No parece que necesite usted incentivarle a su hija el gusanillo de la inversión dado que parece que ya lo tiene, sea porque ya lo había hecho o sea por otras razones.
Igual el trabajo que tiene más bien es en la línea que no confunda más de la cuenta inversión con especulación aunque es evidente que no existe una división clara entre una u otra.
De hecho puede entrar más a fondo con su hija en este comentario e intentar ver porque esos supuestos resultados es bastante más complicado de lograrlos de lo que parece.
Es que con el ansia que tenemos de convencer a alguien precisamente caemos fácilmente en exageraciones y terminamos logrando convencer no en base a la parte de fomentar la inversión sino más bien apelando al lado especulativo de las personas.
Tal vez con los hijos hay la ventaja que uno puede luego ir trabajando que no caigan más de la cuenta en según que tipo de extrapolaciones de difícl justificación. Eso sí, también hay quien termina extralimitándose queriendo imponer más de la cuenta a los hijos los propios objetivos y no entendiendo que tengan otro tipo de metas, igual de razonables.
A parte de lo que le ha comentado muy acertádamente @Sir_Arthur sobre la no linealidad de los datos y la posible dispersión en el resultado final (yo trabajaría con su hija precisamente que entienda bien en profundidad estos aspectos), creo que es vital entender cual de los escenarios presentados en la tabla son más probables y cuales menos, a la hora de intentar extrapolar rangos razonables que el inversor particular minorista que haga bien su trabajo se va a encontrar.
Vamos que yo haría básicamente la tabla con la rentabilidad media histórica de los mercados y la ajustaría a inflación. Vamos que el inversor debe de pensar, en mi opinión, para tener unas espectativas razonables, que va a lograr sobre un 6-7% anualizado ajustado a inflación (cuidado que esta también juega al interés compuesto). Pasar de aquí para realizar quimeras, lleva precisamente a tener espectativas tremendamente exageradas y luego a no saber apreciar lo que es precisamente una de las principales cualidades de la inversión, lograr unos buenos resultados a largo plazo, aunque no sean extraordinarios, y una gestión racional de los recursos económicos que uno tiene.
De hecho hay una narrativa habitual entre la industria de la gestión que consiste en culpar de la falta de paciencia y de confianza al inversor que luego vende cuando se complican las cosas.
Pero la lógica de dicha narrativa no significa que sea la única posible ni que entre en el meollo del problema.
En muchas ocasiones, en sus ganas de captar inversores lo que en realidad logran, al no terminar de explicar bien los problemas que se van a encontrar, es captar especuladores que luego se terminan dando cuenta que aquello que les han explicado o aquello en lo que han insistido no era precisamente una visión razonable del asunto sino un escenario excesivamente positivo.
Culpan de falta de paciencia al inversor cuando no le han explicado bien ni el plazo que podía terminar significando esa paciencia ni el tipo de escenario negativo al que podía llegar.
Culpan de falta de confianza al inversor cuando este se termina dando cuenta que lo que le han explicado para convencerle, en realidad era bastante más complicado y poco le habían insistido en lo anterior comentado sobre la paciencia.
Demasiadas ganas de explicar los riesgos de otras opciones que no son la propia y demasiadas pocas de explicar los riesgos asociados a lo que se elige y como gestionarlos.