Originalmente publicado en: https://blogs.masdividendos.com/la-navaja-de-occam/2020/12/14/el-cine-no-nos-quiere/
Y fijaos que algunos de nosotros, yo sin ir más lejos, amamos el cine. Perdonadme este inicio algo críptico. Con el título empleado intento referirme a la continua presentación que el cine y las series, hacen de los empresarios como seres malignos, corruptos, explotadores, perversos, sin piedad… Y no digo que alguno de nosotros no sea merecedor de tamaños epítetos, pero dudo de que esta generalización, como cualquier otra, tenga un suelo sólido en que apoyarse.
Caí en la cuenta de esta situación viendo recientemente la serie Succession que podéis encontrar en HBO. La historia va de una saga familiar de empresarios del mundo de la comunicación así como de sus guerras internas respecto al liderazgo de la compañía y la diferente evolución que los distintos miembros de la familia pretenden para la misma. Se trata de una buena serie, fílmicamente hablando, pero donde los roles que se presentan son estrepitosamente estereotipados y faltos de una buena dosis de realidad. Todos los personajes están transidos de una malignidad sin duda muy superior a la que solemos observar día a día en nuestro mundo.
Y esto sucede continuamente. Fijaos la situación. Antes de escribir el artículo me he puesto a buscar en Google referencias de cine con temática empresarial. Y me ha aparecido una página que viene a titularse 18 películas de emprendedores que debes ver, como invitando a verlas a aquellos que fueran a emprender alguna actividad empresarial. ¡Vaya! Al ver el título he pensado, ¡qué horror!, debo estar equivocado en mi planteamiento y seguro que se ha hecho cine adecuado respecto a la presentación que se hace del rol del emprendedor o del empresario. ¡Brrr, tendré que pensar en otro artículo, ahora que ya lo tenía más o menos pergeñado! Pero no, queridos amigos lectores, nada más lejos de la realidad. Las películas o series incluidas en dicho catálogo son un claro ejemplo de la hipótesis que trato de demostrar.
Si le echáis un ojo a la página reseñada veréis que nos encontramos cosas como Atrápame si puedes, biografía de un estafador; El señor de la guerra, tráfico de armas; El Padrino, mafia; Enron, los tipos que estafaron a América, estafa corporativa; El diablo se viste de Prada, liderazgo soberbio. El catálogo se completa con varias otras de perfil similar. En fin, si se anima a que los futuros emprendedores vean estas películas, lo mejor será indicar que lo hagan para que no sigan sus prácticas.
Por supuesto que en el cine que se hace en nuestro país no somos ajenos a este enfoque de la situación. Y, como ejemplo, pongo El Reino o la serie recién estrenada en Netflix, Los favoritos de Midas. Uno lee reseñas y ambas aparecen como el sumun del buen cine hecho en España, de hecho El Reino logró siete Goyas en la edición de 2019 de dichos premios. Desde mi punto de vista, ambas pueden ser buenos ejercicios respecto a la dirección o la producción cinematográfica, pero su presentación del mundo empresarial es acartonada y ficticia. Solo se la emplea como un deux ex maquina para despotricar de la corrupta clase política. No digo que los guionistas no se hayan documentado algo acerca de cómo funcionan las empresas, pero, desde luego, les falta un mundo para acercarse a la auténtica realidad del día a día del empresario.
Y lo peor es que eso que nos muestra el cine no es ni más ni menos que un epifenómeno de lo que auténticamente piensa la sociedad sobre nosotros. Además, esa presentación de las cosas retroalimenta la imagen social que proyectamos. El cine es muy influyente creando estados de opinión y con esta presentación que suele hacer del rol empresarial no anima demasiado a que nadie quiera tomarlo para sí. Pero este país necesita emprendedores, empresarios que hagan crecer a sus empresas y creen empleo y riqueza para todos. Sin ello nuestra sociedad irá cada vez a peor.
Uno hecha en falta historias inspiradoras que nos inciten a seguir el camino del emprendimiento. Tenemos grandes empresarios en este país de cuyas decisiones y acciones tenemos mucho que aprender. Qué podemos decir de un Amancio Ortega, de un Juan Roig o de tantos otros de menor envergadura que también han aportado muchísimo a nuestra sociedad. Pero lamentablemente somos un país cainita, mucho más proclive a la crítica que al halago. Y aún así, echo en falta que cosas que suceden cuando se presenta en el cine a otros arquetipos, sucedan también con los empresarios. Me refiero a que, por ejemplo, el cine negro muestra siempre algún policía corrupto, pero normalmente dentro de un entramado donde la mayor parte de los policías hacen bien su labor. Incluso en el complicado mundo de la política nos topamos con series donde el político corrupto es la norma, pero siempre hay algún otro que ejerce su labor con decencia y dignidad.
Fenómeno social y epifenómeno cinematográfico se reflejan notoriamente en las opiniones que mayoritariamente vemos vertidas en las redes sociales. Un ejemplo de ello suele ser el debate sobre la figura de Amancio Ortega. El hombre está entre los empresarios más ricos del mundo. Su compañía Inditex es un ejemplo de excelencia empresarial la miremos por donde la miremos, mantiene un volumen de operaciones en España muy superior al que suelen mantener otras compañías de su competencia para con sus países. Paga, por tanto, toneladas de impuestos al fisco español. Y, encima, dona cantidades relevantes de su patrimonio para mejorar nuestra salud comunitaria. Pues, en lugar de remarcar, todas estas ejemplarizantes verdades, lo que de él se dice en las redes sociales apunta mucho más a la crítica descarnada que a la reseña de las virtudes.
No me gustaría con esto que se me maltentienda. No voy a defender que se haga un cine hagiográfico sobre la función del empresariado. En nuestro colectivo, como en todos los demás, hay unas pocas personas ejemplares, otras pocas deleznables y muchas, la mayoría, en el término medio. Y lo que me gustaría es que el cine fuera un reflejo de esa realidad y no lo que observo día a día en cada serie o película nueva que veo. Tenemos el deber de incitar a nuestros jóvenes a que emprendan nuevos proyectos, a que creen compañías punteras en el mundo, a que ayuden a mejorar a nuestro país. Y para ello necesitamos que las historias que se cuentan de nosotros tenga un componente inspirador que incite a emularlos en lugar de lo que habitualmente dejan caer. Usando ese término tan de moda hoy, tenemos la responsabilidad de cambiar la narrativa que esta sociedad construye sobre nosotros, los empresarios.