Una de mis obsesiones es saber quién, cuándo, cuánta y cómo se pagará la deuda acumulada por los Estados.
El Estado sólo paga los intereses (cuando los hay), nunca devuelve la deuda. La deuda se amortiza en forma de inflación, de quitas/quiebras o, simplemente, emitiendo más deuda para pagar la deuda.
En cualquier caso la deuda nunca es un problema, Tommy Tiernan encontró la solución:
: “Todos los países del mundo deben dinero, pero ¿a quién? ¿A quién le debe dinero todo el mundo en el planeta? ¿Por qué no nos cargamos a ese cabrón y descansamos todos?”
Comparto algunas reflexiones sacadas del libro: “Alicia regresa a Wall Street”
¿Por qué se endeudan los Estados?
-Como ciudadanos tenemos que pedir préstamos para pagar, entre otras cosas, la educación, los bienes de consumo y nuestras casas; es lo que denominaríamos deuda privada y, como naciones, nos endeudamos porque los impuestos que estamos dispuestos a pagar son menores, en cuantía, que el gasto público del que deseamos “disfrutar”. Pero recuerda, y no me cansaré nunca de repetirlo: Los gobiernos tienen la fea costumbre de incumplir sus promesas de papel, mediante una quita de su deuda o reintegrándola en un contexto inflacionario con una moneda devaluada.
-Es lo que denominaríamos deuda pública o estatal –completó Alicia. Si no prestáramos dinero a los Estados, ¿cómo se financiarían?
-Pues no lo sé, pero que les presten otros, no seas tú la tonta número uno. Los Estados, mediante sus Bancos Centrales, tienen la potestad de fabricar cuánto dinero quieran, es lo que se conoce como dinero fiat o fiduciario. El dinero fiat se gesta de la nada y se le da validez por decreto gubernamental y de los Bancos Centrales. “La pregunta –como afirma Mares de Morgan- no es si los gobiernos incumplirán sus promesas, sino cuáles de sus promesas incumplirán, y qué forma adoptará ese impago”. Es imposible adivinar, de antemano, quién pagará la “comida gratis” de los Bancos Centrales, pero lo que sí es seguro es que alguien, en algún lugar, finalmente pagará.
Empezó a preocuparse. ¿Sería ella una de las pagadoras de esa deuda?
-Les debemos la democracia a los griegos pero probablemente, como sistema, aún sea mejorable. En democracia los gobiernos tienden a comprar el voto de sus electores y, para ello, una de las herramientas que usan los dirigentes políticos es la de emitir deuda indiscriminadamente con el fin de contentar a la población, ofreciéndoles múltiples servicios, por cierto, no siempre necesarios; además, no olvides que los deudores suelen superar en número a los acreedores y la tentación de dictar leyes que favorezcan a los primeros, para captar más votos, es fuerte. Los gobernantes tienden a expandir indefinidamente la deuda, nadie está dispuesto a suicidarse políticamente recortando el gasto público, por tanto, los gobiernos expanden la oferta de dinero a un ritmo de crecimiento mucho más rápido que el propio crecimiento del producto interior bruto del país y eso, a la larga, conduce al desastre económico.
-Acabará en mayor inflación –concluyó Alicia, tratando de aparentar que lo estaba entendiendo todo.
-Justamente, pero no pienses que los Estados lloran por ello. Stuart Mill ya lo advirtió en 1848: “Los emisores de papel moneda pueden tener, y en el caso de los gobiernos lo tienen siempre, un interés directo en reducir el valor del dinero en circulación, pues es el medio por el que computan sus propias deudas”.
-Bien, eso puede ser cierto pero el gasto público es necesario para reducir el paro e incentivar la economía.
-Ten presente que la inflación está directamente relacionada con el crecimiento del gasto público improductivo. El dinero del gasto estatal es desviado, tomando capital de las empresas y de los contribuyentes –mediante la deuda pública y los impuestos-, cuando con ese capital los empresarios podrían haber creado muchos, y necesarios, puestos de trabajo. Ese déficit público se financia con más déficit y más aumento de impuestos, desincentivando la inversión en un círculo vicioso. Como afirmó Mises: “Las obras públicas no se construyen con el poder milagroso de una varita mágica. Son pagadas con los fondos arrebatados a los ciudadanos”. Mediante la flexibilización cuantitativa, los Bancos Centrales “imprimen” dinero para comprar bonos de los Estados, crean dinero de la nada para financiar el enorme déficit.
-La paradoja del dinero moderno es que algo tan intangible sea tan poderoso –apuntaló, Alicia.
-Actualmente tenemos unas tasas de interés propias de una época regida por el patrón oro pero sin limitaciones a la hora de emitir más dinero. Siempre la deuda fue acompañada de guerras, ahora, por primera vez, no son los conflictos bélicos su catalizador, sino que es consecuencia de la reserva fraccionaria. Se ha instaurado un modelo económico cimentado en la deuda, todo el mundo precisa dinero para consumir más, para especular más y para expandir las empresas. En 1971 Richard Nixon abandonó cualquier vínculo con el patrón oro, eximiendo a los Estados Unidos de la obligación de canjear dólares por oro. Con el abandono del patrón oro, la Reserva Federal incrementó la inflación significativamente, pero ello se vio acompañado, eso sí, de un fuerte crecimiento económico de los países emergentes y excomunistas. Hoy tenemos unas tasas de interés bajísimas, mantenidas artificialmente por los Bancos Centrales, con una expansión monetaria extrema, casi ilimitada. La distorsión que eso crea en los mercados es monumental y de consecuencias imprevisibles.
-Lanzar colosales cantidades de billetes desde un helicóptero, supongo que también será devastador para la economía, en el largo plazo –apuntó Alicia, entonando sus palabras en forma de pregunta.
-La expansión de la masa monetaria desde 1971, con el abandono de Bretton Woods, ha sido increíblemente grande. Son muchos los economistas que argumentan que ese endeudamiento ha permitido que la economía y las empresas crecieran. En los acuerdos de Bretton se eliminaba el patrón oro, con lo cual se solventaba el hecho de que el sesenta por ciento de las reservas mundiales de oro estuvieran en manos de los Estados Unidos. A partir de Bretton las demás divisas se vincularían al dólar y no al oro. La Reserva Federal podía imprimir dólares, a diestro y siniestro, y con ese dinero ficticio podía adquirir bienes foráneos. El dólar era, a partir de ahora, tan bueno como el oro y los Bancos Centrales del resto de países podían comprar dólares vendiendo productos a los Estados Unidos. Gracias a esos acuerdos, los Estados Unidos eran el único país que disfrutaba del señoreaje (recuerda que es la prerrogativa que tienen los Estados para emitir moneda, lo que equivale a que el Estado está recibiendo un préstamo sin tener que pagar interés alguno). Al desmantelar los acuerdos de Bretton Woods, todas las demás naciones empezaron a disfrutar de ese privilegio y doy fe de que no perdieron tiempo en aprovecharse de ello, aumentando exponencialmente el dinero en circulación para financiar sus hipertrofiados gastos públicos.
Juan inspiró hondo y apuró su botella de agua, mejor si fuera de vino, pensó.