que va y viene, serpentea y se esconde como los ojos del Guadiana. Don Alfonso, ya se ha ganado la categoría de rico, y nuestra mente , (al menos la mía), lo asocia a un proceso terminado.
“Yo lo que quiero es hacerme rico”… leo ojiplático a algunos aspirantes al Pelotazo del año. “Yo si invierto es para hacerme rico, si no, no vale la pena”. En este caso ya tengo que sujetarme las partes nobles, para no caer fulminado de asombro.
Prosperar es un verbo distinto, es lento, implica un proceso nunca terminado. Es cierto que si digo “Don Alfonso ha prosperado” también se puede entender como un proceso terminado, pero lo cierto es que lo asocio a esfuerzo, dedicación y entrega. En fin…la mente de cada uno se rige por unas leyes distintas.
Los golpes de suerte existen. Las loterías tocan. Las herencias, si has nacido de sangre noble, te corresponden… pero cualquiera que no tenga una relación correcta con el dinero, verá sus arcas desangrarse lenta o rápidamente.
Una cosa es crear riqueza, otra mantenerla y otra más difícil aún es mantenerla e incrementarla.
Los herederos sólo deben mantenerla. Labor titánica para algunos , que insisten en probarse a si mismo que son capaces de destruir fortunas.
Los prósperos la crean, y la mantienen, y algunos muy prósperos, la continúan incrementando. Hay un barniz de prudencia en la palabra. Esa misma prudencia, que a veces se acompaña con un suficiente. Con un saber parar y disfrutar del camino hecho y otras no, al haber hecho del proceso de creación de riqueza una fuente de felicidad.
Veamos ahora los enemigos de la prosperidad.
Hablamos mucho en el foro del señor tatuado. No se engañen a si mismos. No hablamos de él para que no desplume a incautos inversores (la mayoría de los cuales se lo tiene bien merecido), realmente no hay un ánimo protector en nuestras lanzas. Hablamos de él porque en el fondo lo envidiamos. Del mismo modo que uno puede envidiar a los tertulianos de la prensa rosa, que se embolsan buenos sacos con cada nueva pelea de gallos. Es bonita esa imagen de ganar mucho, lo merezcas o no. La hierba siempre crece más verde en el jardín del vecino.
Nos caen mal los niños tuitericidas que hablan como ancianos. Y los ancianos que hablan como niños. El odio visceral, nos alimenta cuando el demonio se aburre y mata moscas con el rabo.
Las ganancias rápidas. Cambiar de carril en un atasco, para llegar antes, descubriendo que a cada cambio, llegas más tarde.
Querer siempre lo mejor del momento. No mantenerse en el plan. Cambiar por emoción. Negarse a ser el tonto de la clase alguna vez cuando te toque, asumiéndolo y esperando la siguiente tirada.
Las prisas, siempre las prisas.
Pero siempre hay otra vía. Y esta vez no es diferente. La vía es la de la elección consciente. El elogio de un camino lento sin mirar a los lados, en el que te da lo mismo que tu vecino vaya más rápido o lento que tu. Un camino en el que te centras en sacar lo mejor de ti mismo y olvidas el ruido.
Ya ven que cosas piensa uno en la ducha. Como dice mi amigo, el malvado Schzwarman…go figure