«Sidharta continuó su viaje hasta llegar a un lugar cerca de Bodh Gaya, en la India, que encontró apropiado para el recogimiento. Se estableció allí y empezó a practicar la meditación llamada concentración, semejante al espacio, del Dharmakaya, con la cual se enfocó de manera convergente en la naturaleza última de todos los fenómenos.
»Después de adiestrarse en esta práctica durante seis años, comprendió que estaba a punto de alcanzar la iluminación. Entonces, caminó hasta Bodh Gaya, y allí, el día de luna llena del cuarto mes del calendario lunar, se sentó en la postura de meditación bajo el Árbol Bodhi e hizo la promesa de no abandonar su meditación hasta no alcanzar la iluminación perfecta. Con esta resolución, entró de nuevo en la concentración, semejante al espacio, del Dharmakaya.
»Al anochecer, el mara Devaputra, jefe de los maras o demonios de este mundo, intentó interrumpir su concentración con el conjuro de pavorosas apariciones. Manifestó huestes de terribles espíritus demoníacos: unos le disparaban lanzas y flechas, otros le arrojaban bolas de fuego, piedras, rocas y hasta montañas enteras.
»Sin embargo, Sidharta permaneció imperturbable. Gracias al poder de su concentración, los fuegos ardientes se transformaron en ofrendas de luces de arco iris, y las armas, rocas y montañas, en una refrescante lluvia de flores.
»Al comprobar que no podía distraer a Sidharta de su meditación, el mara Devaputra intentó hacerlo manifestando innumerables bellas doncellas, pero con ello sólo logró que entrara en un estado de concentración aún más profundo.
»De este modo, venció a los demonios de este mundo y, por ello, más tarde recibió el nombre de Buda Victorioso.
»Sidharta continuó meditando hasta el amanecer, cuando alcanzó la concentración semejante al vajra. Con esta concentración, que es la última mente de un ser con limitaciones, eliminó de su mente los velos más sutiles de la ignorancia y, al momento siguiente, se convirtió en un Buda, un ser totalmente iluminado o despierto».
Gracias a la inspiradora conversación mantenida con @boromas en Twitter esta mañana, me ha dado por reflexionar sobre un tema al que llevo cierto tiendo dándole vueltas, como son, los procesos de aprendizaje a nivel general, y en la inversión, en particular. Les diré como spoiler, que el fruto final de mi pensamiento es bastante decepcionante, pero si quieren acompañarme, podemos reflexionar un rato, en un ejercicio, puramente lúdico.
Algunas cuestiones de fondo, para mi, serían algo así como:
- ¿Es posible enseñar a invertir fuera de pequeñas comunidades como esta u otras, en las que el virus ya ha sido inoculado previamente en el individuo?
- ¿Qué se necesita para que un inversor John Doe, no venda en el peor momento?
- ¿Se puede entrenar el sufrimiento en un entorno controlado?
- ¿ Se puede enseñar el pensamiento analítico de manera teórica, no experiencial?
- ¿Está todo el mundo preparado para aprender, sin un catalizador previo que le impulse a ello?
- Sabiendo que una gran cantidad de aviones se estrellarán en el despegue…¿vale la pena incitar a que nuevos pilotos tomen los mandos, aún sabiendo como acabarán una gran parte? Esta última, por motivos evidentes, es la que más me interesa conocer su opinión.
Para algunos de mis amigos, invertir debería estar sólo al alcance de unos pocos, aquellos que estén preparados para ello. Para otros, invertir debería estar al alcance de todo el mundo. Mi opinión es que ambos tienen razón, y ambos pueden estar (o no), equivocados.
Mi experiencia me dice que el factor más importante para poder aprender, es que se haya producido dentro de uno, un “darse cuenta”, un “despertar”, o una “iluminación”, llámenlo como quieran. Algo debe haber para que la espoleta se encienda. Sin ese germen, difícilmente aprenderemos lo que sea, porque nuestro interés será nulo, y por ende, no podremos transitar la senda del conocimiento.
Mi primer gran punto es…¿es posible incitar ese germen de manera efectiva, SIN los condicionamientos externos necesarios? .
Todos los que hemos aprendido a cabezazos, sabemos que somos capaces de mantener hábitos autodestructivos durante largo tiempo, antes de “tocar fondo”, y empezar a cambiar.
Ese cambio, lejos de ser agradable, suele ser un proceso tremendamente doloroso de cambio de piel, y creación de una nueva, lo que conlleva fragmentar los huesos antiguos, que podríamos asimilar al ego, y crear una nueva estructura ósea, que sustente la nueva piel.
¿Es posible enseñar esto sin dolor?.. me temo que no, pero quizá si se pueda enseñar en un entorno controlado, en el que las dosis de dolor no resulten letales. Esto es muy fácil de escribir, pero entiendo que es bastante complejo de hacer. Si eso fuera tan fácil, uno podría hacer una academia de inversión, y el problema estaría resuelto, pero quizá en estas cosas, no sea tan sencillo y por ello, a día de hoy, todo lo que se aleje de la formación reglada de los profesionales, sea (en general) de alto precio y escaso (o incluso negativo) ,valor añadido.
Al final, mi única reflexión es que para responder a esto, necesitamos una solución clarifinante, que es la suma de una solución clara, y una solución final (al estilo nazi), como acuñó Watzlawick. Este tipo de soluciones, son tales como “muerto el perro se acabó la rabia” o “la operación ha sido un éxito, el paciente murió”. Y no tengo por tanto, ninguna solución posible, a este dilema tan interesante…Tanto rollo, para esto, pensarán…
Por terminar con Paul, y hacerles reflexionar de nuevo, démosle una nueva vuelta de tuerca,
(sigue)
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Mi reflexión final, es que hay ciertas problemáticas globales, que no tienen sino una solución única, indivisible, personal, e intrasferible, y que por tanto, cualquier acercamiento holístico al problema, puede acabar generando más problemas que los presentes desde es el inicio.
Hablando más en plata, la iluminación, o el despertar de cada individuo, dispuesto a cruzar el proceloso río de la inversión, llegará en un momento y situación determinada, influida por factores externos, y por lo general poco o nada predecibles o simulables, que le empujen a querer cruzarlo, aún a riesgo de perder su vida, y cualquier empujón que le demos, por muy bienintencionado que sea, puede acabar ahogando al sujeto, que no se encuentra preparado mentalmente para cruzar en ese momento.
Y ustedes…¿qué opinan?
Disfruten del Viernes…estamos en casa