El hombre que se cansó de vender papelitos

Breve historia inspirada en hechos reales.

Se encontraba sentado frente a la amplia mesa de su despacho, sobre la que había trabajado intensamente durante los últimos años. Cerró sus ojos, tratando de condensar y ordenar en su mente el hilo conductor de los mensajes que debía plasmar en la carta con elegancia. De por sí ya era un momento de gran importancia para él, pues básicamente escribía dos como esas al año. Sin embargo, la que se disponía a redactar era incluso más relevante.

Con su mano derecha y permaneciendo aún con los ojos cerrados, se quitó las viejas y gruesas gafas, y las depositó en la mesa junto a una montaña de informes anuales. Exhaló aire calmadamente, y en su memoria destellearon fugaces e indelebles los recuerdos de todos aquellos años.

Ya no era el joven de veinticinco años rebosante de energía y hambriento de mundo de hace diez años atrás. Tenía proyectos y sueños, por supuesto, y en el fondo no diferían demasiado de los de su joven yo. No obstante, el trayecto, el camino escogido interiormente para alcanzarlos sí había cambiado, moldeado por el temple y la experiencia de los años, que hacen ver la realidad desde otro prisma, y que en ocasiones exigen un alto en el recorrido.

Era muy rico. Incluso más de lo que había podido imaginar. Comenzó de forma más o menos modesta, pero lo extraordinario y constante de sus resultados año tras año, unido a la continua entrada de capitales, le habían llevado a gestionar una enorme masa de dinero, del que había sacado un gran provecho, por supuesto.

En parte, se sentía víctima de su propio éxito. Año tras año, había procurado ser humilde y comunicar al creciente número de personas que confiaban en él, que resultados tan brillantes no podían repetirse constantemente, que acabaría teniendo algún mal año. Pero ese mal año no había llegado aún, quizás por una combinación de suerte, trabajo duro y de la maestría de sus aptitudes.

Además, estaba agotado. Sabía que mientras hubiera personas que le confiaran sus ahorros, jamás podría hacer otra cosa que entregarse con cuerpo y alma a su tarea, de forma casi enfermiza. Adicionalmente, la etapa de bolsa de tipo claramente alcista que había vivido esa década estaba secando sus ideas de inversión, que menguaban de una forma preocupante. Había sorteado la situación concentrando enormemente en unas pocas empresas que habían funcionado a la perfección, pero con la ingente cantidad de dinero gestionado la cosa no daba ya para mucho más.

Se colocó de nuevo las gafas mientras se levantaba de la silla, y cogió una lata de Pepsi que guardaba en una pequeña nevera. Al abrirla, el gas y la espuma salieron siseando algo más bruscamente que de costumbre. Alguien la habría agitado más de la cuenta, pensó, y regresó a su escritorio.

Era el momento de decir adiós, e iniciar una nueva y diferente etapa. Ya no quería extenuarse comprando y vendiendo papelitos constantemente. Ahora deseaba poseer negocios en los que pudiera influir y tomar decisiones, y hacerlos mejores a lo largo del tiempo, a lo largo de décadas, quizás. Puede que no obtuviera rentabilidades tan estratosféricas de esa manera, pero ya no lo necesitaba y estaba seguro que rendiría bien con esa estrategia.

Así que dio un trago de Pepsi, y comenzó a escribir:

To my partners:

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Él ya tiene una explicación ,ahora le queda encontrar una explicación que le libere del compromiso con las personas que confiaron en él … .

¡ Qué bien escribe usted , me gusta cómo presenta la escena ! ahora me gustaría saber más .:thinking:

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Suena a la historia de un tal Warren.
Un placer leerle.

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Imposible que sea Warren pues hubiera cogido una Cherry Coke :smile:

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Pues he de confesarle que el joven Warren bebía Pepsi… Me temo que cambió de marca por temas profesionales.

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