El oxímoron del "impuesto voluntario"

En un país como España, donde la obligación fiscal es parte de nuestra vida cotidiana, el concepto de un impuesto voluntario parece un oxímoron, una combinación de palabras que se contradicen por naturaleza. Y lo es, no les voy a engañar, pero no es que uno se haya levantado especialmente provocador en este triste día festivo sino que algo de verdad hay.

Cada año, millones de ciudadanos (entre un 25% y un 40% de la población según fuentes) contribuyen de forma indirecta a causas sociales a través de donaciones a organizaciones no lucrativas. Y, en muchas ocasiones, sin saberlo hacen uso del “impuesto voluntario” al realizar el trámite de la declaración de la renta ¿Cómo? Con la desgravación fiscal por donaciones a organizaciones sin ánimo de lucro.

En España, la Ley 49/2002, de 23 de diciembre, de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo permite que las personas que realicen donaciones a ONG y fundaciones registradas puedan deducirse hasta un 80% de sus contribuciones en su declaración de la renta, en cantidades hasta 250 euros, y un 40% (elevable hasta el 45% con el tiempo) sobre cantidades adicionales.

Esto significa que, al donar 100 euros a una causa, el contribuyente recibe 80 euros de vuelta en forma de deducción fiscal. Es como si “recuperáramos” parte de nuestros impuestos y redirigiéramos su destino hacia la causa que creamos oportuna. Aunque lo más importante es que en ningún momento estamos eludiendo nuestra obligación de pagar a papá Estado, sólo aprovechamos un incentivo fiscal para “decidir” cómo se usa parte de lo que aportamos. De esta manera, recibimos una libertad inusual: usar un mecanismo de desgravación para transformar nuestra obligación fiscal en un acto voluntario ¿No es bonito? Además es la mar de fácil, ya que al estar las donaciones asociadas al DNI del ciudadano, éstas aparecen automáticamente en el borrador de la declaración.

Existen limitaciones, como que solo se pueda reducir hasta el 10% de la cuota a pagar y, lo obvio, que el universo de causas a las que se puede donar se limita a las ONG y fundaciones registradas y que también donamos de nuestro bolsillo. Pero en una época en que el debate sobre las libertades y la gestión económica del Estado están muy presentes, me apetecía mostrarles mi pequeña iniciativa Robin Hood.

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Hola a todos ustedes.

Lo que comenta sobre las donaciones está muy bien a mi parecer, al ser donaciones en principio de unos importes no muy altos y limitadas fiscalmente.

El problema de las donaciones viene con la escala de los importes y de la fiscalidad asociada.

En este libro: El problema de Bill Gates : Schwab, Tim, García Herrero, Ricardo: Amazon.es: Libros
El autor explica como la legislación de USA permite ciertas cosas a nivel fiscal, que hacen que las donaciones pasen a ser en parte un ejercicio de poder en el caso de las donaciones de las grandes fortunas, si bien el autor se centra principalmente en el caso de la filantropía de Bill Gates, a la que pone a caer de un burro en todos los aspectos.

Luego estaría el tema siguiente, si un elevado porcentaje de los impuestos pasan a ser sustituidos por donaciones privadas, la ciudadanía en general que no dona, (mayormente los ciudadanos de rentas bajas que no pueden donar), pasan a tener menos cosas a decidir con su voto, pues el voto es el primer paso para decidir como se recaudan y gastan los impuestos.

Los impuestos son el precio que pagamos por la civilización.

Un saludo para todos Ustedes.

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Hola, Dudweiser.

Gracias por su recordatorio. Viene bien estos días.

Al ser deducción, ¿no sería independiente del tramo fiscal? En este caso, hasta 80 € a la saca.

Gracias de nuevo.

Saludos

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Lo corrijo inmediatamente porque tiene usted toda la razón. Muchas gracias por la corrección.

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Es un tema la mar de interesante este que nos trae, muchas gracias por la recomendación de lectura. Hablando de libertades, en “the land of the free” se da la peculiaridad de que el que nace estadounidense no puede dejar de serlo a nivel fiscal. Así que las herramientas de ingeniería fiscal se han ido multiplicando con el tiempo para encontrar un balance que evite una revolución de los ricos. Eso ha llevado a situaciones como la que usted describe ya que el poder real de los billonarios es muy grande, especialmente si se compara con el trillado caso de Amancio Ortega en España. Su peso en la financiación de las campañas, entre otras muchas cosas, ha hecho que haya un marco fiscal que sirve de caldo de cultivo para verdaderas locuras en base a donaciones.

En España en cambio el miedo a perder la recaudación de las grandes fortunas parece no existir, más allá de los casos populares de deportistas y youtubers (más perseguidos por la prensa que por la Agencia Tributaria). Eso hace que el peso de las donaciones no sea tan relevante porque los verdaderamente ricos se pueden ir a otro país a no pagar impuestos en vez de tener que jugar a la filantropía para evitar pasar por caja.

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Que con el voto se puede decidir cómo se recaudan y gastan los impuestos es algo cuando menos discutible. Por no decir directamente que no es así en absoluto, que es lo que opino en realidad.

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El que prefiera un acercamiento visual a la paradoja de la filantropía de la fundación de Gates: Entrevista al autor del libro.

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